Capítulo 24

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A Ayato se le podía ver con una mirada llena de nostalgia. Thoma sabía que echaba de menos a sus padres como hacía su hermana, pero en aquel momento, no era dolor lo que notaba en su señor. Era añoranza por todos aquellos momentos que habían pasado y que los habían hecho ser los hombres que eran en aquel momento.

–Pero hay un recuerdo que amo por encima de todos... –la voz de Ayato se dejó escuchar de nuevo.

–¿Y cuál es ese? –el amo de llaves creía saber cual era, al menos, el saber lo que su amo sentía por él, pero quería escucharlo de sus propios labios.

–El momento en el que estuve seguro que me había enamorado de ti...

El padre de los Kamisato había fallecido por enfermedad y la madre le siguió poco después. Ayato había pasado de ser el príncipe mimado, como muchos decían, a ser el pobre diablo que tenía que sacar adelante un clan que estaba al borde del colapso, el joven sin futuro del que todos sus rivales políticos se burlaban. Sin olvidar que tenía una hermana menor a la que debía seguir cuidando y que creciese en un buen entorno para convertirse en lo que debía. Lo que no sabían, es que estaban cayendo en un error, porque con el tiempo, Ayato demostró que todos se equivocaban. Con valentía, sagacidad y con métodos ingeniosos, Ayato honró a su clan como heredero, evitó que cayera en desgracia y consolidó su posición. Deshaciéndose de la gran carga de trabajo y de todas las artimañas y tramas que tenían contra él.

Lo que nadie esperaba sucedió. El heredero de los Kamisato estaba haciendo ver lo mucho que valía. Lo que nadie se imaginaba es que él, siempre tenía a dos personas detrás que lo ayudaban cuando estaba desbordado. Su hermana menor y su amo de llaves, ellos siempre estaban allí cuando el joven ya no podía más, pero había un momento en especial con Thoma que recordaba siempre.

El joven amo se encontraba solo en su despacho, había tenido mucho trabajo, había comido porque Thoma le había llevado la comida y se había quedado allí con él, sabedor que, si lo dejaba a solas, no iba a alimentarse por seguir trabajando. Ayato había terminado, pero estaba exhausto. ¿Cómo lo hacía su padre? ¿Cómo podía llevar todo aquello sin volverse loco?

Sus ojos se detuvieron en la visión que había encima de la mesa, su visión, la que había recibido una noche tras una de las conversaciones que tuvo con su padre poco antes de su fallecimiento. La acarició con la yema de los dedos mientras todos los recuerdos entraban en su mente como un torbellino. Recuerdos que acabaron por hacerle entrar en un estado de tristeza en el que sus lágrimas no tardaron en caer por sus pálidas mejillas. Estaba solo y no quería preocupar a nadie.

Lo que él no esperaba es que su amo de llaves y mejor amigo, siempre atento a él y a sus necesidades, entrase en su despacho, viendo rápidamente el estado de su amigo.

–¡Ayato! –se asustó al verle y no dudó en correr hacia él. –¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien? –Thoma pudo ver entre las manos de su joven señor, la visión Hydro que los dioses le habían entregado... eso le hizo saber al momento lo que le estaba pasando.

Al saber que estaban solos, y que había cerrado la puerta, Thoma se sentó al lado de Ayato y, sin pensárselo dos veces, envolvió el cuerpo del joven amo con sus brazos, abrazándolo de aquella manera que pocos sabían que ocurría entre ambos.

–Llora todo lo que necesites, Ayato... conmigo estás a salvo –Thoma sabía que tenía que ser la roca en la que su señor pudiese recostarse siempre que no pudiese seguir por sí solo.

–No puedo más, he levantado un clan al borde del desastre, lucho todos los días para que todos estén bien y para que todo siga su curso... temía qué ibas a hacer si el clan no conseguía levantarse –el llanto le impedía hablar con la solemnidad de siempre, pero no era necesario estando con Thoma.

Al escuchar las últimas palabras, Thoma frunció levemente el ceño y lo miró.

–¿Qué iba a hacer? Estar a vuestro lado, Ayato. Seguir a tu lado y al de Ayaka, mi juramento es con el clan y con vosotros. Para mí, los importantes sois vosotros dos... nunca os habría abandonado. –En ese momento, Thoma agarró su rostro e hizo que lo mirase mientras le secaba las lágrimas. –Escúchame Ayato, junto con Ayaka, eres la persona más importante de mi vida, daría mi vida por vosotros. Pondría mi vida en tus manos, Ayato. Mi lealtad está a ciegas contigo por y para siempre, siempre voy a darlo todo para que esa sonrisa que ilumina mis días se dibuje en tu rostro todos los días hasta que mi vida decida que es hora de acabar. Hasta ese momento, déjame estar a tu lado. –Apoyó su frente con la de Ayato, un movimiento quizás demasiado íntimo para algunos, pero a ellos no les importaba... estaban solos y nadie les iba a molestar.

–Todos y cada uno de esos días, Thoma... no te quiero lejos de mi vida –Ayato abrió los ojos, sus orbes púrpuras claro encontrándose con los orbes verdes del contrario.

Se quedaron en aquella posición, Ayato había notado que las cosas entre Thoma y él habían cambiado. Poco a poco, sin que pudiese percatarse, pero él lo había hecho. Cada vez estaban más unidos, compartían más cosas y Ayato se acababa de dar cuenta de una cosa... se había enamorado de su amo de llaves.


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