Capítulo 23

751 92 10
                                    

—¿Tienes tiempo para hablar?

Charlotte conducía hacia el bufete; no había pegado un ojo en toda la noche. No sólo porque Rebecca la descubriera, sino también debido a que durmió en una cama que no era la suya. La noche anterior, cuando ella fue tras su mujer, con toda la calma del mundo, esta le pidió que se fuera al dormitorio de huésped. Ella esperaba gritos y reclamos, pero no fue así, por lo que aquello fue como recibir la más fuerte de las bofetadas. Sin pronunciar una palabra, tomó su almohada y salió del dormitorio.

Las horas previas se le hicieron interminables. Necesitaba hablar; se sentía entre la espada y la pared, y eso no le agradaba ni una pizca. La cuestión era que sólo podía desahogarse con una persona. Freen. Cuando le contara lo que había sucedido, la policía iba a querer matarla. Pero precisaba hablar con alguien, así que la llamó en cuando abordó su auto.

Buenos días para ti también —respondió Freen con un tono irónico. Se encontraba en el comando policial; se había apartado de sus compañeros para atender la llamada.

—Sar, en serio. Necesito verte.

La policía se puso en alerta. Algo serio sucedía para que su amiga la presionara para verse. En especial después que ella estuvo tratando de contactarla por varios días y no recibió respuesta alguna.

¿Qué pasa, Char?

—¿Tienes tiempo o no?

¿En este momento?

—Sí.

No. Estamos por salir a una redada.

—¡Maldición! —gruñó entre dientes la letrada. Conducía más rápido de lo habitual, pero era precavida.

Charlotte, ¿qué sucede? —cuestionó ya preocupada por la actitud de su amiga. La oyó suspirar fuerte en el teléfono—. No me digas que lo jodiste con Rebecca.

Ya la abogada veía venir el reclamo, los reproches, que no recibió en su casa.

—Sí —respondió porque sabía que tarde o temprano Freen se enteraría de todo.

¡Maldición, Charlotte! ¿Te volviste loca?

—No pude resistirme, uniformada.

Ya sabía yo que la rubia esa te haría caer tarde o temprano. Lo jodiste con Rebecca por una aventurera.

—¡No digas eso! —le exigió—. Engfa no es esa clase de mujer, ¿lo entendiste?

No, claro. Sólo es una mujer que se le regala a su jefa.

—Freen, no te permitiré que hables así de ella, ¿estamos?

Ya no se acaba la vida (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora