DIEZ

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"La hermana mayor, Tsumiki Fushiguro"

Parte Dos


Un Joven Señor ha de ser un hermano menor.

Una señorita ha de ser una hermana mayor.

El vivir en una mansión en la falda de la montaña hacía un poco soportable el condenado calor de verano, pero encontrarse en plena canícula era molesto. Los días se sentían eternos y todo parecía transcurrir muy lentamente, lo que fastidiaba a Megumi y, por supuesto, a Sukuna. Hoy era uno de esos días donde estudiar se hacía pesado.

—Es gracias a la asimilación del antiguo usuario de la técnica de manipulación, que se logró una catarsis en los usuarios malditos —explicó Uraume—, lo que llevó la máxima supresión de la energía maldita existente en los Tres Grandes Clanes y aliados.

» De esta forma, es como se logra cumplir el propósito de la Guerra del Nirvana; el ejército rebelde fue sometido y pronto se asignaron bajo el cuidado y vigilancia de los Tres Grandes Señores, naciendo así: Ryoh, Hen y Senju, respectivamente, y dando por terminada la guerra más grande en el mundo de la hechicería de antaño.

—Uraume —llamó Megumi, al momento en que dejó de tomar apuntes.

—¿Sí, Joven Señor?

—¿Ya estará el helado?, siento que me derrito —se quejó el menor.

—¿Quiere que vayamos a verificar?

—Por favor.

Dicho esto, el joven hechicero y el sirviente salieron de la biblioteca para ir directamente a la cocina, donde encontraron al Gran Señor comiendo un refrigerio.

—¿Ya terminaron? —preguntó el brujo.

—Sí —respondió Megumi.

—Joven Señor, le recuerdo que falta la retroalimentación —mencionó Uraume.

«No se le escapa ni una», pensó Megumi, que a su vez realizaba un puchero. El calor le hacía sentir muy fatigado y, por eso mismo, las ganas de estudiar eran nulas —por no decir que Uraume era muy diligente en su educación, lo que le causaba cierto temor, pues no le dejaba tranquilo.

Sukuna sonrió con diversión y tomó la palabra—: ¿Qué viste esta vez, Megumi?

—La última etapa de la Guerra del Nirvana.

—Entonces ya aprendiste sobre mis grandes hazañas en la guerra —aseguró el mayor, con fanfarronería; aunque era cierto que el Gran Señor Sukuna obtuvo la gran mayoría de méritos en los incidentes ocurridos a lo largo de los cien años de guerra.

—Sí, mi señor —contestó el menor, sonriente.

Con animosidad, Megumi le contó a su benefactor aquello que más le había impresionado desde que comenzaron con la historia de la Guerra del Nirvana, de esta forma, la tarde transcurrió tranquila y algo rápida.

Al día siguiente, Tsumiki se levantó de su futón debido a una molesta presión en su pecho y mientras masajeaba la zona, fue a buscar agua para poder beber. Una comezón subió por su garganta, lo que le hizo toser fuertemente. Su pecho dolió y casi sintió que podía vomitar por el esfuerzo.

Hacía unos pocos días, después de la última visita de Megumi, habían estado corriendo unos rumores sobre un extraño resfriado. Dolor de cabeza y pecho, así como tos, eran los síntomas. Tsumiki había comenzado a sentirse con un poco de dolor de cabeza y fatiga, pero lo relacionó a su trabajo así que no prestó mucha atención.

El Gran Señor y la Ofrenda | SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora