Capítulo 7: El arte del amor.

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No he sabido nunca de la pérdida del amor, porque he preferido negarme el amor que sufrir por la perdida. Me he dejado el alma en libros y pinturas que nunca nadie leerá o verá, llenos de ese amor que me he negado hasta cansar, y alejados de la pérdida que se pueda profesar.

No he sabido nunca de llorar por amor, porque he elegido la vida del ruiseñor en lugar de la rosa pasajera, y en su lugar he cultivado jardines de hortensias para acompañar mi soledad. He sido el fuego, y he sido el bosque, he sido la destrucción y el incendio forestal, incluso he llegado a ser el testigo en el lugar, pero nunca he sido la lluvia que puede todo acabar.

No he podido ser amor, al menos no un amor normal. Soy mi propia versión de amor, uno profundo e intenso que incluso llega a asfixiar. Y aun en mi poco saber y en mi poco ser, por tus ojos, cariño, sería capaz de a todo renunciar.

Durante muchos años de su vida, y alrededor de todos los lugares del mundo que Hannibal pudo experimentar, encontraba poesía basta y hermosa. El arte de la escritura lo hacía sentir que había algún ser humano en el mundo capaz de expresar con palabras, aquellas emociones que él anhelaba apreciar. Y cuando tenía 19 años, tuvo su primer encuentro con la frase "El mas terrible de los sentimientos, es el sentimiento de tener la esperanza muerta" y joven como era, Hannibal no pudo entender aquel escrito.

No era que las palabras carecieran de sentido, sino más bien, que carecían de identidad. Hannibal, no era capaz de relacionarse con ellas. No era capaz de sentirlas como una unidad. Aquel remanente de una prosa, le hizo obsesionarse profundamente con Federico García Lorca, Y por los siguientes tres años, Hannibal estudió cada una de sus obras. Estudio su poesía, su vida y su triste final. Comprendió cada remanente de toda su obra, incluso llegó a creer que había encontrado por fin el entendimiento a aquella prosa que le había calado en su entendimiento. Mas, sin embargo, parado frente a Will con el corazón acelerado y la garganta obstruida por el inminente pánico, Hannibal se dio cuenta de lo equivocado que había estado.

— ¿Por qué me mentiste? — dijo Will aun arrimado en las escaleras y con la mirada fija en el piso.

Hannibal se quedó pensando en la respuesta, pero en realidad no tenía una. Cuando surgió el engaño, solo lo hizo por impulso en su cabeza, sin saber en realidad lo que sucedería. De haberlo sabido, probablemente, aun así, lo habría hecho.

— Honestamente no lo se — Will resopló, pareciendo bastante molesto — Lo digo en serio, fue un impulso.

Will volvió a cerrar los ojos, se sacó los lentes y se alejó un poco hasta el escritorio de Hannibal.

— Eres mi psiquiatra, Hannibal.

— Soy consciente de eso.

Will asintió y se acercó un poco hasta donde Hannibal estaba.

— ¿Fue esa mentira un método de manipularme?

Hannibal se crispó un poco, por lo extraño de la pregunta, por la conclusión tan extrema a la que había llegado Will con una mentira tan pequeña que se volvería un grano de arena en el mar de crímenes que había cometido Hannibal.

— ¿De qué forma piensas que podría manipularte diciéndote una mala traducción de una palabra? — replicó Hannibal, un tanto molesto con la situación.

— Estás respondiendo una pregunta con otra.

— Estoy haciendo un punto. Soy capaz de admitir que la acción de cambiar el significado de una palabra, podría considerarse algo incorrecto, pero estás saltando diez pasos de lo incorrecto, a la manipulación. Así que tengo la duda genuina de qué razón consideras que podría tener yo para manipularte.

A través del tiempo, Te amo Will. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora