Extra: Middle of the nigth

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La noche caía en Italia, el cielo estrellado y la luna en lo alto eran lo único necesario para alumbrar todos los rincones. Los Condes habían permitido un día libre de la escuela, día que los estudiantes no desaprovecharon, especialmente cierta Arabyan de cabello fuego, quien se escabulló del barco a altas horas de la noche, adentrándose lentamente al bosque cerca de la costa, esto no paso por alto de los ojos del Dracas quien, no dudo dos veces en seguirla, según él "para que no se meta en problemas" aunque ni él se lo creía, puesto que a medianoche todos los humanos estaban profundamente dormidos.

Luego de unos minutos de caminata, se detuvo cerca de un pequeño claro, allí la luna alumbraba de forma deslumbrante, las estrellas acompañaban con su brillo, todo aquello se reflejaba en el río dándole un ambiente mágico al lugar. Con un pequeño movimiento de manos hizo crecer algunas pequeñas flores blancas, las valerianas comenzaban a adornar los alrededores. Atenea se quitó las botas oscuras que traía, quedando descalza entre los suaves pastizales, se paró sobre la punta de sus pies girando sobre su eje mientras alzaba pequeñas gotas de agua del rio, comenzaba a caminar entre giros, dejando un rastro de agapantos detrás. Lars veía fascinado aquella danza, un nuevo sentimiento crecía en su muerto corazón y un calor jamás conocido recorrió su cuerpo, inconscientemente salió de su escondite llamando la atención de la chica.

- ¿No lo sabías? No es bueno espiar a los demás – sonrió, mientras descansaba sobre sus pies – ya sal – el chico comenzó a caminar dejando que la luz de la luna lo llenará – ¿Por qué me seguiste?

- Para que no cometas una idiotez y te metas en problemas – dijo de forma obvia

- Si claro, eso no te lo crees ni siquiera tu – se acercó al chico – ya enserio ¿Por qué me seguiste? Y no mientas, porque lo sabré – el no contesto hasta un par de minutos después

- No lo sé, te vi salir del barco y yo sé que los mascaras rojas merodean en la noche – admitió sin mirarla a los ojos – creo que no quería que esos idiotas te mataran tan rápido – rodó los ojos restándole importancia

- Aww, te preocupas por mí, que tierno – junto sus manos en una señal de ternura – ven – lo tomo del brazo arrastrándolo cerca del río

- ¿Y dónde se supone que me siente genia?

- ¿Tú no sabes lo que es la paciencia? – dijo sarcástica, el rodó los ojos cansado – ahí tienes – con un movimiento creo una banca donde él podría sentarse – ¿O prefieres algo más fino My Lord? – se burló, él se sentó

- ¿Y tú te sentaras en el piso o qué? – ella hizo exactamente eso – estaba siendo sarcástico - hablo con un rostro serio, ella rio – ¿De qué carajos ríes? – Atenea rio con más fuerza gracias a la expresión del chico - ya para – exigió, pero ella no hizo caso – ya, enserio - su rostro comenzó a tornarse con leve color rojo - haz lo que quieras – se cruzó de brazos desviando la mirada, poco a poco la risa de la chica se detuvo – ¿Terminaste?

- A no ser que hagas alguna idiotez, si - el volvió a mirarla a los ojos – ¿Por qué estás rojo? – señalo su rostro, que tomo un color más intenso – ¿Estás avergonzado? – se levantó acercándose a su rostro, el intento apartarla, pero con un salto ella se alejó – creí que los Dracas eran mejores que eso – retó desde lejos, él se levantó molesto – vamos Principito, muestra de lo que eres capaz – una sonrisa apareció en el rostro del chico, aceptando el desafío.

Así empezó una batalla, Lars atacaba con el don del rubí de la telequinesis, utilizando piedras y ramas que había al rededor, acercándose a Atenea, pero sin lograr herirla. Ella esquivaba con facilidad los ataques del rubio, atrapando cada rama y piedra en un pequeño tornado, que después lazo al chico. Así comenzó una danza entre ambos jóvenes, una canción que sonaba en sus corazones, a mitad de la noche.

El encanto de los ArabyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora