7.Un Giro Inesperado

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Mientras subía las escaleras de la casa, en mi mente solo rondaba lo que había pasado esa noche con el hermano de mi amigo. Intenté olvidarlo, pero no pude. Sin embargo, después de lo que pasó hoy, estaba decidida a hacerlo.

Al entrar al baño, me llevé un gran susto. Frente a mí estaba Óscar, solo cubierto por una toalla. Su cabello mojado goteaba sobre su rostro y, al mirar más abajo, ¡Dios mío!, tenía un cuerpo de dioses. Gotas de agua caían por su abdomen marcado. De pronto, caí en cuenta de lo que estaba haciendo.

—Lo siento —dije, paralizada.

—¿No te enseñaron a tocar? —me respondió con mal humor.

—Sí, sí, lo siento, debí tocar.

Óscar pasó junto a mí al salir del baño, dejándome el camino libre. Pero no se fue sin antes acercarse a mi oído y susurrar:

—Una foto te duraría más, creo.

Y con eso se fue. No lo podía creer, me había quedado estática.

Entré al baño, cerré la puerta y, con lo que había pasado, se me fueron las ganas de hacer lo que iba a hacer. Decidí lavarme la cara, ya que al verme en el espejo, noté que me había puesto súper roja.

Después de lavarme la cara, bajé a la sala donde estaban mis amigos y me senté al lado de Valeria. Le susurré al oído:

—Te tengo que contar algo, tía.

Ella me miró extrañada y respondió:

—A la vuelta nos vamos juntas y me cuentas.

Pasamos toda la tarde trabajando en la maqueta. Nos quedó de puta madre. Durante todo el tiempo que estuve en la casa de Facu, no vi a Óscar en ningún momento... o eso creo.

Después de terminar la maqueta, nos quedamos un rato más hablando y jugando juegos de mesa. Sinceramente, pensé que no iba a poder hacer amigos y que nadie querría juntarse conmigo, pero fue todo lo contrario. En el poco tiempo que llevo aquí, me siento una más y todos son muy simpáticos conmigo, algo que en verdad agradezco.

—Bueno chicos, Ame y yo nos tenemos que ir, nuestras madres quieren que cenemos juntas hoy —exclamó Vale mientras recogía sus cosas, y yo las mías. Saludamos a todos y salimos de la casa.

Vale se quedó hablando de no sé qué con Facu, y por alguna razón, miré hacia arriba, donde había una pequeña terraza. Ahí estaba él, mirándome fijamente. Cuando se dio cuenta de que yo también lo miraba, me guiñó el ojo. Quedé paralizada otra vez. No sé por qué siempre me quedo estática cuando estoy con él o lo pienso, hasta que se dio la vuelta y se fue.

En ese momento, salieron Valeria y Facundo, y vi que se despidieron con un beso apasionado. ¡Pero qué! Quedé en shock, ¿qué estaba pasando aquí y por qué yo no sabía nada?

—¿Nos vamos? —dijo Valeria de lo más normal, mientras yo estaba sorprendida.

—Pero, ¿qué mierda acaba de pasar, Valeria? —ella solo se reía, hasta que finalmente habló:

—Nada, seguí tu consejo y decidí arriesgarme, y como viste, salió bien.

—¡Ostras, claro que lo vi! Me alegra que decidieras hacer eso —la abracé y ella a mí. Estaba muy contenta por lo que había hecho.

—Y ahora no se nos olvide que tú tienes que contarme algo. ¡Suelta, suelta!

Me había olvidado por completo, pero al final se lo conté, excepto la parte de la terraza. Ella quedó sorprendida, y con mucha razón.

—¿Me estás diciendo que lo viste casi desnudo? —esta chica no tiene solución.

—Es justamente lo que te acabo de decir, tía.

—Yaya, le gustas, sin duda.

—¿Qué cosas dices? En serio, solo fue un accidente, y seguro me dijo eso porque... no sé.

—El día que abras los ojos y terminen juntos, me haré la sorprendida.

—El día que abras los ojos y terminen juntos, me haré la sorprendida

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Entre la lluvia y los rayosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora