El fin de semana lo habían pasado de maravilla, entre risas, juegos y salidas entre padre e hijo.Eran las siete de la tarde del domingo, la hora en la que Joaquín pasaba a buscar al niño habitualmente.
Mauricio miró por el gran ventanal de su living y vio todo el cielo negro; una gran tormenta se acercaba. Jason estaba viendo dibujos animados en la televisión mientras esperaba que su madre lo recogiera.
Mauricio miraba por la ventana para ver si llegaba Joaquín. Cinco minutos después, se estacionó su camioneta negra.
—Hijo, prepárate, vino tu papi —exclamó.
El niño se levantó del sillón de inmediato, se puso su pequeña mochilita donde llevaba sus pertenencias y su abrigo.
Estaba corriendo hacia la puerta de entrada cuando se detuvo al escuchar un gran estruendo proveniente del cielo.
—Papá, tengo miedo —dijo retrocediendo.
—Hijo, no tienes por qué temer. Es un trueno nada más —dijo agachándose hasta quedar a su altura y tocándole el cabello.
El timbre sonó, Mauricio sonrió para tranquilizar a Jason y luego se paró a abrir la puerta.
Vio a Joaquín con jeans negros y una chaqueta de cuero marrón, parado con los brazos cruzados y una gran sonrisa.
Dirigió la mirada al pequeño, quien estaba escondido tras Mauricio.
—Hola, cariño, ¿cómo estuvo tu fin de semana? —dijo apoyando sus manos en sus rodillas. En ese momento, otro trueno apareció y el niño se sobresaltó.
—Papi, no me quiero ir —dijo sollozando—. Tengo miedo.
—Ay, bebé, tranquilízate. Ven, vayamos a casa antes de que se largue la lluvia.
Y como llamándola, se largó una lluvia torrencial.
Joaquín maldijo por lo bajo, tomó su mano.
—Ven, son unos pasos hasta la camioneta.
—No me quiero ir, papi, tengo mucho miedo —dijo haciendo puchero.
Joaquín miró a Mauricio como buscando una respuesta.
—Se pueden quedar hasta que pare la lluvia.
El niño tiró su mochila y saltó de emoción por toda la sala hasta llegar al sillón y ahí se desplomó.
Sus padres solo se reían de esa reacción. Mauricio tomó la mochila de Jason y cerró la puerta de entrada.
—En serio, no es necesario, podemos irnos.
—Ni lo digas, se quedan aquí, y además, le hará bien a Jason pasar un rato en familia.
Joaquín sintió un escalofrío al escuchar esa palabra salir de su boca.
Tomó su celular para llamar a Emilio y avisarle, pero no tenía señal.
—Carajo... —susurró.
—¿Qué pasa? —preguntó Mauricio.
—No tengo señal —Él sonrió y miró de brazos cruzados a Jason, quien seguía festejando.
—¿Se pondrá celoso? —Joaquín lo miró confundido.
—¿De qué hablas? Si entre tú y yo ya no hay más nada.
Mauricio sonrió y dijo:
—Repítelo hasta que te lo creas —dijo con las manos en los bolsillos y se fue.
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Me dediqué a quererte (Emiliaco)
Fantasi¿Qué pasa si te divorcias de tu esposo y te enteras que estás esperando un hijo de el?