Estaba él, tirado en el portal de su casa. Por su estado, supuse que estaba ebrio.
—¿Y tú eres...? —me preguntó con la voz arrastrada.
—Amelia, Amelia Rodríguez, amiga de tu hermano.
—Ah, la chica de su clase que no me paraba de acosar con la mirada.
Tierra, trágame y sácame de aquí.
—¿Qué cosas dices? Yo jamás te vi.
—Eres muy mala mintiendo.
Se estaba acercando a mí de manera lenta, y como negarlo... me estaba poniendo nerviosa.
—Yo no miento. Eres tú el que miente. Ahora aléjate de mí.
—Te pongo nerviosa. Se te nota a kilómetros, linda. Aprende a disimular, que no se te da muy bien.
Y ahí fue cuando explotó, pero no de buena manera. Se puso a vomitar en un jarrón de rosas que tenía en una mesita. Después de un rato, cayó encima de mis brazos. Pesaba mucho, además era mucho más grande que yo, lo que hizo que casi me aplastara por completo. Decidí llevarlo a su cuarto.
Ya en el segundo piso, me dispuse a preguntarle cuál era su habitación.
—La que está en el fondo, jajaja.
—Deja de reírte y coopera que pesas demasiado, imbécil.
Ya estaba harta y tenía mucho sueño, así que al llegar a su cuarto lo recosté en su cama y me dispuse a irme... pero apenas girarme, sentí como agarraban mi mano. Me di la vuelta y ahí estaba él, mirándome con esos lindos ojos verdes.
—Quédate conmigo —exclamó.
—¿Qué? —quedé quieta apenas salió esa frase de su boca.
—Sí, quédate conmigo que me siento solito si no corazon.
Se reía, y qué hermosa sonrisa tenía el muy estúpido.
—Qué confianza tienes, ¿eh, imbécil?
—Oye, ¿qué tienes contra mí? Si soy la persona más buena del mundo.
Uy sí, cómo no.
—Eso no es lo que me han dicho.
¿Pero qué mierda acabo de decir? Jamás me dijeron nada de él. En ese momento, me tiró del brazo, lo que provocó que me cayera encima de él, quedando cara a cara. Casi grito, y parece que se dio cuenta, ya que acto siguiente me tapo la boca con su mano, la cual por poco me cubría toda la cara, en ese tiempo que nos tuvimos mirando, pude observar cada facción de su cara, sus ojos verdes, sus labios, y su nariz, la cual era perfecta, pero este tuvo que cagar el momento, hablando.
—Ah sí, cuéntame qué te dijeron de este ser de luz.
Muy cerca estábamos, y cada segundo que pasaba me ponía más nerviosa. Este chico tenía un poder sobre mí, pero no iba a dejar que él lo notara, no quería que tomara el control sobre mi. Así que lo empujé hacia atrás, provocando que su cabeza se estampara contra la cabecera de su cama. Mientras él se rascaba la cabeza por el golpe, yo me dispuse a alejarme de él.
—Oye, eres idiota. Eso ha dolido.
Yo solo me reía mientras él me miraba con cara de querer matarme.
—Ok, me voy.
—¿No vas a dormir conmigo, guapa?
Hostia, qué pesado que era. Pero no voy a mentirles, me moría de ganas de dormir con este guapo. Así que me acosté a su lado, de mala gana, de igual manera no quería que se notara que sí quería estar ahí con él.
En un momento, me di vuelta y él ya estaba dormido. Podía apreciar lo lindo que era, cada facción de su cara. Su pelo rubio oscuro caía por su frente y su boca estaba entreabierta. Dios, no podía ser más guapo.
No sé cómo terminé dormida, ni cómo terminé en su pecho desnudo con su mano en mi cintura, pero ese momento tuvo que detenerse. Nadie nos podía ver juntos. Además, yo sabía que Óscar estaba ebrio y no sabía lo que hacía ni lo que decía.
Saqué la mano de Óscar de mi cintura despacio para que no se despertara y me levanté con cuidado para dirigirme hacia la sala y poder acostarme. En ese momento, casi se me sale el corazón del pecho...
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Entre la lluvia y los rayos
Teen FictionAmelia Rodrigues una chica muy alegre, la cual nunca se mete en problemas, o así fue por un tiempo. Oscar Diaz un chico conocido en el mundo del boxeo gracias a su gran talento dentro del ring, pero jamás tocaría a alguien afuera de este ¿o si?. D...