La ceremonia había continuado con un ritmo más lento y solemne después de la perturbadora aparición del Sigui-Nyon. Los aldeanos, visiblemente perturbados, intentaron retomar sus cánticos y danzas, pero había un peso en el aire que no se podía ignorar. Cada movimiento y cada sonido parecía estar cargado de un significado más profundo y siniestro, como si la sombra del Sigui-Nyon hubiera dejado una marca indeleble en la ceremonia.
Awa se acercó a mí, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y determinación que contrastaba con el pánico que había sentido al ver al Sigui-Nyon. Me habló con una firmeza que intentaba ocultar su propio miedo.
—Debemos seguir adelante, Alex —dijo, su voz suave pero con un matiz de urgencia—. El Sigui no puede detenerse, no importa lo que ocurra.
Asentí, aunque una parte de mí deseaba escapar de la aldea y de la presencia inquietante que había sentido. Sin embargo, mi curiosidad y mi compromiso con la investigación me mantenían anclado en mi lugar. Decidí quedarme, convencido de que era vital para mi comprensión del ritual y la cultura Dogón.
Mientras los cantos continuaban, comencé a sentir una extraña presión en mi cabeza, como si algo invisible intentara penetrar mis pensamientos. La sensación era sutil al principio, pero pronto se volvió más intensa, como si estuviera intentando infiltrar mi mente. Mis alrededores comenzaron a desdibujarse, y los cantos se convirtieron en un eco distante que resonaba en algún rincón profundo de mi conciencia.
De repente, el mundo se oscureció por completo. Sentí una sensación de caída, como si me hundiera en un abismo sin fondo. Cuando la oscuridad se disipó un poco, me encontré en un lugar muy diferente. Estaba en una caverna amplia y húmeda, con paredes cubiertas de antiguas pinturas rupestres que representaban escenas de caza, rituales y figuras fantasmales. El aire era pesado y frío, cargado con el olor acre de la tierra y la humedad.
En el centro de la caverna, una figura solitaria estaba de pie, iluminada por una luz tenue que parecía emanar de ninguna parte. Reconocí al Sigui-Nyon, su máscara de madera grotesca y su bastón adornado con cráneos pequeños. Las pinturas en las paredes parecían cobrar vida, sus figuras distorsionadas danzando con agonía en un espectáculo macabro. La figura del Sigui-Nyon me observaba con ojos ocultos detrás de su máscara, sus abismos sin fondo perforando mi alma.
—¿Quién eres para perturbar nuestro descanso? —susurró el Sigui-Nyon, su voz un eco de ultratumba que resonaba en cada rincón de la caverna.
La intensidad de su presencia era abrumadora. El aire se volvió más espeso, y las sombras en la caverna comenzaron a retorcerse, como si la misma oscuridad estuviera viva. El Sigui-Nyon me arrojó al suelo con una fuerza sobrenatural, y sentí un dolor punzante en el pecho, como si las raíces de la tierra intentaran arrancarme el corazón.
—Debes recordar —insistió el Sigui-Nyon—. Debes encontrar el bastón ceremonial que esconden los aldeanos de abajo.
Con un gesto, la caverna se desvaneció, y me encontré de nuevo en la cima de los acantilados, con el Sigui-Nyon señalando hacia abajo. Me tomó del pecho y me arrojó hacia el fondo. La caída fue dolorosa y violenta, pero sorprendentemente, sobreviví. Cuando la oscuridad se desvaneció, me encontré de vuelta en la aldea, tendido en el suelo con Awa y Bamba a mi lado. Sus rostros reflejaban una profunda preocupación y miedo.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Awa, ayudándome a incorporarme. Su voz estaba cargada de una angustia genuina.
—El Sigui-Nyon... —murmuré, con el dolor de la caída aún presente y sacudido por la visión—. He visto... he sentido su ira. Me habló de un bastón ceremonial. Dijo que está oculto por los aldeanos de abajo.
La ceremonia seguía su curso, pero la atmósfera estaba cargada de una tensión que hacía que cada sombra pareciera más amenazante. Bamba y Awa intercambiaron miradas graves mientras yo intentaba procesar lo que acababa de experimentar. Sabía que lo que había visto no era solo una visión; era una manifestación tangible de la maldición que amenazaba con desatarse sobre la aldea.
—Alex, esto es más grave de lo que imaginábamos —susurró Awa, su voz apenas audible sobre el murmullo de los cánticos—. El Sigui-Nyon te ha marcado. Has sido elegido para algo que va más allá de nuestro entendimiento.
Bamba asintió solemnemente, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que me hizo estremecer. Su mirada me hizo sentir como si estuviera siendo juzgado por fuerzas que no comprendía del todo.
—La maldición del Sigui es real. No es solo una historia para asustar a los niños. Es una fuerza antigua y poderosa que debe ser respetada y comprendida —dijo Bamba, su voz grave y cargada de una verdad inquietante.
Me senté, intentando controlar el temblor en mis manos y el dolor persistente en mi pecho. Cada palabra de Bamba y Awa se sentía como un peso añadido a mi ya abrumadora carga.
—El Sigui-Nyon mencionó un bastón ceremonial —murmuré, recordando las palabras susurradas en la caverna—. Dijo que está oculto por los aldeanos de abajo.
Los ojos de Bamba se estrecharon en concentración. Su mente parecía trabajar rápidamente para entender el significado de mis palabras.
—Los aldeanos de abajo... podría referirse a la comunidad que reside cerca de los acantilados. Son conocidos por su sabiduría en antiguos rituales y objetos sagrados. Si el bastón está en sus manos, es crucial que lo recuperemos —dijo, su voz cargada de determinación.
Awa miró hacia los oscuros acantilados que se alzaban imponentes contra el cielo estrellado.
—Debemos encontrar ese bastón antes de que sea demasiado tarde. No sabemos qué podría desencadenar la ira completa del Sigui-Nyon —advirtió, sus palabras teñidas de urgencia.
Mientras la noche se cerraba sobre la aldea, el ambiente se llenaba de una tensión palpable. El Sigui-Nyon, una entidad ancestral que desafiaba la cordura había dejado claro que la verdad era más oscura y peligrosa de lo que habíamos imaginado. Con cada paso hacia el misterio, sabíamos que enfrentábamos una fuerza que podría consumirnos a todos.
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Sigui-Nyon
HorrorCada sesenta años, en los remotos acantilados de Bandiagara en Malí, la misteriosa ceremonia Sigui reúne a los Dogón en un ritual de renovación y respeto ancestral. Pero este año, algo oscuro y antiguo se ha despertado. El antropólogo Alex, invitado...