Max y Mick habían esperado con ansias el Gran Premio de Mónaco desde que los padres de Max les regalaron los boletos. Aunque vivían en Mónaco, asistir al evento en persona era un privilegio que no todos los residentes tenían. El Gran Premio no solo era una carrera, sino un espectáculo que transformaba las calles de su hogar en un circuito legendario.
asistieron a las prácticas el viernes, luego de ahí dieron una vuelta por ahí, comprando gorras y alguna que otra merch de Ferrari, cuando llegó el sábado asistieron a la práctica 3 y la clasificación, sin duda fue buena, ya que su piloto favorito, Francesco Bernoulli saldría desde la primera posición
el día de la carrera llegó, las calles de Mónaco estaban llenas de aficionados vestidos con los colores de sus equipos favoritos
— Es difícil creer que todo esto sucede justo aquí, en casa — dijo Max mientras caminaban hacia el circuito la mañana del domingo, con el rugido de los motores ya resonando en la distancia — Siempre hemos visto esto desde la televisión o desde lejos, pero estar aquí es totalmente diferente —
Mick asintió con una sonrisa emocionada, su gorra roja de Ferrari firmemente calzada en su cabeza. Ambos eran fanáticos de la Scuderia desde que podían recordar, y este día prometía ser algo especial.
— Hoy es el día, Max — dijo Mick, sus ojos brillando con entusiasmo — Francesco Bernoulli va a demostrar por qué es el mejor en el circuito más difícil del mundo —
El trayecto hacia el circuito era corto, pero cada paso que daban aumentaba su emoción. Mientras se acercaban a la entrada de la tribuna, podían sentir la energía creciente, como si la ciudad misma estuviera ansiosa por ver la carrera.
— Nunca pensé que esto sería tan emocionante — admitió Max mientras se acomodaban en sus asientos, con una vista perfecta del circuito — Hemos pasado por estas calles mil veces, pero verlas así, preparadas para la carrera, es algo completamente diferente —
— Es como si Mónaco se convirtiera en otro lugar durante estos días —respondió Mick — La atmósfera es eléctrica —
Desde sus asientos, tenían una vista privilegiada de la recta de salida y la famosa curva de Sainte Devote. Podían ver a los mecánicos en los garajes, ultimando los detalles de los coches, y el bullicio de los equipos preparándose para el inicio de la carrera. Ambos amigos apenas podían contener su emoción mientras esperaban que los pilotos salieran a la pista.
Finalmente, llegó el momento. Los coches empezaron a alinearse en la parrilla de salida, y el Ferrari número 16 de Francesco Bernoulli ocupaba la pole position. Max y Mick se miraron con una mezcla de orgullo y expectación.
— Es ahora o nunca, Francesco — murmuró Max, sin poder apartar los ojos del coche rojo — ¡Vamos! —
Las luces rojas se encendieron una a una, y luego, en un instante, se apagaron, desatando el rugido ensordecedor de los motores mientras los coches salían disparados. El sonido era casi tangible, vibrando en el aire y en sus pechos, llenándolos de adrenalina. Francesco mantuvo su posición en la salida, tomando la delantera mientras los coches se adentraban en la primera curva.