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Las campanas de la escuela resonaron, marcando el final de las clases por el día

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Las campanas de la escuela resonaron, marcando el final de las clases por el día. Los estudiantes salieron en tropel, ansiosos por dejar atrás los libros y deberes. Sin embargo, para Max, este era solo el comienzo de su momento favorito del día.

Se dirigió al salón de matemáticas, un lugar que ahora estaba casi vacío. Las luces del atardecer entraban por las ventanas, bañando todo con una cálida luz dorada. El profesor Checo estaba revisando unos exámenes, ajeno a la llegada de Max.

— Hola, profe — saludó él con una sonrisa.

Checo levantó la vista y le devolvió la sonrisa. — Hola, Max. ¿Cómo te fue en el examen de historia? —

— Creo que bastante bien. Gracias a sus consejos sobre cómo estudiar, pude memorizar casi todo — respondió Max, acercándose y tomando asiento en una de las sillas cercanas.

Checo asintió, satisfecho. —Me alegra oír eso. Siempre supe que tenías un gran potencial —

Max sintió un cosquilleo en el estómago. La admiración que sentía por su profesor de matemáticas y entrenador de fútbol había crecido con el tiempo, convirtiéndose en algo más profundo y complejo. Cada vez que él lo elogiaba, pasaba el tiempo con él o tomaba su cuerpo entre sus manos, su corazón latía más rápido. No podía evitarlo, estaba obsesionado

— ¿Qué planes tiene hoy para el entrenamiento de fútbol? —preguntó, intentando sonar casual.

Checo sonrió y se recostó en su silla — Nada muy complicado, solo algunos ejercicios de resistencia y práctica de jugadas. ¿Te gustaría unirte? —

Max asintió entusiasmado. Se levantó y tomó una pelota de fútbol que estaba en una esquina del salón, comenzando a hacer malabares con ella. Durante varios minutos, hablaron de tácticas y estrategias, la conversación fluyendo tan naturalmente como el juego.

Después de un rato, Checo hizo una pausa y lo miró con curiosidad — Max, he notado que pasas mucho tiempo aquí, incluso después de clases. ¿Hay algo que te preocupe? —

Max sintió que se le secaba la boca. No quería asustarlo, pero la verdad era que disfrutaba cada momento a su lado. — Es solo que me siento muy cómodo aquí, profe. Usted es un gran maestro y entrenador, y... bueno, me gusta estar en su compañía —

Checo sonrió, pero había algo en sus ojos que sugería que entendía más de lo que decía. — Eres un buen estudiante y jugador, Max. Pero recuerda que es importante tener amigos y actividades fuera del aula y del campo también —

Max asintió, aunque por dentro sentía una punzada de desilusión. Sabía que sus sentimientos eran complicados, pero no podía evitarlo. Se quedó un rato más, hablando en silencio mientras Checo lo observaba de reojo.

Finalmente, la tarde se volvió noche, y Checo se levantó para guardar los exámenes. — Es tarde, Max. Deberías ir a casa —

— Sí, claro. Gracias, profe. Nos vemos mañana — dijo Max, intentando sonar alegre.

𝑻𝒆𝒂𝒄𝒉𝒆𝒓'𝒔 𝑷𝒆𝒕 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora