CUATRO

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"El Gran Señor de Senju, Kenjaku"

Parte Uno


Un Joven Señor ha de causar interés.

Un Gran Señor ha de ser receloso.

La ligera brisa otoñal de la mañana ocasionó un respingo en el Joven Señor, que se encontraba con el Gran Señor más arriba en el interior del bosque, cazando.

—Muy bien, esconde tu presencia, Megumi —murmuró Sukuna—. Los zorros son astutos, por lo que un paso en falso de tu parte te llevará al fracaso.

Megumi asintió y agudizó su vista hacia el objetivo, que rondaba tranquilo en aquel pequeño espacio abierto. Respiró profundamente por la nariz, llenando sus pulmones de oxígeno y disparó la flecha al tiempo en que exhalaba, directo a la cabeza y matándolo al instante.

—Excelente, Megumi —felicitó Sukuna, mientras revolvía el cabello ajeno con una de sus manos.

En reacción, Megumi se sonrojó, mientras sonreía satisfecho y digno. Le gustaba cuando el Gran Señor le hacía elogios, le hacía sentir afortunado.

Megumi relajó su postura y cargó su arco en uno de sus hombros, mientras que iba a por el zorro. Le quitó la flecha de forma que esta saliera completa y limpió la sangre del animal con una toalla que colgaba de su hakama y procedió a guardarla junto al resto que yacían en el estuche en forma de cilindro que colgaba en su espalda.

El menor cargó con cierta dificultad aquel cadáver y fue hacia su Gran Señor, que tomó el animal con sus manos y lo cargó como costal de papas.

—¿Has crecido? —preguntó la deidad, mientras medía con una de sus manos la altura de Megumi a comparación de su cuerpo—. Ahora me llegas a la cadera.

—Es que ahora tengo nueve años, y en diciembre cumpliré diez —recordó, sonriendo ampliamente. Sukuna arqueó una ceja y soltó un silbido.

—Qué rápido pasa el tiempo, Megumi —comentó Sukuna.

—¡De verdad! —respondió el menor, animado.

—Regresemos —indicó el mayor, revolviendo el cabello del menor.

Megumi tomó de la mano al brujo, que aferró su agarre a esta y tomaron camino de regreso a la mansión principal.

Había pasado más de un año ya desde el incidente con los mercantes que secuestraron a Megumi. Desde entonces, Megumi no volvió a decir nada referente sobre bajar al pueblo de Ryoh a visitar a Tsumiki. Además del grave susto que Megumi se llevó, la culpabilidad por haber preocupado a dos personas importantes para él estaba ahí. Se sentía responsable.

Reprimió sus ganas de visitar a su hermanastra y procuró mantenerse al lado de su Gran Señor para no volver a preocuparle o hacerle enojar.

Desde que Megumi presenció el castigo a Uraume, el constante recuerdo de su señor envuelto en ira prevaleció por meses, meses en los que siempre procuró no hacer enojar a su señor. Sukuna sabía esto, pero no se quejó. Mientras Megumi estuviera a su lado podía protegerlo y vigilarlo.

Mientras él estuviera a su lado.

A mediados de otoño del año pasado, la rutina pacífica había vuelto a sus vidas. Megumi estaba feliz de que las cosas volviesen a ser como antes. Y el Gran Señor estaba tranquilo de que Megumi no tuviese ideas sobre bajar al pueblo nuevamente.

Al llegar al jardín trasero de la mansión principal, Megumi se encargó de guardar el arco y la flecha en el cobertizo, mientras que Sukuna se adelantaba a entrar a la cocina.

El Gran Señor y la Ofrenda | SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora