Capítulo 9: Un mal llamado: Nostalgia.

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Lo poco que puedo sentir, lo siento por el dolor de la vida que sufrí, y lo poco que puedo desear, lo deseo por la esperanza que perdí en algún desierto lugar. 

Lo mucho que anhelo el ruido o el silencio, es resultado de lo que grite y de lo que callé, y lo mucho que extraño aquello que nunca tuve, lo añoro por mi mente que siempre me mantuvo de pie.

Lo nada y lo todo que me ahoga y que me mata de sed, lo contradictorio de la misma existencia de existir por ti, y de no existir sin ti en absoluto.

— Hannibal, ve a traer la ropa de tu hermana por favor.

Hannibal saltó de la silla en la que se encontraba y corrió hacia el cuarto de Mischa. Cruzó por los pasillos del castillo, tocando las paredes de ladrillo decoradas con cuadros antiguos llenos de arte e historias que había aprendido alrededor de su corta vida como un Lecter. El aroma de spurgos recién horneados asaltó su olfato y ya estaba maquinando la manera de escaparse con su hermana a la cocina para robar algunos de ellos.

Entró al cuarto de su pequeño ángel y fue directo hacia la cama donde un vestido celeste estaba extendido en el colchón, al igual que ropa interior y algunos accesorios. Hannibal comenzó a tomar cada pieza con sumo cuidado de no arrugarlas.

— Hannibal, date prisa. — gritó su madre.

— Ya voy.

Hannibal corrió devuelta a los pasillos, dando pequeños saltos y tarareando una canción infantil pegajosa que Mischa había aprendido de una de las criadas. Se preguntaba si podría hablar con su padre para llevar a Mischa a sus clases de piano, ya que su hermana se quedaba llorando desconsoladamente cada vez que abandonaba el castillo.

Hannibal estaba por doblar en el último pasillo, cuando una explosión le robó el aliento y le obligó a agacharse y tapar sus oídos. Podía sentir los escombros caer cerca de su cuerpo, y el chillar de sus oídos por la fuerza de la bomba que sabía que había caído. Su nariz comenzaba a sofocarse por la falta de aire limpio y una tos seca salió de su garganta. Temía abrir los ojos y no poder ver nada por el polvo y que sus córneas se irritaran.

No podía deducir cuánto tiempo pasó antes de que pudiera acceder correctamente a alguno de sus sentidos, pero sabía que al menos ya podía respirar sin que sus fosas nasales ardieran en carne viva. Comenzaba a notar un ardor en su pierna derecha, y cuando por fin pudo abrir sus ojos, se encontró con una herida sangrante y enorme. Tuvo la necesidad de gritar al observar el daño de su extremidad, pero supuso que sería desperdiciar energía innecesariamente.

Se levantó como pudo, sacando trozos de escombros de su cuerpo e ignorando las heridas que comenzaba a notar dolorosamente. Una nube de polvo cubría aun su visión y supuso que el periodo de tiempo que esperó acostado fue mayor al que creía, pues todo estaba oscuro a su alrededor.

— ¡Mamá! — gritó Hannibal con su irritada voz — ¡Mischa!

La desesperación comenzaba a apoderarse del cuerpo de Hannibal y un inminente ataque de pánico lo amenazaba con paralizarlo por completo. Caminó con cuidado en oscuridad, sintiendo la sangre correr por su pierna y sus sentidos aturdidos. Dio un paso hacia adelante y su cuerpo se vio arrastrado hacia un hoyo en el suelo, un grito desgarrador llenó el espacio en que se encontraba y con todas sus fuerzas trató de sostenerse de la tierra a su alrededor.

Cayó por lo que parecieron horas, como Alicia cayendo por la madriguera de conejo y aterrizó con la misma fuerza de una barra de metal. Sintió como si cada hueso de su cuerpo se hubiera fracturado al mismo tiempo, un grito de dolor tortuoso escapó de su voz y lágrimas involuntarias salieron de sus ojos. Hannibal deseaba que todo terminara, que aquella tortura pusiera fin a su existencia, pero lastimosamente no fue así.

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⏰ Última actualización: Jul 10 ⏰

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