Capitulo 11

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Luz, oscuridad y sangre 


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Siento el filo de la espada en mi mandíbula y, por más que intento ocultarlo, la magia sigue brotando de mis manos.

—Alza la cabeza —me dice el hombre, y reconozco inmediatamente la voz.

Me lleno de esperanza, pero sin observar su rostro noto el asco en su voz.

—Ya vienen por ti, bruja —dice con fastidio—. Te van a llevar ante el rey y morirás por fin. Sabía que eras una bruja, pero... pero intenté alejarte de todo. Mira, tú misma has causado tu propia muerte.

Asiento, tiene razón. Desde que crucé el bosque de las sombras, dejé de ser yo, dejé de respirar por mis propios pulmones y ahora todo es una consecuencia de lo que ha pasado estos días.

—Máteme —le ruego—. Máteme aquí, máteme ahora. No quiero ir donde el rey, no quiero ser torturada.

Mi rostro se alza y veo cómo su armadura brilla con el sol, haciendo que no observe bien a mi alrededor. Huelo a magia, a mandarina.

—Eso quise evitar —escucho el gruñido que sale de su boca—, pero... pero tenías que actuar de otra forma.

Asiento, es mi destino. Recuerdo lo que me dijo la anciana: "aléjate del rey, no te acerques a él, no intentes ni siquiera hablarle". Y ahora voy a ser su prisionera, pero antes de eso, juro que escaparé. No me matará, no lo logrará.

—Vamos —dice, y antes de poder decir algo, escucho el sonido de los caballos y después de eso, oscuridad.

Sé que esto es un sueño, porque Cael no está aquí, no está a mi lado diciéndome lo feliz que puedo llegar a ser.

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He reflexionado mucho sobre mi destino. Si nací para ser destruida, ¿por qué no estoy sentada leyendo en lugar de luchar por una verdad que me arrebataron? Debería estar en mi cama, perdida en las páginas de un libro. Los recuerdos me invaden mientras observo al emperador.

—¿Por qué crees que los libros son tan increíbles? —le pregunto a Cael, acostada y hojeando un libro que me regaló.

—No sé, son historias aburridas —responde con desgana.

Su voz me hace levantar la vista del libro. Está de espaldas, cortando algo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

—Una bebida —responde.

—¿Qué bebida? —insisto mientras me levanto de la cama.

—No te diré, entrometida. Mejor sigue con tu cabeza en el libro —dice mientras tapa lo que está haciendo con su cuerpo—. Tal vez sea un regalo. ¿De qué trata esa historia?

Suspiro y retomo la lectura, dando vueltas por la habitación.

—Había una vez una diosa —comienzo, narrando la historia que me cautiva—. Una diosa que creó el mundo. Estaba sola, rodeada de criaturas fantásticas, pero a pesar de ello, se sentía vacía. ¿Por qué se sentía sola? —le pregunto a Cael, buscando una respuesta en sus ojos.

—No lo sé —murmura mientras continúa con su tarea—. Las personas a veces no saben lo que quieren.

Lo miro fijamente y continúo con mi relato.

—La diosa llegó a un río gigante y se encontró con un ser plateado de una belleza indescriptible —describo, mis ojos devorando cada palabra—. ¿Qué criaturas son esas? —pregunto, fascinada por la imagen que se forma en mi mente.

Prisión EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora