8.La Cena y Sus Secretos

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Cuando llegamos a nuestro edificio, cada una se fue a su casa, ya que nuestras madres habían organizado una cena en un restaurante para las cuatro. De todas formas, Vale y yo íbamos a arreglarnos juntas en su casa, así que me di un baño, busqué las cosas que íbamos a necesitar y fui hasta su casa.

TOC TOC. Me abrió la mamá de Valeria, una señora encantadora que siempre tenía una sonrisa en el rostro y que hacía que cualquiera se sintiera como en casa.

—Hola, señora Acosta —le dije con amabilidad, tratando de ser respetuosa como siempre.

—¿Qué es eso de señora, Ameli? Dime Marina o Mari —exclamó en un intento de sonar enojada, pero no pudo evitar reír.

—Lo siento, Mari. Vengo a arreglarme con Vale —respondí, riendo también.

Mari, muy amable, me invitó a pasar y me dijo que su hija estaba en su cuarto. Me encantaba su casa, siempre tenía un aroma a vainilla y canela que te hacía sentir en un lugar acogedor. Subí las escaleras y toqué la puerta del cuarto de Vale antes de entrar.

Allí estaba, planchándose el cabello mientras hablaba por videollamada con Facu. La habitación de Vale estaba decorada con fotos con sus amigos y familiares, luces de colores y un montón de almohadas de diferentes tamaños y formas.

—Hola, tortolitos —dije en tono de broma al verlos tan concentrados hablando el uno con el otro.

—Hola, Ame. ¿Quieres que te planche el cabello? —exclamó Vale, siempre tan dispuesta a ayudarme con lo que fuera. Acepté de inmediato, sabiendo que ella era mucho mejor que yo con la plancha.

Nos preparamos juntas, riéndonos y compartiendo anécdotas. Vale siempre tenía alguna historia divertida o un chisme nuevo que contar. Cuando terminamos, nos miramos en el espejo, satisfechas con nuestro aspecto. Estábamos listas para la cena.

Fuimos al restaurante y la cena estuvo muy divertida. Entre charlas y risas, me sentía en familia. Pedimos nuestra comida favorita y hablamos de todo un poco, pero especialmente de Facundo y Valeria. Ellos eran la pareja del momento y todos querían saber más sobre su relación.

En medio de la conversación, me llegó una notificación en el teléfono. Era él, Oscar, que me había empezado a seguir en Instagram. Sentí un pequeño revoloteo en el estómago, pero traté de disimularlo.

—Amelia, el teléfono en la mesa no —mi mamá me estaba regañando, aunque con una sonrisa comprensiva.

—Perdón —dije, dejando el teléfono a un lado.

Después de cenar, nos fuimos a nuestras casas. Vale se iba a quedar en mi casa esa noche, y mañana íbamos a ir juntas al colegio. Llegamos a casa, nos pusimos cómodas y empezamos a charlar en mi cuarto.

—Vale, te tengo que mostrar algo —dije, agarrando mi teléfono y mostrándole la notificación.

—¡No me jodas! —gritó emocionada, haciendo que casi se me cayera el teléfono de la sorpresa.

—No grites, tía.

—Lo siento, pero le gustas, Ameliaa. ¡Le gustas! —dijo con una sonrisa enorme.

—Pero qué idioteces dices, tía. Solo me siguió, no es nada.

—No sería nada si siguiera a más de 200 personas, pero solo sigue a 5 y cuatro son cuentas de boxeo y después solo te sigue a ti Ameli.

—Ay, basta. Ya te dije que no significa nada y punto. Ahora vamos a dormir que mañana tenemos cole.

Nos acostamos, pero me costó dormir. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, especialmente lo que había dicho Vale. Al día siguiente, nos despertamos y fuimos al colegio, donde nos encontramos con todos nuestros amigos, menos Benjamín, que se había enfermado y no estaba viniendo al colegio.

—Oigan, el sábado mi hermano tiene una pelea muy importante y me gustaría que me acompañen a apoyarlo —dijo Facundo, con entusiasmo.

Ay Facundo, ¿qué acabas de hacer, chico? Pensé para mí misma, sabiendo que eso significaba ver a Oscar otra vez.

—¡Ay sí, qué divertido! A mí y a las chicas nos encantó la idea —Vale, siempre tan entusiasta, respondió antes que nadie.

—Oye, sí, me encantaría —dijo Abigail, una más en la lista de entusiastas.

—¿Y a ti, Ame, te gusta la idea? —preguntó Facundo, mirándome directamente.

Tierra, trágame.

—Mmm, sí sí, encantada yo —respondí, tratando de sonar casual, aunque mis nervios estaban a otro nivel ahora.

En ese momento estábamos en el receso, y como creo que suponen, Facundo y Vale estaban muy cariñosos. Dios, como me gustaría tener a alguien que me mirara como Facu a Vale. Me sentía un poco celosa, pero al mismo tiempo feliz por mi amiga. Hasta que llegó el momento de entrar a clases.

—Tía, ¿que vas a ir a ver a Oscar pelear? —exclamó Vale en un susurro emocionado mientras caminábamos hacia el aula.

—Vamos a ir —le respondí, aunque mis pensamientos estaban a mil por hora.

—Señoritas, siempre hablando ustedes —el profesor nos estaba regañando desde la puerta del aula.

—Lo sentimos, profe —le dije yo, ya que lo único que hacía la estúpida de mi amiga era reírse sin parar.

La clase pasó lentamente. No podía dejar de pensar en la pelea del sábado y en lo que significaba que Oscar me siguiera en Instagram. Vale seguía lanzándome miradas cómplices y sonrisitas cada vez que nos cruzábamos, lo cual no ayudaba a calmar mis nervios.

Al final del día, mientras caminábamos de regreso a casa, Vale seguía hablando sobre cómo teníamos que prepararnos para la pelea y qué nos íbamos a poner. Yo asentía y sonreía, tratando de no pensar demasiado en lo que podría pasar.

—Ame, tienes que relajarte. Vamos a pasarla bien, apoyar a Facu y a su hermano, y quién sabe, tal vez termines hablando más con Oscar —dijo Vale, tratando de animarme.

—Sí, digo no, no voy hablar con Oscar jamás, solo voy por Facu.

Llegamos a casa y nos despedimos. Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no pude evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. El sábado sería un día interesante, y quién sabe qué podría pasar, se me mezclaron todos los sentimientos, cosa que hizo que no pueda dormir, pero por suerte de un momento a otra mis ojos se cerraron quedando en negro todo y mi mente en blanco.


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Entre la lluvia y los rayosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora