Capítulo 36

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Llevaban un tiempo de viaje. Ayato no quería llegar, no odiaba Inazuma, amaba su nación y le encantaba cuidarla, pero algo en la urgencia de la carta le avisaba que lo que le esperaba allí, no le iba a gustar. Por eso, llevaba todo el viaje deseando no llegar y haciéndose a la idea de que iba a tener que enfrentarse a ellos.

Un miembro de la tripulación, ya había avisado de que llegarían pronto a Inazuma. Ya todos habían recogido sus cosas cuando Thoma entró de nuevo en el camarote de Ayato, prácticamente habían pasado más tiempo juntos que separados.

–¿Cómo estás? –dijo el amo de llaves sentándose al lado del chico.

–Nervioso –dijo poniendo su mano encima de una pierna de su chico, sintiendo como él se la apretaba.

–Tranquilo, estaré a tu lado –estaba seguro de que no se iba a separar de él. –No importa lo que tengan que hablar contigo, lo harán conmigo a tu lado.

–No podría hacer ni la mitad de las cosas que hago sin ti –la sonrisa en ambos no se hizo esperar, pero se separaron en cuanto escucharon unos golpes en la puerta.

–Hermanito... ¿puedo entrar? –la voz de Ayaka se notaba preocupada.

–Claro, entra –en cuanto vieron el rostro de la pequeña de los Kamisato, vieron que estaba demasiado preocupada y dejaron un espacio entre ambos para que ella se sentase allí, siendo abrazada por ambos al sentarse.

–¿Qué te preocupa, Ayaka? –la voz calmada de Ayato llegaba atenuada por tener sus labios contra la cabeza de ella.

–Tengo miedo de lo que te pueden decir... es demasiado extraño que te reclamen con tanta urgencia –no se podía negar que aquello le afligía.

–Tranquila, mientras estemos todos juntos todo irá bien –Thoma fue el que tomó el turno de palabra, acariciándole la espalda.

Los tres se abrazaron con fuerza, se querían y siempre habían estado juntos, nunca se iban a alejar ninguno de los otros.

–Os quería pedir algo más –la chica no se alejaba del abrazo, pero los dos lo hicieron para poder mirarla.

–¿Kazuha podría venir con nosotros? –sus mejillas se colorearon de un leve color rojo al decirlo.

–Te sientes tranquila con él, ¿verdad? –no lo parecía, pero Ayato se había fijado en su hermana cada vez que el samurái estaba cerca.

–La verdad es que sí, me da una calma que no encuentro muchas veces... –la verdad es que ella no tenía secretos con él y les contaba todo.

Los dos chicos se miraron por encima de la cabeza de la chica sonriendo con ternura, quizás lo que necesitaba era al chico. Kazuha llevaba tanto tiempo lejos de toda la locura de los clanes que era lo que ella necesitaba.

–Si él quiere, no tengo problemas con que venga con nosotros –el mayor sonrió y eso hizo que la sonrisa de su hermana apareciese.

–Gracias hermanito –la chica le besó la mejilla y se levantó para ir por el samurái, lo que ellos no se dieron cuenta es cuando, antes de salir de allí, ella los miró y sonrió con ternura, había algo entre ellos que había cambiado y le encantaba.

Salió a cubierta, buscando a Kazuha con la mirada. Le gustaba estar en sitios altos y lo encontró rápidamente, se acercó hasta allí.

–Kazuha, ¿podemos hablar? –el chico la miró y le sonrió.

–Por supuesto –bajó de un saltó a su lado y le tendió el brazo para que se agarrase. –Ven, acompáñame.

Ayaka se agarró a él para caminar hasta la proa donde estaban solos y se giró hacia ella.

–Ya estamos más a solas, ¿qué ocurre? –dijo el samurái mirándola, dejándola que hablase tranquilamente.

–Estamos a punto de llegar a Inazuma, ¿vendrías con nosotros? –las manos de la muchacha no dejaban de jugar entre ellas esperando la respuesta de Kazuha.



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