01. Creep

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Eran las 10 de la mañana del primer día de su libertad. Chiara Oliver por fin regresaba "a la vida" después de pasar 2 espantosos años en el servicio militar. Abrió la puerta de su casa con la expresión de una chica que acaba de volver, literalmente, de una especie de guerra; soltó su maleta en la entrada ya que no planeaba desempacar, y miró a su alrededor. Su hogar estaba tal cual lo había dejado antes de irse, pero ella ya no era la misma.

—Hija ¿te sientes bien? —le preguntó su madre, apareciendo detrás de ella por la puerta de entrada. Durante el viaje de vuelta, Chiara no le había dirigido la palabra a su madre y ella conocía de memoria los motivos.

Cuando Chiara terminó el instituto, sus padres le preguntaron qué quería ser. Ella solo respondió "quiero dedicarme a la música" y sus padres dijeron "No". Le dieron unos meses para que lo pensara detenidamente y le volvieron a preguntar. Chiara se limito a responder "quiero ser cantante" y punto final. A estas alturas, había transcurrido casi un año y ella no había hecho nada aún con su vida. Solo se dedicaba a pasar tiempo con Martin, su compañero de clase, a quien había conocido en su último año de instituto; o con Violeta, su mejor amiga, tres años mayor que ella, a quien conoció en su primer año de secundaria en la sala de castigo, cuando la reprendieron por escuchar música durante la clase de Historia.

—¿A ti por qué te han castigado, niña? —fue la primera frase que escuchó decir de la boca de Violeta, cuando tenía 12 años. Chiara recuerda perfectamente cómo tuvo que bajar la mirada de sus ojos intimidantes, ya que no podía mirarla fijamente sin sentir que hablar con las chicas mayores del instituto podía meterla en problemas... Algunas podían ser muy abusivas con las menores, pero, por alguna razón, el miedo no fue suficiente como para que Chiara no se sentara a su lado y tímidamente le contase los motivos de su castigo.

—¿Y que tanto escuchabas que no podías esperar el recreo? —le preguntó Violeta con curiosidad. Chiara comenzó a sentirse más  cómoda con la mayor, porque su voz era amable y escuchaba todo lo que ella decía con mucha atención.

—Es que estaba muy aburrida... —respondió Chiara, mientras sacaba su reproductor de mp3. Tomó los auriculares y le ofreció uno a la mayor para que compartieran. Puso play a la canción que escuchaba cuando la castigaron y miró a Violeta, observando su reacción.

—Esta canción...—dijo Violeta, mirándola con cara de sorpresa. Suspiró. No se esperaba que una niña de primer año de secundaria escuchara este tipo de música —Creo que jamás me cansaría de escucharla...

—Es... sencillamente perfecta—respondió Chiara, sonriendole con agrado.

—Bien por ti, mocosa, esto es buena música... ¿Cómo te llamas? - le dijo alegremente Violeta. Chiara sonrió satisfecha por la aprobación de la mayor y se presentó.

Y fue así que comenzaron a hablar sobre lo genial que sonaba esa canción y el resto del castigo lo pasaron analizando los sentimientos del artista al componerla. Rieron, bromearon, hasta que apareció la directora y las reprendió. Aparentemente, Violeta había golpeado a una chica de Bachillerato porque se burlaba de una amiga de su curso y la habían castigado por causar disturbios.

Después de esto, Chiara y Violeta se saludaban alegremente cada vez que se cruzaban en algún recreo y a veces se sentaban en el patio a hablar sobre las canciones que más les gustaban. Al principio era solo eso, hasta que Violeta le pidió que comenzara a llamarla "Vivi". Fue como si en ese momento comenzara oficialmente su amistad. Violeta se quedaba horas y horas en la casa de Chiara solo pasando el rato con ella, jugaban a las cartas, comían hasta que no podían más, y se demostraban su cariño de la manera más torpe posible.

Para Violeta, Chiara era una chica especial, que se adaptaba a la edad que ella tenía, y por ello podían llevarse perfectamente bien. Cuando peleaban, las discusiones casi siempre terminaban en "eres algo idiota, pero aun así me caes malditamente bien por lo que voy a perdonarte" y seguían molestándose una a la otra como si nada.

Cuando la mayor se graduó, tres años antes que Chiara, comenzó a trabajar en cualquier cosa que le proponían con la excusa de que no estaba segura sobre qué se suponía que quería ser o estudiar, y por esta razón, prefería pensarlo bien mientras tanto. Así pasaron dos años, y Violeta seguía sin encontrar su camino. Cuando comenzó a trabajar en una gasolinera, Chiara pasaba el rato con ella para hacerle compañía mientras su amiga cumplía jornadas larguísimas de trabajo.

Por supuesto los padres de Chiara ñ, al ver que su hija no buscaba nada que hacer, decidieron ignorar los deseos de Chiara de convertirse en cantante y finalmente decidieron por ella, obligándola a hacer el servicio militar tempranamente con la excusa de que mientras pensaba sobre qué iba a hacer con su vida, por lo menos ese tiempo no iba a ser "tiempo perdido".

Y fue ahí cuando Chiara perdió confianza en sus padres y algo se rompió en su relación con ellos. El hecho de que no la tomaran en serio con respecto a sus deseos, rompió el corazón de Chiara en varios pedazos y el solo recuerdo hacía que reviviera la frustración de aquellos días sola y lejos de su vida, rodeada de extraños en un lugar espantoso. Miró a su madre parada en el marco de la puerta, y no dudó cuando tomó de nuevo su bolso y atinó a salir.

—¿Te irás sin decir nada, hija? —le preguntó su madre al borde del llanto, resignada a lo que estaba por suceder.

—Solo no quiero discutir, mamá. No llores, estaré bien... —contestó Chiara sin mirarla. No necesitaba hacerlo para saber que su madre estaba al borde de las lágrimas.

—¿Adónde irás? —preguntó tomándola del brazo para retenerla.

—Con Martin —respondió inmediatamente. No lo tenía bien pensado, pero sabía que su amigo vivía solo desde hacía un año, por lo que fue su primera opción. Estaba segura de que Martin la recibiría feliz el tiempo que quisiera quedarse, y la fastidiaría a preguntas apenas llegara.

—Por favor, hija, espera a que vuelva tu padre y hablemos sobre esto... —contestó Emma, intentando retener a su hija. Sabía que sus esfuerzos iban a ser en vano, Chiara ya era adulta y ellos ya no podían decidir por ella nunca más.

—No deseo hablar ahora. Regresaré luego, mamá... Adiós —y cerró la puerta dejando a su madre allí. Su pecho comenzó a dolerle, pero solo respiró hondo, caminando como si nada con una expresión dura en su rostro, algo que había aprendido de los meses espantosos que pasó en esa especie de cárcel, con nombre de "cuartel militar", donde la mayor parte del día solo te limitabas a obedecer y aceptar abusos, poniendo cara de chica fuerte para no ser tratada como la "debilucha" del lugar.

Comenzó a caminar y llamó Martin. El chico casi la aturde con sus gritos de felicidad por su regreso. Tuvieron una rápida conversación en la que Martin repitió unas mil veces cuanto la había echado de menos, hasta que dejó que Chiara por fin hablara. Ella le explicó brevemente la situación con sus padres y Martin, sin necesidad de preguntas, le ofreció su piso para que se quedara por el tiempo que hiciera falta. Chiara agradeció que Martin hiciera siempre todo tan fácil para ella.

—Oye, ¿Violeta ya sabe que has vuelto? —le preguntó Martin después de que Chiara terminara de agradecerle.

—No, aún no la he llamado. Es que quiero sorprenderla —contestó Chiara, sonriendo por primera vez después de muchos meses imaginándose a su escandalosa amiga y sus reacciones al verla regresar. Estaba ansiosa por volver a verla, pero primero quería recuperar un poco de energía, no quería que Violeta la viera en este estado, abatida, con ropa de ejército y... triste. —Iré a verla después de pasar por tu piso...

—Está bien... Cuelga para que  pueda preparar tu cuarto, que conmigo no vas a dormir —dijo Martin, riéndose.

Se despidió de él, diciéndole que lo vería en un rato. Pensó en tomar un taxi, pero decidió caminar por las calles de Menorca después de tanto tiempo. No había sentido esa libertad por el que parecía un tiempo eterno y sencillamente disfrutó de respirar el cálido aire del verano, intentando no preocuparse por nada más.




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PISTA 07 (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora