La primavera se ha posado sobre Pafos y todas las calles de la polis están bañadas en incontables capas de colores cálidos. Los humanos que residen aquí parecen incluso más felices. La luz del sol perdura por más tiempo y eso, inevitablemente, produce una subida en la temperatura que todos notamos, incluso los ángeles como Egan y yo.
Sostengo un jarrón de cerámica entre mis manos, lleno hasta arriba, rebosando de agua. Siendo la sacerdotisa del templo necesito mantener el lugar y no únicamente la relación entre los aldeanos. Lo que implica, por supuesto, asegurar que las plantas que han florecido alrededor del edificio no mueran deshidratadas. Y por supuesto, que los pájaros y otros animales que se acerquen a las fuentes de dentro puedan refrescarse.
Atravieso el lugar cerca de la estatua de Afrodita cuando una ráfaga de viento pasa tras de mí y todo el calor que sentía se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. Enrosco los dedos alrededor del envase como si me fuera la vida en ello y me encojo en sí misma. Una risita demasiado conocida para mi gusto me destensa y antes de poder girarme, Egan deposita un beso en mi mejilla. Me giro a verle, sorprendida y a la vez, enternecida.
—Por poco rompes el jarrón —me quejo, ocultando una sonrisa tras mi rostro serio. Evito mirarle directamente a los ojos y continuo mi camino.
—Perdona por haberte emocionado tanto. —Ríe bajo y comienza a seguirme, a unos pocos pasos de mí. Ladeo la cabeza entre risas y me agacho para verter el recipiente en una pequeña fuente cerca de la entrada del templo.
—Si usaras tus piernas para desplazarte en vez de las alas, tal vez no tendríamos estos sustos —contemplo, levantando la cabeza ligeramente para encontrarme con sus ojos.
—Pero entonces dejaría de ser divertido —argumenta, con una sonrisa imborrable de medio lado. Sus ojos afilados se posan sobre los míos y después de dejar el jarrón a un lado me levanto para estar a su altura.
—Pues que sepas que no me estoy riendo —digo seriamente, intentando mantener la compostura ante sus bromas. Egan echa la cabeza a un lado, sonriente, con arrogancia, una que detesto, pero por alguna razón ahora me agrada.
Sacudo la cabeza entornando los ojos y me doy la vuelta, intentando no empezar a reír tontamente porque este muchacho me pone nerviosa, pero Egan me agarra de la cintura y me da un pequeño apretón, produciéndome cosquillas. Chasqueo la lengua divertida y él posa el mentón sobre mi hombro, abrazándome sutilmente desde atrás. Por un momento, se me acelera el corazón y siento un pinchazo en la columna vertebral. Un dolor inusual. No obstante, Egan me hace ignorarlo rápidamente cuando me acaricia el abdomen y me rodea en un cálido abrazo.
—¿Tienes planes esta noche? —pregunta de golpe. Abro la boca para responder pero él niega con la cabeza.— No hace falta que respondas. Por supuesto que sí. Vas a venir conmigo a un festival de Dionisio.
—¿Dionisio? —Alzo una ceja curiosa y Egan baja las manos sobre tela de mi peplo, reposando cada una a un lado de mi cadera.
—Te encantará, —asegura, confiado— asistiremos a una de las mayores celebraciones de la primavera. Drama griego seguido de danzas dionisiacas. Todo un festín.
—¿Esos lugares no son peligrosos? —Me despego de él lo suficiente para poder girarme y lo miro preocupada.
—De momento no he escuchado sobre ningún caso de sacrificio de ángeles, estaremos bien - echa a reír y me suelta de golpe, alejándose unos pasos.— nos vemos después.
Egan despliega las alas nuevamente y tras guiñarme y coger impulso se marcha de mi vista, abandonando el templo. Actúa de manera cariñosa conmigo, demasiado me atrevería a decir. Entiendo que el afecto es algo común entre los Erotes, pero esta vez es distinto. Sus acercamientos me importan más de lo que deberían y, en vez de ser gestos por propio interés, realmente los veo de otra manera. Mientras que una caricia del uno al otro únicamente produciría un placer físico, de algún modo, cuando Egan se acerca, mi corazón se acelera más que mi piel.
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La promesa de Anteros
FanficDesa es una Erote de la corte de Afrodita, quien con su arco reparte amor por el mundo. Una noche se encuentra con Anteros, el dios vengador del amor no correspondido, quien le roba el arco y pide que le dé un amante por correspondencia. Desa se nie...