98.(H) has hecho una escena

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HARRY

CLXXII

Alguien tenía que saber lo que había pasado.

Su familia y amigos no se animaban a preguntarle los detalles y en parte lo prefería así. Sin embargo, era un peso considerable para cargar él solo y aunque confiara en pocas personas en el mundo, Dumbledore no le parecía una opción tan terrible.

Cuando ingresó a la oficina, halló a Sirius de pie y supo que podría hacerlo.

Recordarlo todo en voz alta.

—Comienza cuando quieras, Harry —pidió Dumbledore tras sentarse.

Sirius colocó la mano sobre su hombro.

—Sabía que pasaría algo así con el Torneo —suspiró su padrino, apretando su ajuste en señal de apoyo—. Puedes contarle. Estoy aquí.

El suave batido de las alas de Fawkes, el fénix, llamó su atención. 

La criatura se acomodó sobre su rodilla y Harry acarició sus hermosas plumas.

Tomó una respiración profunda y habló. 

Empezó por el ritual. Cada momento permanecía grabado en su memoria: la chispeante superficie de la poción que había revivido a Voldemort, la sangre de Pettigrew, los mortifagos apareciéndose entre las tumbas, el cuerpo de Cedric a la distancia.

Sus gritos.

Su silencio.

En una ocasión, Sirius hizo ademán de decir algo, pero Dumbledore lo detuvo con un gesto. Harry por dentro lo agradeció y siguió, buscando sacárselo de su sistema.

CLXXIII

Les señaló dónde Pettigrew le había hecho un corte.

No restaba ni una cicatriz gracias a Poppy.

Dumbledore escuchaba su relato con suma atención, tocando su mentón por momentos con expresión curiosa. 

—Voldemort pudo haber utilizado la sangre de cualquier persona... pero la tuya lo volvería fuerte. Sin contar la protección de tu madre... —meditó el hombre. 

Cuando se inclinó contra su respaldo, parecía más viejo y débil de lo que Harry lo había visto alguna vez. 

En el silencio de la habitación, Harry se sintió de la misma forma.

Derrotado.

CLXXIV

Repitió lo poco que recordaba del discurso hacia los mortífagos.

Las maldiciones que recibió, el duelo...

No se atrevió a ver el rostro de Sirius.

Su mano nunca abandonó el espacio del hombro de Harry.

Cuando llegó la parte en la que el rayo dorado de luz había conectado sus varitas, se le cerró la garganta y le costó contener las lágrimas. Esto era lo más difícil de contar, porque Harry quería mantenerlo como su pequeño secreto. Aún podía ver a su madre y padre perfectamente... 

Se alegró de que Sirius rompiera el silencio.

—¿Se conectaron las varitas? —dijo asombrado, mirando primero a Harry y luego a Dumbledore— ¿Por qué? Nunca he oído de algo semejante.

—Priori incantatem —musitó, y el entendimiento cruzó el rostro de su padrino.

No el de Harry. 

—¿El efecto del encantamiento invertido? —preguntó Sirius.

—Exactamente —asintió Dumbledore—. La varita de Harry y la de Voldemort poseen el mismo núcleo. Cada una contiene una pluma de la cola del mismo fénix. De ese fénix, de hecho —añadió, señalando al pájaro de color oro y escarlata que continuaba posado sobre el regazo de Harry.

El chico que amo -HEDRIC (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora