KAMILLE
Me moví en la cama y estiré el brazo hasta tocar el de Verónica. Ella se movió y abrí un poco mis ojos para verla estirar los brazos. Soltó un suspiro y se sentó en la cama mirándome por unos segundos antes de besarme.
-Buenos días, mi amor- me besó la mejilla y sonreí complacida, olvidándome de mi molestia de estos últimos días. Lo cierto es que no tener respuestas de lo que pasaba con Graham me había tenido bastante nerviosa y eso hacía que me desesperara o exaltara con facilidad. Aún no le decía nada a Verónica, no tenía cómo decirlo, o que aquello, sin pruebas representara más de lo que parecía. Pero me tenía muy preocupada y con un mal humor que no podía controlar, aunque quisiera.
-Buenos días- se levantó de la cama ayudándome a sentar- anoche llegaste tarde- me até el cabello y ella me miró.
-Quería darte un espacio- se puso la bata. Suspiré e hice silencio por unos segundos. Admiraba mucho la paciencia que Verónica había tenido estos días, yo probablemente hubiese reaccionado peor. Pero ella estaba ahí, calmada, llevándolo todo a su tiempo. Ayudándome a mi a mantener la calma. Tener a alguien como ella me había ayudado a aprender muchas cosas, pero sobre todo a mantener mi carácter un poco lejos. Ella tenía una gran paciencia.
-Lamento todo esto- suspiré y ella se sentó frente a mi- son muchas cosas, de las cuales la que menos tiene culpa eres tú. Lamento haber recargado todo mi mal humor en nosotras.
-Supongo que eran las letras chiquitas de nuestro contrato matrimonial- me reí y ella me tomó el rostro. Se levantó alcanzándome la bota ortopédica que había sido mi apoyo en estos días para retomar mi proceso para caminar bien nuevamente. Eliza había dicho que solo era recuperar la memoria muscular, y en pocos días podía tener de vuelta mi vida normal. Por fin. Agradecía que la fractura no haya sido peor.
-¿La demanda por el accidente salió bien?- Nos detuvimos juntas frente al espejo y ella me ayudó con el cepillo de dientes.
-Sí, aunque la dueña del otro auto quiso sacar un poco de ventaja al ver quienes éramos-la miré y ella me mostró sus dientes, queriendo que hiciera lo mismo. Le hice caso- un poco homofóbica la señora- ladeó la cabeza y sonreí mientras ella lavaba mis dientes- Escupe- lo hice.
-¿Y qué sucedió con eso?- me limpié la boca.
-Los abogados acordaron una cifra razonable, y listo- empezó a lavar los suyos.
-Gestionas muy bien todo- me estiré un poco para besar su mejilla.
-Excepto tus emociones, al parecer- solté una risa desde la puerta de la habitación. A veces me sorprendía su ingenio. No había un solo día de nuestro matrimonio en el que el aburrimiento fuese protagonista y eso era definitivamente gracias a ella.
-Es la parte más interesante de estar casada conmigo- me miró a través del espejo asintiendo y guiñándome el ojo. Salí del baño y me senté de nuevo en la cama, viendo entrar a Jérémie.
-Buenos días- sonrió y me dio un beso en la mejilla- ¿Y mamá?- señalé el baño- Nos vamos en un par de horas al partido, que no se les olvide- gritó en voz alta y me señaló. Me reí.
-¿Estas nervioso?- lo miré y él sonrió moviendo sus brazos.
-Un poco, quiero ganar esta final.
-Seguramente ganarán, el técnico del rival es malísimo, aunque el tuyo es bastante imbécil a veces- Jérémie sonrió.
-Verónica- regañé a mi esposa y ella se encogió de hombros- no le hagas caso, no hay que desmeritar a nadie- Verónica sonrió con un poco de burla, recordándome con su expresión mi pasado competitivo y cruel. Era cierto que casarme con ella y tener la crianza de Jérémie como mi gran responsabilidad me había cambiado mucho y lo aceptaba con mucho amor. Me sentía más libre y menos presionada. Jamás lo experimenté antes y la sensación me gustaba.
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CATARSIS
RomanceKamille y Verónica han construido a través del amor un gran imperio laboral y familiar. Con el paso de los años y los tropiezos han aprendido a sobrellevar cada situación con paciencia. Han pasado ya lo peor ¿o no? Su historia, el gran cuento de had...