Capitulo 21

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“El amor es una llama que arde dentro de nosotros y nos da fuerza para seguir adelante.”

                                                                                                                              Jane Aunsten

06 de agosto del 2022

Hoy hago trece días trabajando con Abdi, últimamente notaba que el negocio no iba bien y Abdi cada vez se notaba más desanimado.

—Hola Abdi —le dije cuando entre al negocio para trabajar—.

—Hola Ackeli —dijo Abdi seriamente y eso me preocupaba—.

No quería mencionar el tema del negocio, entonces me esforcé mucho para verlo sonreír. De pronto escuché un sonido chistoso, y luego me di cuenta que era un ferrete, que es un instrumento de percusión hecho de metal perteneciente al grupo de los idiófonos porque el sonido resultante es fruto de la vibración del metal tras ser golpeado con una varilla de acero.

—Buenas tarde señor —saludo Abdi al señor que tocaba ese instrumento—.

—Buenas tardes joven Abdi —le dijo el señor— ¿No va a querer hoy obleas?

—Ackeli. ¿Quieres? —me preguntó Abdi mientras me veía a los ojos—.

—No gracias —le dije a Abdi—.

—Deme un paquete de los tubitos de oblea por favor —le dijo Abdi al señor—.

—Si joven tenga, son veinte pesos —le dijo el señor a Abdi—.

Abdi le pago y el señor se fue.

—Abdi. ¿Qué es eso que comes? —le pregunte a Abdi—.

—Son tubitos de oblea —dijo él mientras los comía lentamente—.

—No sé que es eso, nunca los he comido —le dije seriamente mientras lo miraba a los ojos y si me conocía sabría que quería que me compartiera uno—.

—¿Y por qué hace rato no me pediste unos para probarlos? —me dijo Abdi—.

—Porque no sabía que vendía el señor que estaba tocando ese triangulo —le conteste a Abdi molesta—. Además aún no se que hace ese señor.

—¡Ay Ackeli! —dijo Abdi riéndose— te explico, hay unos señores que venden como obleas de trigo aplanadas o en forma de tubitos en unos botes de plástico y van tocando un triángulo por las calles.

—¡Hash! —expresé apenada— con que eso era.

—Ten, pruébalos, saben muy ricos —dijo Abdi mientras me ofrecía comer tubitos de oblea—.

Lo probé y sabía muy rico, tanto que me los empecé a comer sin notar que Abdi me estaba mirando y se estaba riendo.

—¿De que te ríes? —le pregunte a Abdi—.

—Ay Ackeli, es que te vez tan tierna cuando comes algo nuevo y te gusta mucho —dijo Abdi sonriendo—. Eres una chica muy linda.

—Ya Abdi, no digas esas cosas mientras trabajamos —dije tratando de no sonrojarme—.

Abdi se acercó hacia mi tan rápido que me robó un beso, me puse tan roja de mi cara que me escondí pero Abdi lo notó y me sonrío. Y ahí estaba él, sonriendo como siempre, sonriendo como tanto me gustaba.  

17 de agosto del 2022

Los hombres son humanos no robots,

Los hombres también sienten,

Los hombres lloran.

                                            Ackeli

Abdi había hablado conmigo, su proyecto emprendedor había fracasado y con él todas sus expectativas de lo que quería ser. Había conocido a Abdi en su mejor momento, cuando el ya estaba bien, iba al gimnasio que lo ayudó bastante y hacia lo que siempre le gustaba.

Pero ahora todo era diferente, nunca había visto a Abdi tan triste y deprimido, fui a su casa para ver si se encontraba bien.

—Hola Abdi —le dije mientras lo abrazaba—.

No pregunte cómo estaba porque era estúpido preguntar cuando claramente no estaba bien. Abdi me abrazo tan fuerte que no quería soltarme, entramos a su casa y me dirigí a su habitación.

Al entrar a su habitación me di cuenta que todo era un desastre, tenía todo totalmente desordenado y a oscuras.

—¿Ya comiste algo Abdi? —pregunté seriamente—.

—No Ackeli, no tengo hambre —dijo con cierto aire de tristeza y desesperación—.

—Pero debes de comer Abdi, por favor —le pedí a Abdi— tienes que cuidarte.

Jamás había visto a Abdi tan deprimido, no sabia que hacer y lo único que Abdi hacia era abrazarme. Nos acostamos en su cama y lo abrace , escondió su rostro de mi y comenzó a llorar, me partió el alma escucharlo y no saber que hacer, era la primera vez que veía llorar a Abdi.

—Abdi. ¿Hay algo que quieras hablar? —pregunté mientras pensaba si él quería desahogase o simplemente quedarse callado—.

Abdi no dijo nada, solo lloraba y lloraba, no podía hacer nada más que estar ahí para él, lo escuché llorar y el sabía que podía confiar en mí, en ese momento entendí muchas cosas, entendí la contrariedad que llevaba en mi vida, el como mi padre me pegaba cada que lloraba y el como decía que llorar era para débiles, entendí que llorar no era muestra de debilidad, era más bien confianza, Abdi lloro conmigo y cuando terminó de hacerlo siguió adelante.

Ackeli y las marcas en su memoria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora