Capítulo 13: Visita al pueblo

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La sensación de que una presencia me acecha se ha vuelto imposible de ignorar y cada día que pasa, todo sucede de manera mucho más extraña. Esa presencia tiene nombre y cara, pero temo pronunciar su nombre en alto por si acaba apareciendo. La libreta, los lirios, y poco a poco más pistas de Anteros llegan hasta mi. ¿Qué querrá? Me prohíbo cuestionarme cómo me ha encontrado y me centro en mi vida de ahora, junto a la familia de Catina.

Tampoco parece querer algo de mi como la primera vez que lo conocí. Si fuera así, ya habría actuado y aún así, aquí sigo, completamente alejada de toda deidad o al menos, fuera de su punto de mira. Las semanas van pasando como si de días se tratasen. Siempre he dicho que esto sucede por mi manera de sentir el paso del tiempo, pero creo que Catina lo siente igual, excepto cuando está a la espera de una carta.

—¿Ha llegado ya? —La pelirroja irrumpe en la cocina dando voces y con paso acelerado. Su vestido de seda arrastrándose por la madera cobriza.

—Sabes de sobras que hay un margen de dos días hasta llegar al campo —le responde su hermano pequeño con una ligera sonrisa.

Catina se escribe cartas a diario con Galen desde que fuimos a la herrería a conocerlo. Ella dice que no está tan interesada como aparenta, pero me es inevitable creerla cuando mi corazón se acelera tanto con tan solo estar cerca de ella al leer las cartas. Siendo una deidad del amor me siento atraída por las interacciones relacionadas con esa emoción. Si una persona enamorada se acerca a mi, siento las mismas chispas en mi interior. Catina, está siendo un huracán para mí estos días.

Y no solo ella me está trayendo un descontrol total. Algo en mi interior late por sí mismo y me destruye por dentro poco a poco. Me siento débil y derrotada, con un peso encima mucho más fuerte que mi voluntad. Las deidades no enferman, al menos nunca he sabido de un ángel en cama. Pero estos días siento como si pudiera tropezar y no volver a levantarme. Al menos, la presencia de Catina me anima poco a poco y yo continuo trabajando para ganarme mi lugar entre los humanos.

No soy una de ellos, pero es lo único que me queda después de que Egan jugara conmigo y me arrebataron todo cuanto tenía. A veces, me paro a pensar en todo lo que vivimos y no puedo evitar culparme de no haberlo visto antes. Sabía quién era y lo que había hecho. No era la primera vez que dudaba de su palabra, y sin embargo me fie a ciegas como una polilla que va hacia cualquier luz, en busca de un mínimo de calor. Confié y perdí. Confié y caí. Me dejé llevar por un poco de cariño, esperanzada de que fuera capaz de cambiar y que su estima por mi lo convirtiera en alguien mejor. Pero fallé. ¿Cómo eras capaz de mirarme con esos ojos sí era todo mentira?

—¿Me acompañarás, no? —La voz de Catina me devuelve a la realidad y me estremezco, como si un balde de agua fría me hubiera sido vertido encima.

—Perdóname, ¿qué decías? —No intento fingir que la estaba escuchando y me recompongo en la silla. La pelirroja se recuesta sobre la encimera.

—Quiero bajar al pueblo a por uvas —dice, animada. La miro con una sonrisa apagada y asiento.— ¿Tú querrás algo?

—Prefiero ahorrar mis ganancias —comento con una media sonrisa y me levanto de la silla en la que estaba sentada— ¿Vamos?

Catina asiente y rápidamente se despega del borde y va hacia la entrada, rebusca entre unos cajones y agarra del asa una cesta mediana. La sigo hasta la puerta y salimos de la casa, encaminadas hacia el pueblo. Mientras bajamos la ladera la voy observando. Sé que me ha mentido. No seré una diosa pero tampoco es necesario gran poder para ver lo agitada que está cuando tan solo vamos a comprar fruta. Catina me mira de reojo sonrojada y me emociono, sintiendo lo mismo que ella. Por un momento, eso me hace olvidarme de todo.

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⏰ Última actualización: Nov 07 ⏰

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