Capítulo 31

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Las caras largas de Ayaka y Thoma, dejaban evidenciar que ninguno de los dos estaba feliz con aquello. Una carta desde su nación no era algo que les hiciese gracia... lo peor es que Ayato aún estaba reunido.

–No podemos leerla sin que mi hermano esté presente, ¿verdad? –Ayaka rompió el silencio mirando al amo de llaves.

–No, va dirigida a Ayato y debemos respetarlo. No en vano es el jefe del Clan Kamisato –Thoma pudo ver como el gesto de Ayaka se contraía. –Me gusta tan poco como a ti... pero no debemos hacerlo.

Aether ni siquiera se atrevía a hablar, mucho menos el propio Kazuha. Tras unos minutos, que parecieron interminables, la puerta del salón donde Ayato y Diluc se habían reunido, se abrió y ambos salían por ella estrechándose la mano con una sonrisa, aunque la de Diluc era mucho más pequeña que la del peliazul.

–Entonces la asociación entre Inazuma y el Viñedo del Amanecer queda cerrada –dijo Diluc tan solemne como siempre.

–Intentaré reunirme con la Shogun Raiden para conseguir que toda Inazuma disfrute de tu vino –Ayato no estaba demasiado contento como para reunirse con ella, pero Aether solo podía pensar que, si conociesen a Ei, cambiarían de opinión.

Thoma los miraba como todos los demás, una pequeña sonrisa se le dibujaba en sus labios, adoraba ver a Ayato tan desenvuelto, pero a los pocos segundos, recordó la carta en las manos de Ayaka y la sonrisa desapareció.

Cuando Ayato se giró para verlos con una sonrisa, esta se congeló en sus labios al ver el rostro de las dos personas que más amaba en el mundo.

–¿Qué ocurre? –se acercó unos pasos hasta ellos, pero se detuvo al ver la carta en las manos de su hermana... solo podía ser una cosa.

–¿Es de...? –no podía, o no quería acabar aquella frase, no cuando la libertad de todos dependía de ellos... o, mejor dicho, la suya.

–Sí, es una carta del Consejo –Ayaka le tendió la carta y este se sentó en medio de ambos para poder leerla.

El silencio se instaló, ninguno hablaba. Kazuha seguía con la mirada clavada en Ayaka, Thoma y Ayato mientras que Aether se distrajo un momento cuando Diluc se acercó a él.

–Aether, ¿dónde está, Kaeya? –dijo preocupado, quizás, porque el peliazul hubiese escapado, de nuevo, mientras él estaba reunido.

–Está en su habitación –el viajero levantó una mano para colocarla en el hombro de Diluc para detenerlo al ver que quería subir las escaleras. –Está descansando, déjale solo un poco... después, quizás, él mismo baja a hablar contigo.

Diluc miró a los ojos ambarinos del chico que venía de otro sitio, otro sitio que no era Teyvat, pero que había hecho amigos en cada nación. Aquel que, sin ser del mismo sitio, había creado un pequeño hogar en cada nación que visitaba.

–Está bien... –Diluc respiró hondó y apoyó su cuerpo contra una de las paredes, colocando el pie contra ella y cruzando sus brazos mirando a sus invitados.

Los dos hermanos y Thoma, ya habían acabado de leer la carta, ninguno de ellos se movía. Aunque los tres restantes que los miraban, jurarían que el color había abandonado sus rostros... parecían lívidos. Algo que hizo preocupar a Kazuha y Aether. El último se acercó unos pasos hasta colocarse al lado del samurái, mientras él se inclinaba hacia ellos preocupado.

Los dos pensaban en qué noticia podría haberles hecho perder el color del rostro, una noticia sobre la familia era imposible porque sus padres habían muerto hacía tiempo y lo mismo con los de Thoma... ¿entonces qué estaba ocurriendo?

Los dos se miraban, temiendo el preguntar e, incluso, parecían preguntarse quién debería preguntar lo que estaba pasando a los tres habitantes de Inazuma.

–Chicos... ¿hay algún problema? –dijeron ambos, al final, haciendo que los hermanos Kamisato y Thoma por fin reaccionasen y los mirasen.

–Nos ha llegado una carta del Consejo... quieren que volvamos a Inazuma y me reúna urgente con ellos... quieren hablar sobre el futuro del Clan Kamisato en Inazuma.


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