Capítulo 21

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Todo el mundo había desaparecido para ellos. En el mismo momento en el que sus labios estaban unidos, no existía nadie más, solo ellos dos. Sus labios no se separaban, no hasta que a los dos chicos les faltó el aliento, se separaron a regañadientes como si les costase hacerlo. ¿Cuándo habían cambiado los sentimientos de ambos? Los dos buscaban las respuestas.

–Creía que esto no iba a pasar jamás, no recuerdo el momento en el que te vi como algo más que mi señor y mi mejor amigo. Al principio, estos pensamientos y sentimientos que empezaban a nacer me asustaban, pero poco a poco... los fui aceptando, aunque no me atrevía a decírtelo –Thoma estaba siendo totalmente sincero en aquel momento, hacía tiempo que tenía esos sentimientos en su interior y no los había externado por miedo al rechazo de su señor.

–Me sucedió algo parecido, Thoma. Siempre has estado a mi lado, siempre has sido mi mejor apoyo en todo, una persona a la que le podía contar todo sin miedo a ser juzgado –Ayato fue el que tomó la iniciativa y colocó su frente contra la del chico cerrando los ojos. –Todo el tiempo juntos, sirvió para que me enamorase de ti, aún sin darme cuenta, mi destino estaba a tu lado desde el primer momento en que pusiste un pie en el hogar de los Kamisato. Recuerdo aquel día como si fuese ayer.

Era un día tranquilo, los hermanos Kamisato jugaban tranquilamente en los jardines de la hacienda, sin saber que ese día su vida cambiaria para siempre. Su padre había salido temprano, diciéndoles que debía recoger a alguien en el puerto.

Volvió pasado un tiempo, un chico rubio de ojos verdes iba detrás de él, observando todo como si fuese la primera vez que lo viese, por sus ropas estaba claro que no pertenecía a Inazuma.

–Ayato, Ayaka, venid un momento, por favor –dijo el hombre con voz amable, colocando una mano con delicadeza encima del niño desconocido.

Los hermanos, seguidos por su madre, no tardaron en obedecer a su progenitor y acudir raudos y veloces a su encuentro. Los ojos de ambos se abrieron de sorpresa al ver al niño.

–Ayato, Ayaka, os presento a Thoma, en el futuro será nuestro amo de llaves y cuidará de vosotros, espero que lo hagáis sentir bienvenido y uno más de la familia.

La sonrisa infantil de Ayato no se hizo esperar, con su hermana detrás de su espalda, se acercó al llamado Thoma, se le notaba cohibido y algo asustado por el giro que seguramente había dado su vida.

–Encantado de conocerte, Thoma. Mi nombre es Ayato y ella es mi hermana menor, Ayaka –dijo presentándose de la manera en la que su padre le había enseñado. –¿De qué nación eres? Esa ropa no parece de Inazuma.

Sin que los menores se diesen cuenta, sus padres se alejaron dejando que ellos mismos lidiasen con la incorporación de Thoma.

–Soy de Mondstadt, será un honor servirles a ambos –dijo con respeto, haciendo una reverencia como siempre le habían enseñado.

Los ojos de la menor brillaron de emoción cuando dijo que venía de tan lejos. Desde muy joven, Ayaka ya amaba la idea de poder viajar por todo Teyvat, todos pensaban que sería pasajero, pero al contrario de lo que pensaban... eso solo se había intensificado con la edad.

–Por favor, queremos que seas parte de nuestra familia, eres tan joven como nosotros y podemos ser grandes amigos. Te enseñarán tus futuras funciones, pero yo mismo le diré a mi padre que tu educación sea parecida a la nuestra –Ayato estaba seguro de que aquel chico iba a ser parte de sus vidas. Además, sabiendo el amor de Ayaka por lo que había fuera de Inazuma, quería que el niño saciase su curiosidad.

–No quiero ser una molestia, señ... –Thoma fue interrumpido cuando Ayato negó suavemente con la cabeza.

–No me trates de señor, a mi hermana tampoco, vamos a ser amigos y podemos tratarnos con más confianza. Ayaka, ¿te parece bien que Thoma sea educado con nosotros? –la mencionada, miró a su hermano y luego a Thoma, decidiéndose a salir de la espalda protectora del mayor.

–Me parece una idea estupenda, Ayato. Quiero que eso se haga realidad, los tres vamos a ser grandes amigos –por fin se había animado a ser una más en la conversación, la mirada de ambos hermanos conectó y sonrieron de forma traviesa.

Sin aviso previo, cogieron ambas manos de Thoma, una cada uno y tiraron de él para irse corriendo a ver a su progenitor. Thoma iba a ser uno más en la familia y de poco servían los tímidos reclamos del rubio, ya estaba decidido. Y esa fue la primera vez que las manos de Ayato y Thoma se unieron... quizás, para no volver a separarse.


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