Capítulo 10: Desesperación II

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Narrador

Ran se había despertado descolocada ante un fuerte grito, conocía ese tipo de chillidos, era su padre gritando algo que no podía entender del todo, pero por su tono sabía que estaba burlándose de algo.

Al lado de su cama, estaba Sonoko durmiendo plácidamente con un antifaz de un gato. Se levantó bostezando, ella podía notar que seguía siendo de noche; pensaba volver a dormir cuando escuchó un fuerte portazo; al salir de su habitación notó a su protegido correr hacia un barandal en el cual vio a Ai Haibara siendo secuestrada y por eso mismo saltó hacia afuera, empezando una pelea con un hombre de trenzas; en la que a pesar del peligro, Ran se pudo defender aun cuando la amenazaban con un cuchillo y pudo darle una fuerte patada en el cuello a Pinga.

—¡No le hagas caso, vámonos! —exclamó Vodka, había encendido el auto y salido del parqueadero; Pinga dio media vuelta tratando de llegar al auto.

—¡Espera! —gritó la adolescente, yendo tras él.

Sin darse cuenta que alguien la apuntaba. —No sé quién eres, pero muere.

Esto es malo —pensaba Conan acelerado, corrió hasta Ran empujándola hasta el suelo contra un coche.

Una bala pasó por donde antes estaba Ran, hasta llegar al retrovisor destrozandolo.

—¡¿Qué fue eso?!

Y sin más el auto se fue.

—Conan-kun, iré a llamar a alguie...

—¡No puedes! —afirmó con fuerza, en un tono grave que poco usaba con ella. —¡No te muevas de aquí! —le exigió aputandose con el pulgar y luego a ella, que estaba arrodillada en el suelo. —¡Hasta que yo te indiqué!

Ran lo miró conflictuada, al sentir un eco en su forma de actuar y el tono de sus palabras, era tan parecido a Shinichi Kudo. —S-Si...

Edogawa tomó el retrovisor entre sus manos y siguió corriendo ocultándose entre los autos. Miró el reflejo del vidrio del retrovisor hacia el hotel deshabitado. —Son unos 200 metros —encendiendo la rueda que activa los zapatos. —Ahora, ¡corre! —gritó pateando con fuerza.

Chianti que vigilaba los movimientos, al ver a Ran moverse intentó disparar pero el retrovisor golpeó la pared al lado de Chianti, lo que la sorprendió.

—Maldición, ¿qué fue eso? —preguntó desconcertada.

—Bien —murmuró al ver que se marchaba de su posición.

Al instante en que notó que Ran estaba a salvo, el auto del profesor Agasa frenó frente a él.

—¡Shinichi, súbete! —al instante se subió, entrando por la ventanilla, no había tiempo y arrancó de inmediato.

Por otro lado, Ran corrió hacia la habitación de su padre. —¡Papá, despierta! ¡Es una emergencia! —gritó agitandolo bruscamente.

Hasta que al parecer lo logró. —Ran, por favor —dijo seriamente, mientras fruncía el ceño. —¡Otro caso más! —grito alegre, con las mejillas enrojecidas y volvió a dormirse.

La mirada desesperada de Ran fue reemplazada gradualmente por ir. —¡Cielos! —gruño enojada, golpeando con su puño a su padre en el estómago.

Era un caso perdido.

Conan

Revise la ubicación en mi teléfono, estaba temeroso y asustado; pero aún así aparte todo esos sentimientos tratando de concentrarme en la situación.

El submarino de hierro negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora