La sombra del guardián

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Cada paso hacia mi choza parecía resonar con un eco ominoso, como si la tierra misma estuviera susurrando advertencias que solo yo podía escuchar. El suelo, todavía húmedo por la lluvia nocturna, crujía bajo mis pies, y el aroma a tierra mojada se mezclaba con el inconfundible olor a humo que aún persistía en el aire. Las sombras largas y retorcidas de las chozas se alargaban con la luz tenue, proyectando formas caprichosas que parecían moverse con vida propia, alimentando mis temores.

Una vez en mi choza, me desplomé en la cama, tratando de encontrar algo de calma en medio del torbellino emocional. Las imágenes de la noche anterior se agolpaban en mi mente: el Sigui-Nyon, sus ojos resplandecientes en la penumbra, el caos del incendio, y las palabras enigmáticas de Moussa. Cada vez que cerraba los ojos, las visiones se mezclaban con la realidad, creando un tapiz inquietante de terror y misterio.

Las paredes de la choza parecían estrecharse a mi alrededor, susurros invisibles llenando el espacio con un murmullo constante que no podía distinguir si era producto de mi mente perturbada o un eco real de las voces de la aldea. El viento que entraba por las rendijas creaba un lamento que se arrastraba como un espectro entre las sombras, y cada crujido de la madera parecía ser una advertencia más de que algo oscuro estaba por revelarse.

El sueño no llegó fácilmente. En lugar de eso, me sumergí en una serie de visiones distorsionadas, donde el límite entre lo tangible y lo imaginario se desdibujaba. En una de estas visiones, me vi de nuevo en la vasta llanura del sueño anterior, rodeado por figuras etéreas que danzaban en una ceremonia ancestral. Sus cánticos, cargados de una energía oscura, resonaban con un poder inhumano, y cada palabra que pronunciaban parecía llenar el aire con una presión creciente que me oprimía el pecho.

Las figuras danzaban en un círculo, sus movimientos sincronizados con una precisión inquietante, como si estuvieran tratando de comunicarme un mensaje que no podía comprender. Sentí un peso en el pecho, una presión que me dificultaba respirar, mientras sus ojos vacíos y penetrantes me miraban fijamente. Las palabras del Sigui-Nyon, resonando en mi mente como un eco infernal, se mezclaban con la visión: "El tiempo se agota, extranjero. Debes encontrar el bastón antes de que sea demasiado tarde."

Me desperté en un sobresalto, con el corazón latiendo desbocado. La confusión era abrumadora, y me costó distinguir entre el sueño y la realidad. El interior de la choza estaba envuelto en una penumbra que se había adueñado del lugar, y el calor de la mañana parecía no llegar nunca. El olor a humo persistía, impregnando todo con una sensación de desolación que se sentía más intensa que nunca.

A medida que el día avanzaba, la desesperación se volvía cada vez más palpable. Awa, que había estado a mi lado durante las crisis, se mostraba decidida pero visiblemente preocupada. Sus ojos, reflejando la tristeza y la ansiedad que invadían la aldea, me recordaban la urgencia de nuestra misión. El peso de la responsabilidad sobre mis hombros se hacía más fuerte, y la sensación de que algo más oscuro y peligroso se estaba gestando se volvía cada vez más opresiva.

Decidí buscar a Moussa nuevamente. Sabía que la conversación previa solo había revelado una fracción de lo que él realmente sabía. La choza de Moussa, situada en el borde de la aldea, parecía aún más ominosa bajo el cielo nublado. La oscuridad que la rodeaba parecía casi palpable, como si la misma tierra se hubiera unido para proteger secretos prohibidos.

Al llegar, el aire alrededor estaba impregnado de un aroma a incienso y hierbas que parecía crear un velo de misterio. Moussa estaba sentado en el suelo, rodeado de talismanes y símbolos antiguos que examinaba con una intensidad que me hacía sentir incómodo. Sus movimientos eran precisos, casi ritualísticos, y el aura de misterio que lo rodeaba se había intensificado desde nuestra última conversación.

—Moussa —dije, mi voz temblando ligeramente—, necesito más información. Anoche, el griot me habló de una maldición antigua, de un bastón ceremonial que podría ser la clave para detener este caos. ¿Qué puedes decirme?

Moussa levantó lentamente la vista, sus ojos oscuros reflejando una luz que parecía conocedora de secretos tan antiguos como el tiempo mismo. Con un movimiento deliberado, se levantó y se acercó a un baúl en la esquina de la choza. Lo abrió con cuidado, revelando una serie de objetos sagrados y pergaminos arrugados que parecían guardar fragmentos de una verdad oculta. Sus dedos se movieron con una destreza que parecía casi mágica mientras extraía un pergamino polvoriento y desgastado por el tiempo.

—El Sigui-Nyon es una fuerza que trasciende nuestra comprensión, Alex —comenzó Moussa, desplegando el pergamino frente a mí—. Su ira se ha desatado y las desapariciones son solo el principio. El bastón ceremonial, que está escondido y protegido por los ancianos, es esencial para restaurar el equilibrio. Pero encontrarlo y utilizarlo no será una tarea sencilla. La maldición ha tejido sus garras en el tejido mismo de la realidad.

Mientras Moussa hablaba, una sensación creciente de desconfianza me invadía. La forma en que sus palabras estaban cargadas de advertencia y misterio me hacía sentir que había algo más que no estaba diciendo. La preocupación por Malia y Fara se hacía cada vez más apremiante, pero el velo de secretos de Moussa aumentaba mi inquietud.

—¿Por qué los ancianos tienen el bastón? —pregunté, intentando desentrañar más allá de sus respuestas superficiales—. ¿Qué papel juegan ellos en todo esto?

Moussa me observó con una intensidad que parecía atravesar mi alma, sus ojos reflejaban una oscuridad implacable. Su respuesta llegó en un susurro cargado de una gravedad perturbadora.

—Los ancianos no solo custodian el bastón; son los guardianes de secretos ancestrales que han mantenido a la aldea a salvo durante siglos. Han hecho pactos con los espíritus que se han roto. La maldición del Sigui-Nyon está socavando esos pactos, y el equilibrio se está desmoronando. Lo que alguna vez protegió a la aldea ahora se tambalea bajo la sombra de una verdad que está emergiendo con fuerza destructiva.

Mis pensamientos volvieron a la aldea, a las desapariciones y al incendio que había arrasado gran parte del lugar. La urgencia de la situación se volvía cada vez más apremiante. Necesitaba encontrar el bastón, pero también debía entender por qué Moussa actuaba con tanta reserva.

—¿Qué piensas hacer para encontrar el bastón? —preguntó Moussa, su tono era un desafío encubierto.

Decidí dirigirme al corazón de la aldea, donde los ancianos se congregaban. Awa me acompañó, su presencia era un consuelo en medio de la creciente ansiedad. A medida que avanzábamos, la tensión en el aire se hacía casi palpable. Los aldeanos se movían lentamente, sus miradas llenas de un temor silencioso y una esperanza vacilante. La búsqueda del bastón y la verdad detrás de la maldición se había convertido en una carrera desesperada contra el tiempo, y el destino de Malia, Fara y la aldea colgaba de un hilo.

Finalmente, llegamos al lugar donde los ancianos se reunían. Sus rostros arrugados y serios se volvieron hacia nosotros, y el aire se cargó con una sensación de expectativa que casi se podía cortar con un cuchillo. Sabía que debía abordar la situación con gran cuidado. Awa, con una mezcla de respeto y determinación, comenzó a hablar con ellos en su idioma nativo, buscando abrir una puerta de comunicación que parecía cerrada por el miedo y la desconfianza.

Mientras escuchaba, no podía evitar la sensación de que Moussa estaba más involucrado de lo que parecía. Su papel en esta historia aún parecía ser una pieza clave que faltaba, un enigma envuelto en sombras. La noche caía, y la sensación de estar atrapado en un juego oscuro de secretos y traiciones se intensificaba. Mi mente estaba abrumada por preguntas sin respuesta, y la búsqueda del bastón ceremonial se había convertido en un desafío aún más complejo y peligroso.

El camino hacia la verdad se extendía ante mí, lleno de obstáculos y misterios implacables. Cada paso que daba me acercaba más a un enigma profundo y oscuro, y la presión de encontrar respuestas antes de que fuera demasiado tarde se hacía más intensa. Con una mezcla de desesperación y determinación, me preparé para enfrentar los desafíos que se avecinaban, consciente de que el tiempo se estaba agotando y que el destino de la aldea estaba en mis manos.

La sensación de que el Sigui-Nyon estaba observando, esperando el momento oportuno para actuar, era constante. La noche se llenaba de una oscura promesa de lo desconocido, y yo sabía que cada decisión que tomara podría ser la clave para desentrañar el misterio o el inicio de un desastre aún mayor. 

Sigui-NyonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora