Capítulo 5

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Charlotte entró al apartamento queriendo arrancarse la ropa y meterse a la ducha; si bien las cervezas le ayudaron a relajarse luego del largo día en el bufete, se sentía cansada. Dejó el portafolio en un mueble del recibidor y se quitó el blazer del traje que vestía. Al llegar a la sala, percibió el delicioso aroma de vegetales asados. Sonrió por puro instinto, como cada vez que Rebecca la consentía, preparándole sus comidas favoritas. Apenas hablaron durante el día; sólo intercambiaron un par de mensajes de textos por cosas cotidianas. Sin embargo, llegar a su hogar y ser recibida de esa manera, la hacía tocar la felicidad con los dedos.

La letrada se fue directo a la cocina, donde el delicioso aroma la asaltó con mayor intensidad.

—Buenas, buenas —saludó con entusiasmo. Rebecca se giró, y le dedicó una amplia sonrisa.

—Buenas, abogada.

—¿Es aquí donde huele tan delicioso? —Charlotte se acercó a su mujer, la rodeó por la cintura y le dio un beso en los labios—. Porque si es así, podría quedarme por siempre aquí.

—Pues toma la llave y bótala, porque es aquí.

—Mmm... Tal vez lo haga —ambas rieron y volvieron a besarse. La abogada bajó las manos hasta posarlas en la zona pélvica de Rebecca—.

¿Cómo estás?

Ella rodeó las manos de Charlotte, sin dejar de sonreír. Sus ojos brillaron, era así cada vez que pensaba en el ser que crecía en su vientre.

—Estoy bien. Hoy llamé a la doctora. Tenemos cita en quince días.

—Lo anotaré en mi agenda.

—Perfecto —susurró y sonrió—. ¿Y freen? Creí que vendría.

—Nah, Tenía turno mañana —respondió, al tiempo que se alejaba de Rebecca e iba hacia el refrigerador—. Y yo estoy cansada —comentó sacando una botella con agua—. Fue un día duro. Resulta que tengo nueva secretaria.

Rebecca, que se había dado la vuelta para atender los vegetales que estaban en el horno, se giró otra vez.

—¿Y eso? ¿Tuviste problemas con Neung?

—No —respondió—. Su esposo tuvo un accidente, pero te lo explicaré durante la cena, ya quiero cambiarme.

—De acuerdo. Ya esto está casi listo.

—No me tardo —aseguró Charlotte, ya dirigiéndose hacia el dormitorio.

Y, ciertamente, no tardó demasiado; se duchó rápido y se enfundó en un pijama de seda. Después de cenar, quería irse directo a la cama. Regresar a lo cotidiano, luego de varios días de vacación, no era fácil. Sentadas en la mesa, disfrutando de unas calabazas asadas con brócoli crujiente, arándanos y almendras, ella le contó a Rebecca sobre su día en la oficina y el tiempo que tuvo que dedicar a darle indicaciones a su nueva secretaria.

Ya no se acaba la vida (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora