KAMILLE
-¿Ya te tienes que ir?- Verónica salió del baño después de lavarse los dientes y caminó hasta donde estaba terminando de arreglarme, asentí- es bastante temprano.
-Ayer no estuvimos en la editorial, cielo. Así que hoy hay que retomar lo más pronto posible- se acercó a mí y la detallé en el reflejo del espejo. Sabía sus intenciones. Lo podía leer en su mirada. Su mirada que era un fantástico libro abierto.
-No, Gonzales- rió detrás de mí.
-¿No qué?- se apoyó en la silla, rozando un poco mis hombros cubiertos por la camisa- Esa camisa te queda preciosa- sonreí. Lo sabía. Era de sus favoritas.
-Gracias- se agachó dejando un beso en mi cuello por unos largos segundos. Sonreí, sabiendo lo que quería.
-¿Me dejas quitártela?- habló más suave.
-Lo sabía y no, me tengo que ir- aparté su mano que empezaba a descender por mi brazo, buscando provocarme.
-Es muy temprano- se quejó, acariciando mi cuello. Cerré los ojos disfrutando de la forma en la que su mano me acariciaba.
-Ange...
-Será rápido- susurró en mi oreja, para después morderme. Me ericé con la acción de inmediato. Ella sabía dónde y cómo tocarme para que cediera. Ella sabía mis puntos débiles. Y cómo era yo de entregada cuando se trataba de sus insinuaciones.
Ella lo sabía todo de mis instintos, incluso mejor que yo. Charlaba con ellos de manera constante.
-Ambas sabemos que no. Nuestras sesiones de sexo jamás son rápidas- le besé la mejilla y me levanté organizando el maquillaje en su lugar. Sonrió, acercándose a ella y pegando su cuerpo a mi espalda- mierda- me sostuvo fuerte por la cintura y me miró en el reflejo, aquella mirada intensa que me atravesaba el alma- eres increíble.
-Sí, y eso te encanta- me giró dejándome frente a ella para besarme. Fuerte, intenso. Me hizo suspirar a mitad del beso y me apoyé en sus hombros.
-Rápido- la señalé y me subió sobre la mesa. Sonrió desabrochando mi camisa, evidenciando en su manera de quitármela, lo mucho que le gustaba la camisa y que le gustaba mucho más verme sin ella. Sonreí sabiendo que jamás por muchos años que pasaran podría superar haberme casado con esta mujer. Volvió a besarme, sintiéndome como la primera vez. Cada beso con Verónica era la oportunidad de reiniciar los nervios, la necesidad, el hambre de la primera vez que la besé. Me subió la falda.
-Me encanta este conjunto- rió.
-Lo sé, cielo. Lo sé- cerré los ojos cuando sus besos empezaron a invadir mi cuello y mis pechos. Me mordió y enredé mis piernas en su cintura. Volvió a morderme y sonreí.
-Que hermosa eres- me sacó el sostén y me tomó del cuello apoyando mi cabeza en la pared. Apretó un poco y sonreí.
-Estoy loca por ti, Verónica.
-Lo sé, cielo. Lo sé- repitió mis palabras antes de devorar mis pechos a su antojo. Como si nunca hubiese tenido la oportunidad de tenerme. Cómo si fuese la primera vez. Ahí seguía el deseo, sus ganas. Su hambre de mi que me hacía sentir tan mujer, tan deseada. Se sentía cómo el mismo cielo.
Su mano se escabulló entre mis piernas y bajándome el interior, mientras su boca seguía su magistral trabajo, cuando se deshizo de mi braga, su boca viajo hasta allí abajo. Su simple respiración tan cerca me hizo soltar un suspiro, cuando sentí que me probó, fue un gemido el que huyó, perdiéndose en el aire. Moví mis caderas hacia ella queriendo sentirla más. Su mano libre me sostenía fuerte por la cintura y yo respiraba como podía. Me aferré a sus hombros intentando no hacer mucho ruido pero era un trabajo bastante complejo.
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CATARSIS
RomanceKamille y Verónica han construido a través del amor un gran imperio laboral y familiar. Con el paso de los años y los tropiezos han aprendido a sobrellevar cada situación con paciencia. Han pasado ya lo peor ¿o no? Su historia, el gran cuento de had...