El grito

29 10 6
                                        

Quiero dormir sin pensar en despertar,

dejar de sentir y parar de llorar.

El aire se aglomera en mi tráquea,

se inflama mi nariz y quiero vomitar.


Me dan arcadas,

algo falla,

algo va mal.


Mi mente estalla

si el mundo calla

y no la puedo parar.


Desearía dejar de sentir lo mismo,

fundiéndose mi cuerpo en algoritmo.

Anatomía de mi carne es

también mi celular,

apéndice maldito

que no quiero soltar,

no lo debo soltar

si quiero ser alguien.


Quiero mi nombre en las nubes,

quiero que me alaben.

Quiero ser dios y construir el paraíso

a mi imagen. Tocarlo suave,

será dulce y esponjoso,

como algodón de azúcar,

como nube;

no habrán dolores

ni sonidos

ni colores.

Será la calma


lo que yace

abajo de mis pies.

En la tierra hay una piedra,

lleva mi nombre.

Dos mil veintiséis... No sé.

No creo llegar a tanto


sin poder gritar.

Mi cráneo se vuelve laberinto,

envuelve mis manos y las lleva consigo.

Anhelo desatarme pero nada se siente igual.

Hace meses que no escupo lo mismo.

¿Quién soy yo


si tiro mi cuerpo a la intensidad

de una bala

penetrando

la costilla de Adán?


¿Quién sería yo sin haber nacido

en familia nica, poser del catolicismo?


Quiero arrancarme las manos a mordiscos,

pelarme estos dedos entumidos,

degollar a las muñecas

y amputarme la voz.


Quiero jugar a ser dios,

que todos me vean,

que sea la sangre corriendo en mis venas

una revelación.


Moriré. Mañana

ya no seré lo mismo.

El aire que respiro

lleva átomos míos,

este aire antes era yo.


Ya no quiero sentir dolor.

Se escapan mis ganas,

son una exhalación.

Mi cuerpo es una prisión.

Humanidad frágil sepultada

con odio y rencor.

AutorretratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora