La familia de Catina me acoge como a una hija más y me establezco entre los humanos, entendiendo sus emociones y maneras de afrontar las situaciones de mortales. Por primera vez no estoy bajo ninguna responsabilidad divina y mi única misión es ayudar en todo lo posible con mis manos y propias capacidades. Sin magia, sin arco y mucho menos por una emoción tan confusa como el amor. El padre de la familia es agricultor, y todos los terrenos alrededor de la casa están dedicados a la cosecha. Me va enseñando como trabajar la tierra y lo importantes que son detalles que hasta ahora había considerado minucias. Por otro lado, Damara, la madre de Catina, es granjera y una increíble cocinera que me ha estado enseñando las mejores recetas de Dekalia.
Cuando no estoy ayudando a ninguno de los mayores, charlo con Catina o me encargo de vigilar al resto de sus hermanos. El más mayor es Keelan, un muchacho que apenas debe tener quince primaveras. Es muy bondadoso y adora la naturaleza. Suele ayudar a sus padres con la cosecha y cuida de la granja con gran implicación, hace lo imposible por otorgarles pequeños descansos y realmente no puedo creerlo, ¿sacrificarte por los demás? Debes de quererles mucho, demasiado, de una manera que una divinidad jamás comprendería. Sus hermanas menores son el claro ejemplo, Talía es un año más joven y Leda tiene apenas 9. Las dos suelen pasar el tiempo juntas correteando por los alrededores o realizando cualquier actividad de interior. Cocinando, pintando, jugando o cosiendo.
Llega la hora de comer y decido abandonar el huerto con Catina, sosteniendo entre los brazos cestas hasta arriba de aceitunas, un producto muy común de Chipre. Keelan llega desde los lejos, con un paño al hombro y remangado. "Yo puedo" suelta, agarrando el asa de mi cesta y yendo hacia Catina para llevar el suyo también. Yo le insisto en que no es necesario, que podría hacerse daño cargando tanto peso, pero no me hace caso y va hacia granero. Catina y yo compartimos miradas de sospecha. Últimamente, parece esforzarse de más y querer hacer todo él. Transporta las cosechas a pie, él solo y en gran cantidad a la vez.
—¿Qué le ocurre a tu hermano? —pregunto a la rubia mientras entramos a la cocina. Me acerco a la mesa y me lavo las manos con un trapo.
—No lo sé —responde ella, haciendo lo mismo que yo y yendo a preparar la mesa. Las dos pequeñas entran corriendo, persiguiéndose una a la otra, y Leda impacta contra mi falda, desorientándose al instante.
—Cuidado —alerto entre risas, sosteniéndola de los hombros para que no caiga. La niña me mira avergonzada y se sienta en una de las sillas.
—¿Os habéis lavado ya las manos? —pregunta Catina, lavándose la cara con la misma tela que había lavado sus manos aceitosas.
Antes de que nadie responda, Keelan entra y pasa por mi lado, directo a beber agua. Las cuatro nos lo quedamos mirando. Tiene toda la ropa manchada y sudada de la durísima jornada de hoy. Ha estado trabajando como ninguno y le está pasando factura. Observo sus manos desde donde estoy y puedo notar pequeñas magulladuras y un temblor casi imperceptible, seguramente símbolo de cansancio y exceso de ejercicio. Keelan seca rápido sus palmas y vuelve hacia la puerta, pero antes de hacerlo le detengo, agarrándolo del brazo. El muchacho me mira sorprendido y yo miro a Catina.
—Keelan, queríamos preguntarte algo —comento, devolviéndole la mirada. Él asiente, tomando su sombrero con ambas manos y colocándolo detrás de él.
—¿He hecho algo malo? —Agacha la mirada brevemente y yo echo a reír junto a la rubia. Le repeino con la palma derecha haciendo que levante la cabeza.
—¿Por qué trabajas tanto? Te he visto levantar sacos casi tan grandes como tú. Podrías hacerte daño. —Clavo mis ojos en los suyos, tratando de leer sus emociones.
—Los muchachos del pueblo dicen que estoy muy delgado y así no podré ser fuerte e impresionar a las doncellas. Si hago mucho ejercicio podré conquistar a Arene —confiesa, inocentemente. Hace un gesto con los brazos, tratando de enseñarme algún tipo de avance muscular. Yo finjo una sonrisa y miró a Catina.
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La promesa de Anteros
FanfictionDesa es una Erote de la corte de Afrodita, quien con su arco reparte amor por el mundo. Una noche se encuentra con Anteros, el dios vengador del amor no correspondido, quien le roba el arco para castigarla por haber hecho tanto daño con sus flechas...