Durante estos dos días, lo único que pasaba por mi mente era quién me había mandado esa flor. Mi amiga Valeria, siempre dispuesta a ayudarme en mis locuras, se ofreció a investigar conmigo para descubrir quién era esa persona misteriosa. Sin embargo, después de varios intentos fallidos, seguíamos sin respuestas. Hasta que de repente, se me encendió la lamparita en la cabeza.
—¡Ya lo sé, tía! ¡Somos unas estúpidas! —le grité a Valeria con entusiasmo, provocando que ella saltara del susto.
—¡Me cago en tus putos muertos, Amelia! ¡Qué pedazo de susto me has dado! —dijo Valeria, tocándose el corazón de forma dramática, como si estuviera en una telenovela.
—Ya, ya, perdona. Pero la respuesta la tiene el puto repartidor —exclamé, y en cuanto esas palabras salieron de mi boca, Valeria y yo empezamos a brincar de la emoción. ¡Por fin íbamos a saber quién fue!
O eso pensamos...
Al llegar a la tienda de flores, nos dirigimos directamente al mostrador donde estaba el repartidor. Valeria, con su carácter fuerte, no perdió tiempo en confrontarlo.
—¿Por qué carajo no nos puede dar información? —gritó Valeria, visiblemente enojada.
El repartidor, un hombre de mediana edad con una paciencia sorprendente, respondió con calma: —Señorita, cálmese. Ya le dije que no le puedo dar información, es confidencial.
Mi nerviosismo crecía con cada segundo que pasaba. Valeria, sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse.
—¡PERO COÑO! ¿No entiende que podría ser un asesino en serie el que lo mandó y usted no nos quiere decir nada? —exageró Valeria, y yo empecé a pensar que se estaba pasando de la raya.
—Vale, ya está, déjalo —dije, intentando jalarla de la mano para que nos fuéramos, pero ella se resistía.
—¡ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ, ESTÚPIDO REPARTIDOR! —gritó Valeria mientras nos alejábamos. Estaba realmente enfadada.
—En serio, no sé qué le pasa a la gente... —murmuró Valeria, claramente cabreada.
—Ya te dije que lo dejaras. No es culpa de él, es su trabajo. Ya lo descubriremos. Y ahora anda, camina, que tenemos que llegar lo antes posible —le dije, tratando de calmarla. Aunque no habíamos descubierto nada, no nos íbamos a quedar de brazos cruzados.
De vuelta en mi cuarto, Valeria continuó con sus teorías sobre quién podría haberme mandado la flor. Primero mencionó a Héctor.
—¿Héctor? No, imposible —dije, negando con la cabeza.
—¿Benjamín, entonces? —sugirió Valeria.
—No, tampoco —respondí, frustrada.
—¿Qué tal Nahuel? Alguien me dijo que le gustas —dijo Valeria, con los ojos brillantes de emoción.
—No, no puede ser. Nahuel no conoce mi dirección —respondí, descartando su sugerencia.
—¡Ya sé! Oscar. Sí, sí, definitivamente es él —dijo Valeria, convencida.
—Oye, ¿tú estás bien, tía? ¿Qué te has fumado? Es imposible —dije, riendo. Era imposible que fuera Oscar. No me conocía de nada y, además, ¿cómo iba a saber mi dirección?
Valeria, sin embargo, siguió insistiendo. Era testaruda como una mula. De repente, soltó algo que me dejó helada.
—¿Y qué tal si pasa algo en la pijamada de mañana, Ame, como la anterior? —dijo, mirándome fijamente.
—No, no va a pasar nada. Él estaba borracho. Y ahora vete a tu casa, que es tarde —respondí, intentando cambiar de tema.
—¿Por qué siempre que hablo de él evitas el tema? —preguntó Valeria mientras nos dirigíamos a la puerta.
—Porque el chaval no me conoce de nada. Y no volverá a pasar nada entre él y yo —respondí, intentando sonar convincente.
—Ya lo veremos, Ame, ya lo veremos —dijo Valeria con un tono misterioso que provocó que me riera.
Esa noche, no pude pegar ojo. Mis pensamientos volvían una y otra vez a Oscar. Habían pasado muchas cosas entre nosotros, y aunque trataba de convencerme de que no pasaría nada en la pijamada de mañana, una parte de mí no podía evitar pensar en todas las posibilidades. Finalmente, el cansancio me venció y me quedé dormida.
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Entre la lluvia y los rayos
Teen FictionAmelia Rodrigues una chica muy alegre, la cual nunca se mete en problemas, o así fue por un tiempo. Oscar Diaz un chico conocido en el mundo del boxeo gracias a su gran talento dentro del ring, pero jamás tocaría a alguien afuera de este ¿o si?. D...