Capítulo 6.
Asesina, no creo más bien soy una bruja.
──── •◦ ♛ ◦• ────
La humedad del lugar recorría mi cuerpo. El peso de la navaja en mis manos era palpable y el temblor de la voz de Bartolomé era lo único que se escuchaba en el lúgubre cuarto.
— ¿Dónde está? —pregunté mirándolo fijamente a los ojos, con una intensidad que lo intimidaba.
— ¡Joder, Lysandra! —Exclamó con una mezcla de miedo y odio en su mirada—. No sé de quién hablas.
— Oh, claro que sí —respondí con una sonrisa sardónica—. Te he observado, he visto cómo sales de noche y te encuentras con una sombra.
— ¿Cuál sombra? —preguntó con incredulidad, tratando de aparentar inocencia.
— La sombra de ojos dorados —dije con firmeza, sin dar lugar a dudas.
— Estás loca, no existe ninguna sombra —replicó con desdén, como si la idea fuera ridícula.
— Mentiroso —chasqueé la lengua, sintiendo una ola de ira recorriendo mi cuerpo—. Muy mentiroso.
Comencé a moverme alrededor de él, como una depredadora acechando a su presa. La navaja rozaba su mandíbula, enviándole un escalofrío de terror. Su nuez subía y bajaba rápidamente, evidenciando su pánico. No quería morir, eso era evidente.
— Me vas a decir quién es —le ordené con la voz ronca, la punta de la navaja rozando su yugular.
— Escucha muy bien —dijo con voz temblorosa, mirando mi mano—. Esa sombra no existe, está en tu imaginación, nunca existió.
— Bartolomé —pronuncié su nombre con rencor—. Claro que existe, ¿por qué yo la he visto? Aquí y allá, viajando por los Londres, persiguiéndome, sabiendo la verdad de todo esto y solo se está ocultando.
— No voy a decir nada —respondió con terquedad, aferrándose a su mentira.
— Está bien, comprendo —dije con resignación, aunque en mi interior la ira ardía con fuerza.
Nunca comprenderé su reticencia. La navaja viajó hasta su mano encadenada y se hundió en su carne, provocando un grito desgarrador que resonó en la habitación.
Cerré los ojos por un instante, tapando los oídos para no escuchar su agonía. No me gustaba torturar, pero necesitaba respuestas y ellos eran los únicos sospechosos que había encontrado.
Llevo cinco años buscándolo, me ha perseguido, torturado mentalmente, y no soy capaz de soltarlo. Es una obsesión que ciento que puede ser mutua.
La tortura continuó durante horas. Bartolomé gritaba y suplicaba, pero yo no me detenía. Necesitaba saber la verdad. Necesitaba saber quién era esa sombra que me persigue y qué quiere de mí.
Finalmente, Bartolomé se rindió, agotado por el dolor y el miedo.
— ¡Está bien! —Gritó con desesperación—. ¡Te lo diré!
Me acerqué a él, colocando la navaja en su garganta, lista para escuchar la verdad que tanto anhelaba.
— Dime —le ordené con voz ronca, sintiendo una mezcla de ansiedad y esperanza.
— La sombra... es... —comenzó a decir, pero se detuvo de repente, como si algo lo retuviera.
— ¿Es un qué? —pregunté con impaciencia, presionando la navaja con más fuerza.
ESTÁS LEYENDO
Prisión Escarlata
FantastikPerseguida por sombras y atormentada por sueños premonitorios, lucha por sobrevivir en un Londres donde la realidad se mezcla con la fantasía. Un hilo rojo la conecta a una entidad misteriosa que parece conocer todos sus movimientos. Atrapada en una...