La Inquina

35 12 7
                                    

Soy una persona horrible,
cruel y despreciable.
Para enmendar mis pecados
debo flagelarme.
No merezco el cielo,
con mis pies pudro la tierra.
Saldrán pezuñas en mis piernas cuando baje.
Soy un demonio, matame.

Miro en el espejo los despojos de mi carne, tomo cuchillo para retratarme, sacarme la inmundicia que habita entre las tripas, para ver el rostro de este don que transmuta y se expande. Corto y corto y corto, saco sangre. Me desmayo y veo entonces el reflejo, estoy cubierta por moscas, van girando en remolinos, simulan ser una corona. Siento la peste de mis flagelos, tanto tiempo pensando en cadáveres ajenos. Sé que debería matarme, lo veo. Veo el rostro de mi ánima, negro y podrido, sin deseos por seguir estando vivo, hastiado de mí, de esta gente que me influye.

Me veo a mí, dormido en el cráneo, ignorando la exhalación que echa vaho. No quiere verse y cubre sus ojos con la sábana. No quiere ser visto y tan solo se recuesta en la cama. La corona de moscas no es corona de espinas, siguen la peste de mis ideas homicidas, recordatorio constante de esta identidad tan agresiva. Quiero matarme, matarme a golpes, degollarme. ¿Quién se refleja en el espejo? Un esqueleto asimétrico, huesos negros a punto de desmoronarse, realidad nefasta con hedor a no seguir estando más.

Soy la inquina, amante de la Quirina. Le bombeo amor con estos dedos, bailamos juntas y luego... desaparezco. No cumplo mi promesa; nunca he sido hombre, solo palabras. No hui con ella cuando más me necesitaba. Me quedé, seguí, me corrompí. Hoy esculpo mi cuerpo de nuevo porque no me veo desde hace tiempo. Hoy cambio la forma del retrato, pinto con sangre menstrual estos dedos, es lo único constante, lo único a lo que me aferro. Veo entidad antropomorfa luego de cortarme el pellejo, el espejo me susurra cosas que no entiendo.

Reconstruyo mi identidad con palabras bastardas recién extirpadas de mi cuerpo. Escupo oraciones que nunca gritaré en voz alta. Escribo sobre el odio porque deseo que me amen. Escribo sobre muertes que deseo causarles para que no se sorprendan cuando mate. Pongo en manifiesto mis deseos más oscuros porque si no lo hago yo, ¿quién lo volverá arte? Espero los rezos que lleguen a censurarme, anhelo sentirme dios y menos carne. Me jalo los pies para tocar tierra y no elevarme.

El reflejo de mi cuerpo en lo tangible, siempre se difumina cuando intento describirme; hace tiempo que no me veo. No me veo, no me veo. ¿Por qué? Siempre huyo del concepto en mis propios pensamientos. He cambiado de nombre tantas veces, es difícil mantenerme. He escrito tantos verbos que solo queda perderse. Me releo y lloro, me veo y no aparezco. ¿Quién es esa persona que se refleja en el espejo? Corto mi cabello para ignorar mis tetas. Me hago trenzas y trenzo y trenzo porque no respiro entonces trenzo, porque no me habito y entonces trenzo. Mis fotos son tan lejanas, no existen en lo interno. En lo interno hay solo voces que me atan a esta tristeza que no suelto.

¿Y quién soy yo sino eso que se refleja en el espejo? Huyo de mi identidad porque en conceptos soy etéreo. Quiero abandonar este plano terrenal y ser solo un concepto. Entonces el dolor en las muñecas me jala, me perfora, me veo mortal y lloro por eso. ¿Qué pasará mañana cuando amputen mis manos y no pueda escribir más? ¿Qué pasará mañana cuando deba recitar estos versos en voz alta, parada en una tarima, y escuche el nombre que no es mi nombre pero sí es mi identidad?

Me pierdo entre sustantivos propios de un gen zeta, voy a la moda con mis contemporáneos aún sin poder entenderlos. Soy retraído y asocial y puedo pasar horas estando quieto, habitando el ruido en mi cerebro. Sé quién soy pero no controlo cómo me muestro. Soy torpeza creada por el hábito asocial; soy la fantasía nipona y la occidental. Soy yo, soy toda la identidad que chorrean estos dedos, seré la figura que se manifieste en cerebros ajenos al leer esto. Soy esto y soy más que eso. Soy lo que nunca podrán conocer, lo que nunca será dicho en voz alta. No hay figura ni fisura que represente las paradojas que contengo. Porque sin materia, soy eterno.

AutorretratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora