Solo un sueño

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Desperté en mi cuarto, bañado en sudor frío. El débil resplandor del amanecer se filtraba a través de las grietas de la choza, llenando el espacio con una luz suave que contrastaba con la oscuridad de la noche pasada. Me senté en la cama, intentando despejar la bruma de confusión que nublaba mis pensamientos. La experiencia de la noche anterior resonaba en mi mente, no como un simple sueño, sino como una visión vivida, perturbadora y real.

Me levanté con dificultad y me dirigí al pequeño rincón donde Awa solía dejar el desayuno. Hoy, había un cuenco de arroz y una taza de té humeante. Me senté a la mesa, intentando calmar el temblor en mis manos mientras comía en silencio. La aldea, a primera vista, parecía tranquila y normal, como si la aterradora ceremonia del Sigui-Nyon hubiera sido solo un mal sueño. Sin embargo, el recuerdo de esa visión persistía en mi mente, como una sombra que se negaba a desaparecer.

Con el sol bajo en el horizonte, lanzando una luz dorada sobre los aldeanos que hacían sus tareas diarias con una calma contrasta con la tensión de la noche anterior. Me acerqué a un grupo de niños que jugaban cerca y les pregunté sobre la ceremonia, pero solo me miraron con curiosidad, sin comprender el significado de mis preguntas.

Con el corazón latiendo rápidamente, me dirigí hacia la casa de Awa. Necesitaba respuestas, necesitaba saber si todo lo que había vivido era real o simplemente una alucinación febril. Al llegar, Awa salió a recibirme, su rostro mostrando una preocupación que no había notado antes.

—Alex, me alegra verte despierto —dijo Awa, colocando una mano reconfortante en mi hombro—. Has tenido fiebre durante la noche y estabas diciendo cosas sin sentido.

Sentí un nudo en mi estómago. ¿Podría ser que todo lo que había experimentado fuera solo un sueño inducido por la fiebre? Miré a Awa, buscando alguna señal de que compartiera mis recuerdos o entendiera lo que había presenciado.

—Awa, ¿qué pasó con la ceremonia de anoche? —pregunté con cautela, intentando mantener la calma. Awa frunció el ceño, sacudiendo la cabeza ligeramente.

—¿Ceremonia? ¿De qué hablas? No hubo ninguna ceremonia anoche, Alex. Te encontramos con fiebre alta, delirando sobre un bastón y una maldición. Te llevamos a casa para que pudieras descansar.

Las palabras de Awa me golpearon con fuerza, dejándome aún más confundido. ¿Cómo podía ser que todo lo que había experimentado hubiera sido solo un producto de mi mente febril? La visión del Sigui-Nyon, el bastón ceremonial, la maldición... todo parecía tan real, tan presente. ¿Y qué significaba esto sobre Awa y Bamba, quienes ahora conocían detalles de la ceremonia?

—Pero... —comencé a hablar cuando Awa me interrumpió con una mirada firme.

—Alex, debes descansar y recuperarte. Quizás tus visiones fueron solo un sueño inducido por la fiebre —dijo, intentando sonar tranquilizadora, pero su preocupación era evidente.

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, una sensación de inquietud no me abandonaba. Si todo había sido un sueño, ¿por qué se sentía tan real? Y si no lo era, ¿qué significaba eso para la maldición del Sigui-Nyon y el bastón ceremonial? ¿Y qué papel jugaba yo en todo esto?

Mientras Awa se alejaba para continuar con sus tareas, me quedé allí, mirando hacia los acantilados en la distancia. Las sombras de los acantilados parecían alargarse, envolviendo todo con un manto de misterio. La sensación de que algo no estaba bien persistía, como un eco persistente en mi mente.

El día transcurrió lentamente, y la aldea se sumergió en la rutina diaria. Sin embargo, no pude evitar sentir que había algo más, algo que no se podía explicar simplemente como un sueño. La ceremonia del Sigui-Nyon no podía haber sido solo una ilusión febril, y las palabras del espíritu seguían resonando en mi mente, insistiendo en que había una verdad aún por descubrir.

Esa noche, mientras el cielo se llenaba de estrellas, me encontré de nuevo inmerso en la ceremonia, aunque esta vez todo parecía diferente. Los aldeanos cantaban y danzaban con solemnidad, pero había una tensión subyacente en sus movimientos, como si esperaran el surgimiento de algo más oscuro. Observé a un aldeano que se destacaba entre los demás. Su comportamiento era torpe, y sus ojos evitaban los de sus compañeros, lo que me provocó un escalofrío. Sentía que algo terrible estaba por sucederle.

De repente, la voz del Sigui-Nyon resonó en mi mente, no como un susurro, sino como un rugido imponente.

—Alex —retumbó en mi cabeza—, este rito exige veneración, pero ese hombre trae consigo un aura de escepticismo. Su incredulidad es un insulto a la antigua alianza que mantenemos con las fuerzas que gobiernan este mundo. Su maldición será cruel y despiadada.

El aire se volvió gélido, y sentí cómo la realidad se desgarraba a mi alrededor. La visión del Sigui-Nyon, con sus ojos insondables y su presencia opresiva, había cruzado el umbral entre lo visible y lo oculto, arrastrándome hacia un abismo de desesperación.

—La maldición se cierne sobre él ahora. La oscuridad lo perseguirá, lo atormentará en sueños y lo arrastrará hacia la locura. No hay escapatoria. El bastón ceremonial, oculto por los aldeanos de abajo, es la clave para liberar o desatar la ira del Sigui-Nyon.

Las sombras y la niebla se espesaron a mi alrededor, y sentí que mis piernas flaqueaban. Caí de rodillas, mientras la penumbra se intensificaba, envolviéndome en un manto de terror y confusión.

—No hay vuelta atrás —susurró el Sigui-Nyon—. La elección está hecha. Ahora, enfrenta las consecuencias.

Desperté en mi cama, el sudor frío cubriendo mi piel. La realidad y la pesadilla se mezclaban, y la línea entre ambas parecía difusa. Miré a mi alrededor, intentando encontrar una explicación lógica a lo que había vivido. El sol de la mañana se filtraba por las grietas, y todo parecía normal nuevamente.

Awa y Bamba me encontraron sentado en la cama, con el rostro pálido y los ojos llenos de preguntas.

—Has estado hablando en sueños —dijo Awa, con preocupación—. Decías algo sobre un bastón y el Sigui-Nyon.

El nudo en mi estómago se apretó aún más. La realidad que experimenté se sentía demasiado concreta para ser solo una ilusión. Las advertencias del Sigui-Nyon y el misterio del bastón ceremonial no podían ser ignorados. Awa y Bamba se miraron, sus rostros llenos de inquietud.

Mientras observaba los acantilados, la sensación de que el Sigui-Nyon no había terminado conmigo me envolvía. La verdad, fuera lo que fuera, aún estaba por descubrirse, y la sombra de la maldición pendía sobre mí, una amenaza silenciosa que no podía ser ignorada. 

Sigui-NyonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora