Capitulo 2

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-¡Soldado!-grité al muchacho, cuyo rostro pálido mostraba una mezcla de miedo y determinación mientras se acercaba corriendo. Tenía cara de muerto en vida.

-¡Sí, mi general!- respondió entre sollozos y voz entrecortada.

-¡Su nombre soldado!- mi voz resonó sobre el estruendo de la batalla. Entre balas y garras.

-¡Atabex Vega, General, a sus órdenes!- grito, posicionando su mano en la frente.

Entre el caos y los disparos, veo al soldado Nouel.

-¡Nouel, acércate!- en medio de cuerpos tirados en la arena y enfrentamientos aun activos, Nouel cojeaba hacia nosotros, fusil en mano.

-!General Coa, ordene!- grito Rom Nouel, firme a pesar del tumulto.

-Necesito que subas a la montaña y le digas al emperador que debe irse, que corra hacia al noreste de la isla y que no mire atrás hasta llegar a la ciudad imperial. - digo apresurada, tomando bocanadas de aire para no perder la consciencia- ¿Cuánto tiempo crees que te tome subir la montaña hacia el campamento imperial?-

-Si nadie me detiene, unos 10 minutos mi General.- respondió Vega, mirándome con tenacidad.

-Te voy a comprar los 10 minutos, pero asegúrate no llamar mucho la atención. Cuando estes allá, diles a los otros que tomen toda la plata posible y que la arrojen al suelo. ¡Balas, anillos, monedas, demonios hasta pines! Que cubran toda la maldita montaña con plata, de extremo a extremo, imagínense rodear la costa. ¡Toma a dos más y muévanse, ya!- le empuje el brazo con fuerza para que entendiera que debía moverse con urgencia.

-¡Sí, mi General!- le escuche decir mientras se lanzaba nuevamente por el caos.

-Vega, sígueme- le ordené al otro. Mientras nos movemos por la playa, me aseguro de que Atabex quede siempre detrás de mí. Disparo a todo aquello hermoso e inhumano que se nos cruza, ganando la mayor cantidad de tiempo posible. Pasamos por un océano de cuerpos caídos en la arena, corriendo hasta llegar a un agrupado de palmeras donde nos podamos cubrir por unos minutos. En esos pocos momentos de seguridad, le digo

-Necesito que alertes a los otros que el campamento imperial fue atacado, y que tenemos que ir a rescatar al emperador.

-Pero, usted acaba de decir.....-

-¡No espero a que me entiendas, solo confía en mí!-interrumpo sus palabras porque ya sé lo que me va a cuestionar y el tiempo en estos momentos apremiaba-¿Tienes plata?-

-No me queda nada, General- es verdad, si las ultimas que le quedaban las aventó todas en su desesperación. Lo que posiblemente se convirtió en nuestra salvación.

-Pues reúne a unos cuantos soldados que si tengan. Que me esperen en la playa cuando todos los otros se hayan ido a defender el campamento. Ahora, cuando tú y los otros lleguen hasta arriba, y te pregunten por el emperador, di que el muy cobarde se escapó por el sur. Pero grítalo, con fuerza, Atabex, ¿sí? ¡Que todos te oigan! Humanos e Inmortales-le ordeno- ¿Confió en ti?- le tomo la cara entre las manos, buscando certeza en sus ojos. Este no es momento para dudas.

-¡Sí, General!- me grita a todo pulmón mientras sostiene sus manos entre las mías.

-¡Muy bien! ¡Ahora vete, y que no te maten en el camino!- Suelto su cara y veo como empieza a correr de vuelta a la playa. A medio camino, llamo su atención.

-¡Oye Atabex!-

Sus pasos se asientan y desconcertado voltea su mirada. Una mirada irónica, como si no le acabase de decir que se vaya corriendo.

-¡Vas a ser el puto héroe de esta guerra!-

Atabex se ríe como si fuese la primera vez en su vida riéndose, y lanza su puño al aire. Se reía con una energía renovada, con un objetivo definido. Concentrado y motivado, retoma su misión. Escucho sus gritos al aire, y sus compañeros empiezan a cantar con él.

-"¡El emperador está siendo atacado!"

-"¡Defendamos el campamento imperial!"

-"¡Por el imperio!"

Y así todos gritaban cantos similares. Cantos de lucha por su pueblo. Todos corrían hacia Karaia. Humanos e Inmortales. Con pies y con alas. Así como lo esperaba.

Luego de esperar unos minutos entre las palmeras, corro de vuelta a la orilla. Ahí me esperaba un grupo de 20 o 30 jóvenes, indudablemente todos traumados y ensangrentados, que se estremecieron al verme.

-¡Saquen toda su plata y arrójenla cerca de la orilla! ¡Cerca, pero no al mar! Debemos de hacer una línea de plata de extremo a extremo. Hay que rodear toda la costa con plata.- les ordeno con firmeza. El grupo a mi izquierda me miran todos desconcertados, cuando el grupo a la derecha comienza a gritar.

-"¡Rodeen la costa con plata!"

-"!Ya oyeron a la general, rodeen la playa!"

-"!Saquen toda su plata!". A pesar de ser una orden un poco extraña, todos los muchachos la siguieron.

Saque todas mis balas y las coloque en la arena. Lo suficientemente profundas para que no se movieran en caso de que la marea subiera un poco más. Me despoje de todos mis listones y condecoraciones que estaban atados a mi uniforme, todos que estuviesen hechos de plata. Ya daba igual, estaban hechos un asco con toda la sangre y la arena que les paso por encima. Tome los pines que sujetaban mi cabello oscuro en un moño, y los arroje. Los otros soldados me imitaron, deshaciéndose de toda su plata. Me sorprendió ver como algunos ya estaban alejados y al otro extremo de la costa.

La playa se convirtió en un mosaico de colores. Azul y verde y rojo y dorado. Y ahora, una fina línea de plateado rodeaba Playa Jaragua. Me detuve un momento para ver lo que estábamos haciendo. Estaba atardeciendo, y los rayos del sol en esa hora dorada hacían que los pedazos de plata resplandecieran como diamantes. Parecía el camino a una ciudad encantada, o el sendero hacia un tesoro perdido.

En ese momento, una risa escapo de mí. Los soldados a mi alrededor me miraban sorprendidos, no los culpo. Parecía toda una desquiciada, solo podía reír y llorar. ¿Qué persona se ríe en medio de una matanza? No sabían que esta era una risa de alivio. Una risa de agotamiento. Pero más que nada, una risa de esperanza por un futuro. Mi pueblo hace unas horas no tenía futuro. No éramos nada. Y ahí fue, en esa playa, donde nos convertimos en todo. Puto indomable espíritu humano. Sin poder creerlo, y lista para correr hacia la montaña, me dije en voz baja:

-Voy a ganar esta maldita guerra.

El presagio del ReyOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz