Capítulo 6

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Aló.

—Buenos días, uniformada —Charlotte saludó a Freen mientras conducía hacia el bufete. Había salido de casa con la frustración a tope y la preocupación respirándole en la nuca por la situación de la mañana con Rebecca.

Buenos días, abogada.

—¿Nos bebemos un café? ¿Qué es ese ruido? —cuestionó Charlotte, frunciendo el entrecejo por el molesto ruido que oía de fondo en la comunicación.

Me traslado en una moto. Estamos en un operativo —explicó—. ¿No es tarde para ti para un café? —Freen conocía demasiado bien a la letrada.

Charlotte torció la boca.

—Sí. Llegaré tarde a la oficina. Hubo un breve silencio en la línea.

¿Sucede algo? —preguntó la policía.

—No, exactamente. ¿Es peligroso ese operativo? —quiso cambiar el tema.

Un poco. Esperamos controlar bien la situación.

—¿Llevas chaleco?

Por supuesto.

La abogada respiró hondo cuando un halo de preocupación por su amiga se sumó a la que ya sentía por Rebecca. Nunca le gustó la profesión que Freen eligió.

—Ten cuidado, Sar.

Siempre.

—Escríbeme cuando hayas terminado tu misión.

De acuerdo. Cambio.

Charlotte sonrió por la manera como su amiga solía terminar las llamadas entre ellas. Tomó aire otra vez; tendría que hallar el modo de sobrellevar el día, sólo esperaba no tener que perder demasiado tiempo con su nueva secretaria.

***

—Oye, concéntrate.

Heng, el compañero de Freen, acababa de notar su distracción mientras escuchaban las indicaciones de su superior para llevar a cabo el operativo que, si se salía de control, resultaría peligroso y los enfrentaría a una temida banda de delincuentes de Caraballeda.

—Lo estoy —le aseguró ella en voz baja, no quería llamar la atención de su superior.

El comando de motorizados uniformados se había apostado a escasos metros de la casa donde se suponía se escondían los integrantes de la banda; estaban fuera de su vista, pero cualquier movimiento, podría alertarlos de su presencia.

—No lo pareces.

Freen miró de reojo a su compañero. Heng era mucho más alto que ella, de rostro cuadrado, mirada dura y temible. Poseía el perfil perfecto de lo que era ser un policía, pero tenía un defecto; no era empático con el resto de las personas. Solía sacar provecho de todo lo que podía; a veces cruzaba ciertas líneas. Ella no estaba de acuerdo con su conducta, ni la de la mayoría de sus compañeros, ni las justificaba, pero no era un tema por lo que pudiera hacer algo para cambiarlo. Se conformaba con no manchar su uniforme.

Ya no se acaba la vida (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora