La noche había caído con una densidad opresiva, envolviendo la aldea en un manto de sombras y un silencio perturbador. El cielo estrellado parecía una vasta tela negra salpicada de puntos de luz distante, como si el universo estuviera observando con ojos fríos e indiferentes. La brisa, antes suave y refrescante, ahora susurraba con un toque de urgencia inquietante, como si trajera consigo ecos de advertencias no dichas. Las llamas de la fogata central parpadeaban débilmente, proyectando sombras caprichosas en las paredes de barro de las chozas y creando un juego de luces y oscuridad que parecía cobrar vida propia.
Los aldeanos se habían congregado alrededor de la fogata, su murmullo era una mezcla de ansiedad y esperanza. Entre ellos, el griot anciano se destacaba, su presencia casi mística bajo la tenue luz del fuego. Vestido con ropas adornadas con cuentas y plumas, se movía con una dignidad que sugería una conexión profunda con el mundo espiritual. Su figura encorvada y su mirada profunda emanaban una sabiduría ancestral que contrastaba con la inquietud palpable de la noche.
Me acerqué al griot, sintiendo una mezcla de temor y anticipación. La incertidumbre de las desapariciones y la urgencia de encontrar el bastón ceremonial me habían llevado a buscar respuestas en el cántico que estaba a punto de ofrecer. Las palabras del griot prometían revelar algo esencial, pero también sabían esconderse en la neblina de lo enigmático.
El griot se sentó frente a la fogata en un pequeño taburete, rodeado de objetos sagrados: huesos, plumas, y cuencos con hierbas aromáticas que emanaban un aroma penetrante y casi intoxicante. Con un gesto ceremonioso, comenzó a cantar, su voz resonando con una profundidad que parecía vibrar en las entrañas de la tierra misma. Cada palabra que salía de su boca estaba cargada de un misticismo que no podía ser ignorado.
En el corazón del viento, bajo el cielo estrellado,
Se oculta el secreto de un futuro marcado.
Los ecos del pasado se enredan en la bruma,
Y la noche susurra con un lamento en la penumbra.Cuando la luna se oculta y el sol se despide,
Los niños del alba en la sombra se esconden.
Sus risas, ya marchitas, su llanto en la niebla,
Un velo de oscuridad, en la noche, se celebra.Los guardianes del umbral, de piedra y de tierra,
Aguardan el despertar, una era que aterra.
Los pasos de los ausentes resuenan en la brisa,
Marcando la senda de una nueva prisa.Cuando el caimán del río muerda la luna,
Y la serpiente en el bosque su canto murmura,
Las sombras se alzarán, las cadenas se romperán,
Y el destino de los niños con el silencio se hallará.Busca en el baobab el eco del lamento,
Donde el tiempo se desliza y el sueño es tormento.
En el corazón del árbol, el reflejo oscuro,
Revela el futuro, en un instante inseguro.Las palabras del griot flotaban en el aire, cargadas de una sabiduría ancestral y un profundo misterio. Cada línea del cántico parecía abrir una ventana a un mundo oculto, uno lleno de advertencias y acertijos que desafiaban mi comprensión. Las visiones evocadas por el canto se entrelazaban con mi realidad, distorsionando la línea entre lo que era real y lo que era producto de mi creciente inquietud.
En el corazón del viento y bajo el cielo estrellado, la atmósfera se tornó más densa, como si el mismo aire estuviera cargado de secretos oscuros. La mención de los "niños del alba" que se esconden en la sombra pintaba una imagen perturbadora de desapariciones inminentes. Las risas marchitas y el llanto en la niebla resonaban en mi mente como un presagio ominoso.
Los guardianes del umbral y los pasos de los ausentes evocaban una sensación de vigilancia constante, como si figuras invisibles estuvieran observando cada uno de mis movimientos. La imagen del caimán del río mordiendo la luna y la serpiente en el bosque creando su canto inquietante sugerían una conexión profunda entre los eventos naturales y la maldición que había desatado el caos en la aldea.
Buscar en el baobab se convirtió en una obsesión, una misión inminente. La figura del baobab, con su tronco majestuoso y sus raíces enredadas en la tierra, parecía ser el epicentro de una revelación crucial. El eco del lamento y el reflejo oscuro mencionados en el cántico prometían una verdad enterrada, una verdad que podría estar oculta en las entrañas del viejo árbol.
El silencio que siguió al cántico era tan denso como la oscuridad misma. Los aldeanos, absorbidos por la profundidad del canto, comenzaron a dispersarse lentamente, dejando un vacío lleno de ansiedad y preguntas sin respuesta. La atmósfera estaba cargada de una sensación de urgencia, como si el tiempo estuviera avanzando sin piedad y la verdad estuviera al alcance de la mano, esperando ser descubierta.
Awa, de pie a mi lado, me observaba con una mezcla de preocupación y determinación. La confusión y el terror que sentía se reflejaban en sus ojos, compartiendo la carga emocional de la búsqueda que se avecinaba. El baobab se alzaba en la distancia, su sombra oscura proyectada en la penumbra de la noche.
Mientras me dirigía hacia el baobab, el camino se volvía más tortuoso y sombrío. Las sombras parecían moverse a mi alrededor, y el viento traía ecos de antiguos susurros que hacían que cada paso se sintiera como un descenso hacia lo desconocido. El baobab se alzaba imponente, su tronco cubierto de grietas profundas y sus raíces extendidas como tentáculos de una criatura ancestral.
La búsqueda del bastón ceremonial y la verdad detrás de la maldición del Sigui-Nyon se había convertido en una carrera desesperada contra el tiempo. La conexión entre el cántico, el baobab y las desapariciones de los niños se había vuelto el enigma central de mi misión. Cada paso que daba estaba cargado de una creciente sensación de destino y desesperación. La noche parecía envolver todo a mi alrededor, y el baobab, con sus secretos ocultos, se erguía como el próximo desafío en mi búsqueda.
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Sigui-Nyon
HorrorCada sesenta años, en los remotos acantilados de Bandiagara en Malí, la misteriosa ceremonia Sigui reúne a los Dogón en un ritual de renovación y respeto ancestral. Pero este año, algo oscuro y antiguo se ha despertado. El antropólogo Alex, invitado...