Capítulo 3
Cuídate mucho, porque al lobo le gusta jugar con caperucita
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Las manos de Aqueran temblaban mientras se llevaba el último trozo de pastel a la boca, dejando una estela de migajas en su rostro.
—Te gusta mucho ese pastel —le dije con una sonrisa, intentando ocultar la punzada de soledad que me invadía al saber que pronto se tenía que ir.
—Ya lo sabes —respondió ella, con una sonrisa que llenaba de dulzura sus ojos y las hebras blancas de su cabello—. Debo irme, mamá me va a matar si llego tarde.
Aqueron era de esas niñas dulces las cuales te agradaban apenas las veías a pesar de tener solamente diez años y una voz infantil cada uno de sus actos te hacia darte cuenta que tenía alma vieja.
—Dile a Sofía que la visitaré pronto —le dije, despidiéndome con un gesto de cariño.
Me quedé sola, observando la nieve comenzó caer suavemente sobre el paisaje. El frío me calaba hasta los huesos, pero no era solo el clima lo que me helaba. Un profundo miedo me atenazaba, como si la soledad fuera un castigo inmerecido.
Me envolví en mi capa, ocultando mi rostro de las miradas indiscretas. Aquí, en este lugar al que llegué hace cinco años, era una paria, una bruja marcada por la sangre y una marca con la cual no decidí venir. La etiqueta de asesina me perseguía como una sombra, fruto de un pasado que no podía borrar.
Continué caminando, dejando que mis pasos se hundieran en la nieve. La pequeña choza de Cael se divisaba a lo lejos, pero no me sentía con ánimos de entrar. En cambio, me dirigí hacia el bosque, donde los altos árboles proyectaban sombras alargadas y amenazantes.
Los recuerdos invaden mi mente
Fuego
Sangre
Mujeres y muchas lágrimas.
Las ramas crujían bajo mis pies mientras caminaba por la nieve, el borde del bosque me invita a entrar, como si me pidiera que lo tocara, intente sacar mi mano de la capa pero el frío mordía mi piel expuesta.
Pero lo observaba esos árboles, altos y centenarios, me rodeaban como guardianes silenciosos, como si estuvieran vigilando cada uno de mis pasos. Sus ramas desnudas se extendían hacia el cielo como dedos huesudos, filtrando la tenue luz del sol poniente. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Este era el bosque de Londres Blanco, un lugar envuelto en leyendas y susurros de peligros inimaginables.
Cael me había hablado de otros Londres, lugares remotos y fascinantes a los que solo se podía acceder por barco o a través de la magia. El barco era un lujo que solo la élite podía permitirse, y bueno solo conocía un lugar con magia y era el salón de los espejos.
No conocía a los otros Londres, decían que eran lugares inevitables, que no había ser que pudiera existir en ese lugar y quien tocara uno de los otros Londres estaría dándose una pena de muerte.
Pero este Londres si lo conocía muy bien, y este bosque, este bosque es quien aparecía en mis sueños y en cada uno de mis pensamientos, la curiosidad siempre ha matado al gato, pero los letreros advertían del peligro con macabras calaveras:
"Quien entra, no vuelve a salir".
De pronto, la voz de la señora resonó en mi mente: "Alguien pagó ya por eso". ¿Hace cuánto? Ya han pasado cinco años, el mismo tiempo que llevaba viviendo en este lugar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué secretos guardaba este lugar?
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Prisión Escarlata
FantasyPerseguida por sombras y atormentada por sueños premonitorios, lucha por sobrevivir en un Londres donde la realidad se mezcla con la fantasía. Un hilo rojo la conecta a una entidad misteriosa que parece conocer todos sus movimientos. Atrapada en una...