Capítulo#18 "Primavera de los primeros logros"

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Pero cualquier cosa que estuviera sintiendo en ese momento fue remplazado por enojo cuando siento que la herida se me vuelve abrir y la sangre comienza a manchar mi piel.

Maldito cavernícola.

—Estás sangrando—Victoria y los demás había llegado a nosotras segundos después de que Sofía confundiera las cosas entre él y yo.

¿Deseo? ¿Yo sentir atracción por él? Jamás. El único deseo que siento por él, es verlo muerto. Diego me entrega una servilleta y la tomo encantada. Hago presión en la herida y comienzo a sentir la ira subiéndome por los dedos de los pies. Me volteo y lo visualizo en el mismo lugar de hace un rato y me muevo en su dirección. Veo que se mueve cuando se da cuenta que lo estoy fulminando con la mirada y que voy hacia él.

Muévete de donde estás, y no dudaré en utilizar la daga. Eso se lo digo con la mirada y al parecer me entendió, ya que vuelve a recostarse de la pared.

—Exijo que me cures esta cosa,—señaló la herida en mi cuello mientras que mi voz fluye con enojo, y él solo se ríe en mi cara, pero no es una sonrisa que le llegue a los ojos—para de reírte.

Le ordeno, pero el muy maldito solo vuelve a su típica seriedad.

—Se nota que nunca te han dicho que no, ¿eh?—vuelve a llevar el vaso a sus labios. Pero eso no era cierto; me han dicho que no más veces de las que pudiera contar.

—Esto no es un capricho, Dohan—, trato de calmarme y llevar la fiesta en paz—es una herida, una herida que manipulaste con tu magia.—pero la ira vuelve aparecer—Irrumpiendo nuevamente el código y las reglas de la academia.—me acerco y bajo un poco el tono de voz—¿Cómo le caería esa noticia a nuestro querido rey?

La amenaza en mi voz era más que evidencia de mi molestia.

—Vamos, pajarita, quiero verte intentarlo—se despega de la pared y da un paso amenazante hacia mi—. Ve y dile quién te entrena y dile que utilicé mi magia contigo a ver qué te responde—nuestras miradas se cruzan y comienzan a debatirse en duelo.

—¿Y cómo estás tan seguro de que el rey no pedirá tu cabeza por hacerle daño a su hija? ¿Y sabes quién sería la primera en la fila de la plaza, Dohan?—me reta con la mirada—. Yo, sin duda—su sonrisa se ensancha de oreja a oreja y deja ver unos diminutos, pero visibles, hoyuelos que son imposible de distinguir a menos que lo tengas cara a cara.

—Pues moriría encantado, de a ver tenido la oportunidad de ver la sangre pura desparramada de una Abramov, insolente, moleta y caprichosa como tú—sin aviso lo tomó del cuello de la camisa y lo llevó de vuelta a la pared donde estaba recostado. La poca luz evita el reflejo de ambos; mi daga ya amenazaba su delicado cuello.

—Vamos, úsala—, me reta y la acerco más—córtame. Y verás como tu herida se ensancha y te desangras en segundos.

—No permitirías que muriera.

—¿¡A no!? Pues entonces hazlo y no lo dudes tanto, pajarita—. El pecho ya me comenzaba a subir y abajar con desenfreno.

—Y solo te confirmo que el rey no me enviará a la horca por hacerte daño en un entrenamiento. Al contrario, le dará las gracia a los dioses y luego a mi. Deberías sentirte orgullosa de que sea yo quien te entrene—bajó un poco la daga para evitar cortarlo ya que él se mueve hacia al frente, pero la mantengo firme—y no otro que solo iría por ahí regando tu enfermedad pulmonar.

En algo tenia razón, y era sobre mi problema para respirar. Mis enemigos no dudarían en utilizarlo en mi contra, pero estoy segura que mis amigos jamás dirían nada sobre eso si decidiera entrenar con ellos y no con él. Me alejo y enfundo mi daga, pero no importa cuanto intente calmarme, su mirada me irrita; todo él me molesta. Es como si cada gesto, cada palabra suya estuviera diseñada para ponerme de los nervios.

El Reino OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora