𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟗

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La venganza y la violencia tomaron un segundo lugar ante el nuevo descubrimiento en cuanto vi como su rostro carecía de sorpresa excesiva.

Él lo sabía.

Lo sabía.

Lo sabía.

¿Cómo? ¿Desde cuándo? ¿Qué era exactamente lo que sabía? ¿Lo sabía todo y había fingido no saberlo frente a mí? ¿No lo había averiguado hasta último momento? ¿Estaba relacionado con lo que acontecía esta noche?

¡¿Cómo lo sabía?! ¡¿Cómo sabía que no me mataría?!

Su cuerpo estaba tenso, evidentemente por el miedo, apuntaba el arma sin vacilar hacia mí y yo no estaba seguro pero no creía que tuviera ya ninguna bala en el cargador. De cualquier forma serían inútiles. Miré su expresión, y juzgué que debía de estar en shock—en cuyo caso sería propicio para montar un farol y salir de esta situación; no sería fácil, pero era posible. Aunque con lo perceptivo que era Cillian...

El viento sopló, y un aroma dulce llegó a mí; revolvió mis pensamientos y me arrancó de mi sorpresa, dejándome entrever lo más importante.

Cillian estaba herido.

Era realmente la cosa más prioritaria en este momento. La sorpresa y la tristeza eran secundarias, y la venganza a tercer lugar. Fue sorprendentemente fácil ubicar las tres prioridades, y aunque el monstruo en mí se revolvió ansioso por hacerse cargo de ese monstruo humano que aún vivía, toda la rabia que había tenido en un momento, mi auto-desprecio y la impotencia que podían ser descargados en ése mísero humano... se vieron opacadas por la prioridad.

—Cillian, ¿puedes bajar el arma, por favor? —Llamé luego de tomar aire y adoptar una pose inofensiva levantando los brazos y mostrando mis manos vacías. Él no se movió, sus ojos azules estaban fijos en mí—. Con cuidado, no vayas a hacerte daño.

Lo último que quería era que tuviera un ataque de pánico en este momento y que se hiriera por accidente. Más daño del que ya tenía, al menos; su hombro no paraba de sangrar, pero él no parecía notarlo.

El shock, pensé.

Cillian movió los dedos, pero fue solo para aferrarse más al arma, como si esta lo sostuviera y no al revés.

—Estás a salvo, te lo prometo —dije con la voz calma que usaba para tratar con humanos en los tiempos en que asistí a Carlisle—. Nadie te hará daño, pero escúchame. Estás herido, tienen que atenderte, estás... sangrando, ¿sí?

—Estoy bien —aseguró inmediatamente.

Ni siquiera pestañó. Mala señal. Las víctimas de shock no pestañaban. La adrenalina en sus torrentes sanguíneos les hacía sentirse de maravilla.

—No lo creo —dije, y luego me reproché mi desmedida honestidad cuando lo vi estrechar los ojos. Nuevamente me insté a dejar la rabia por los acontecimientos de esta noche a un lado para poder adoptar un tono más cálido—. No tienes nada de lo que temer, no te haré daño, Cillian. Te lo juro...

Él se rio nasalmente, con desdén: —No estoy malditamente asustado de ti, ¿bien?

Aún desconfiaba. Seguramente, para él, habíamos vuelto al cuadrante uno en lo que respectaba a nuestra relación.

Ponderé la idea de secuestrarlo, de forzarlo a acostarse en el asiento trasero y amordazarlo con los cinturones de seguridad antes de conducir al hospital más cercano. Preferiría que Carlisle fuera quién lo revisara y lo tratara, pero... dudaba mucho que eso fuera lo que Cillian quisiera, probablemente buscaría alejarse lo más posible de mi familia de ahora en adelante.

ℝ𝔼ℚ𝕌𝕀𝔼𝕄 𝕆𝔽 𝕃𝕆𝕍𝔼: 𝕃𝔸ℂℝ𝕀𝕄𝕆𝕊𝔸 ━ Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora