Calor

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Ayer por la tarde, miraba la naturaleza con tanta pasión, miraba el río y el agua no me causaba confusión, cosa que es normal que me pasa cuando escribo mil trenes en un mismo vagón. El tema de hoy renace del más íntimo deseo de abrazar mi compañía de nuevo, me gustaría sentir el calor en mi cuerpo, mi cara color anaranjada mirando el atardecer tirado en el césped, una tienda de campaña atrás de mi espalda, un café en mi mano y una hoja entrecortada, el sonido del agua como en cascada, el cántico de los pájaros en la mañana y ver al horizonte una esperanza. Este título es antónimo del frío, este título es nuevamente para que ustedes recuerden conmigo.

Recuerdo el color vino tinto de cada atardecer, cerraba mis ojos y solo podía sentir paz en cada uno de los rincones de mis orejas, recuerdo cuando llegaba a casa y el día cambiaba cuando mamá hacía comida, cuando un abrazo significaba más que mil sonrisas y cuando su abrazo en mi corazón con su calor, escribía poesía. Recuerdo cuando papá llegaba a casa y su carácter imponía más cariño que cansancio, recuerdo cuando jugábamos juntos en el patio de casa, cuando me enseñó a llevar una bicicleta y cuando podía escuchar sus latidos cuando me acostaba en su pecho; me enseñó que en la vida hay que caminar derecho y que me mantenga fuerte aunque la vida me tire traiga malos recuerdos, que me mantenga siempre sereno y un abrazo nunca hay que pasarlo por menos.

Recuerdo cuando dejé de encontrarlo en el patio cansado esperándome para jugar, recuerdo cuando el frío que ahora siento se empezó a presentar, porque el silencio abarcó en los lugares más ruidosos, porque el color del césped dejó de ser verde, porque llevar la bicicleta dejó de ser divertido y ahora solo quería pedalear hasta que desapareciera de esa realidad, porque mamá no cocinaba con tanto amor y sus lagrimas reemplazaban la sal, porque escuchaba su pecho y palpitaba intensamente, esta vez me tocaba a mí. Ahora debía ser un paño para secar sus lágrimas y poderme profundizar en su alma. Con 6 años me sentaba en la mesa, sostenía sus manos y calmaba sus ojos, comíamos con cierta incertidumbre ya que una silla de la mesa estaba vacía y aunque también llorar quería, me sostenía; mamá necesitaba una razón para seguir con su vida y mi corazón eso lo sabía y aunque las noches eran frías, yo intentaba ser su cobija.

¿Qué pasa cuando el atardecer cálido deja de poder notarse y el sol desaparece? Esa montaña empezó a aparecer y en vez de poderla mover, me acompañó en cada decisión que alguna vez tomé, no le encontraba salida y nadie me decía el por qué, me di cuenta de la respuesta hasta que la montaña se hizo más grande que ayer. Comparto con las paredes de mi cuarto, las lágrimas que mi corazón no pudo expresar, hay un diluvio al fondo de mi propio mar, las tardes existían para amar y hoy solo a mi mente poder calmar, quiero decirle que más allá hay algo más y que las espinas alguien las tuvo que cargar, una cuna de oro no está mal, a diferencia de cuando el oro que nombran los demás es material y no mental. Cambiaría lo que tengo por garantizarme que estos días solo serán recuerdos que mi mente olvidará, que mi vida algún día prosperará y los retratos que mi mente me proyectará serán virtudes que sí se podrán aprovechar.

Papá dejó el hogar, no lo quería ver más, la navidad dejó de ser navidad, el árbol y sus luces dejaron de brillar, el primer mes fue raro y no quería pasar otro más, poco a poco lo pude perdonar pero el daño no se podía reparar, el calor que sentía dejó de ser igual y mi mente me traicionaba cada vez más. No sentí un alivio más, el resto de años siento que tenían que pasar, e igual, con la inocencia que tenía, debía algún día madurar; yo sabía que difícil sería pero no quería más. Hoy día a día pienso en mi soledad, los días son repetitivos con una obligación de más, ya conmigo mismo dejé de conversar porque tanto mi mente como mi alma saben que nada cambiará. Hablando del pasado y la soledad, el viento después del tiempo me dio una razón para volverlo a intentar, todo lo que quería podía estar, y hablo totalmente fuera de lo material.

Fue la enseñanza más linda que Dios me pudo dar, pude perdonar a quien debía perdonar, el tiempo dejó de ser algo temporal y cada segundo que pasaba era algo fuera de lo natural, mi sonrisa volvía a aparecer y mis 5 sentidos los empecé a usar como los debía usar, las heridas internas no tardaron en sanar y estos son recuerdos que si me encantaría proyectar. Enseñar y explicar, aprender y dejar, recordarlos sin la necesidad de una lágrima soltar, pero no todo bien tiene porqué terminar, intenté cerrar el capítulo de esa historia pero de nuevo la soledad conversa conmigo y me dijo que eso no puede pasar, porque la culpa fue mía en mi día a día por algo apostar, no ciegamente porque sabía lo que hacía, estaba bajo mi potestad; pero algo cuenta no me quería dar, era que mi fría vida se iba a acostumbrar, ahora todos los días no existe algo bueno que pueda conservar.

Sé que me escuchas cuando lloro, en las noches intento solo cerrar mis ojos, aprieto mis dudas hasta el ahogo, ¿Quién soy yo para vaciar todos los recuerdos que tengo si son mi talón de Aquiles?, cierro el telón de la obra pero detrás de esa obra hay quien llora, una sonrisa medio floja se forma y no hay nada que cambia mi papel en esta derrota, firmo la sentencia y las consecuencias siguen siendo obvias, me refuerza la idea de seguir siendo de mi soledad su compatriota... A días de un cumple años, mis risas siguen siendo raras, pocas y sobras, cumplo con mi escritura que solo siguen siendo un desahogo de horas tras horas...

Att: No determino quién soy, solo quién fui.

Frederick Porras.

Hace frío en la montañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora