Capítulo 25

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Al acabar de escuchar a la persona que amaba, Thoma no pudo evitar sonreír. Los dos se habían ido enamorando poco a poco, pasando de la amistad al amor lentamente, sin darse cuenta.

–Qué curioso... –las palabras de Thoma hicieron que Ayato se separase un poco y lo mirase a los ojos. –Fue el mismo momento donde yo me di cuenta que estaba enamorado.

Ayato sonrió al escucharlo. Estaba claro que estaban destinados a estar juntos y nadie lo podía negar.

–Si lo hubiese sabido antes, hubiese dicho las cosas antes... aunque pensándolo bien... quizás me hubiese costado, eres tú el más extrovertido de los dos –Ayato sonreía sin poderlo evitar. –Thoma, no creo que los demás tarden en llegar, pero quiero... –llevó su mirada a los labios de su chico.

–Entiendo... –Thoma no esperó más, lo abrazó por el cuello y juntó de nuevo sus labios. Le hacía gracia que su chico hubiese sido el primero en besarlo y ahora incluso le parecía pedir permiso.

Las manos de Ayato bajaron hasta la cintura de Thoma, pegándolo a su cuerpo y disfrutando del sabor de sus labios, los cuales lo volvían completamente loco. Se besaron sin separarse hasta que su propio cuerpo les pidió respirar.

–Sé que esto va a ser difícil, pero no quiero que te alejes de mí, Thoma –dijo mirándolo a los ojos, apoyando su frente contra la contraria.

–No voy a hacerlo, nunca lo hice y no empezaré ahora, ¿me escuchas? –dijo mirándolo a los ojos. –Te amo desde hace demasiado tiempo y ahora puedo estar contigo, me gustaría poder gritarlo a los cuatro vientos, aunque sé que eso no puedo hacerlo, pero me quedaré a tu lado.

Esas palabras llegaron al corazón de Ayato. Odiaba no poder decir a todo el mundo que amaba a su amo de llaves y que quería vivir a su lado. ¿Ayaka lo aceptaría? ¿Y el viajero? Estaba casi seguro de que su hermana jamás tendría problemas con ello, los amaba a ambos y solo quería verlos felices. El viajero... ¿y si aquella conversación que habían tenido era una muestra de que el chico siempre aceptaría algo que ellos decidiesen? Eran demasiadas cosas que pensar en un momento. Por eso, Ayato decidió no pensar más en eso y disfrutar del tiempo a solas que le quedaba con Thoma.

Tiempo que se terminó demasiado pronto en su opinión, aunque se tenía que decir que a cualquiera de los dos, pasase el tiempo que pasase, les parecería poco.

–¡Hermano, Thoma! –la dulce voz de la más joven de los Kamisato rompió el silencio y la pareja se separó rápidamente.

Thoma miró alrededor y pudo ver como sus compañeros se acercaban. Le tendió la mano a Ayato para poder bajar juntos y, como eso era normal en ambos, a nadie le parecería extraño.

A los pocos segundos, ya estaban todos juntos de nuevo.

–¿Te gustó el lago, Ayaka? –preguntó Ayato, siendo el hermano mayor que siempre había sido.

–¡Mucho! Es hermoso, tendrías que verlo –los ojos de Ayaka brillaban con la emoción que emanaba de ella.

Ayato sabía dos cosas, amaba a su hermana y amaba a Thoma y siempre lo haría todo por verlos felices.

–¿Entonces os apetece dar un paseo por la Costa del Halcón? –fue Kazuha quien habló en ese momento. A la nueva pareja no se le pasaba por alto lo muy cerca que se mantenía siempre de Ayaka y eso los hacía sonreír. No querían que las cosas corriesen demasiado porque los dos jóvenes se acababan de conocer, pero era algo que les gustaba.

–Claro, quiero que todos disfrutéis de lo hermosa que es mi nación –Thoma estaba sonriendo sin poderlo evitar, al igual que Ayato, y vio como el propio Aether los miraba, parecía que les podía leer lo que había pasado en su propio rostro.


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