Prólogo

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Un joven rubio juega con sus mechones de cabello, en su mano izquierda sostiene un brillante cuchillo con unas iniciales grabadas en el mango. La marea había bajado hace poco, pero esa tranquilidad fue tan efímera, para el chico que nadie supo lo que ocurrió en su oscuridad. La locura con la que nació, arrasó con él en cuanto su reencuentro llegó.

–Mi pequeño rubio, estas de regreso– Un azabache se acercó con la intención de abrazarlo, sin embargo se detuvo ya que el rubio le apuntó con su cuchillo.

–Tardaste mucho en cumplir tu promesa, no me salvaste de todas las malditas sabandijas que me hirieron– Se vieron a los ojos, las emociones que representaban eran muchas. –No puedo matarte porque eso equivaldría a suicidarme, pero te haré suplicar por mi perdón.

–Mi amor, por favor, regresemos a lo que éramos antes, tú y yo contra la mierda del mundo– Se arrodilló ante el rubio, soltando muchas lagrimas de redención. –Tú eres mi todo y jamás atentaría contra ti, lamentó si no pude encontrarte antes, pero vuelve.

–Claro que lo haré, sabes que dependo de ti mi amor, pero no puedo hacerlo ahorita– Se agachó con él, le alzó la cabeza posando sus falanges en su barbilla. –Amor, mírame– El azabache alzó la cara, con su aura triste.

–¿Por qué no podemos estar juntos pequeño?– Preguntó con las lagrimas cayendo por toda su cara.

–Nos van a separar, debo reparar algunas cosas, porque nos harán cosas muy malas si nos ven juntos nuevamente. 

–¿P-pero volveremos a estar juntos?– El temor del azabache por perder a su posesión más valiosa era más grande que todo en él.

–Claro que sí mi vida, esta vez yo te prometo que te encontraré.

Ambos se vieron con mucho anhelo, como si todo a su alrededor fuera tan insípido y lo único que les brindaba vida eran ellos dos. Sus caras se fueron acercando de poco en poco hasta que sus belfos se unieron en un beso desenfrenado, los chasquidos sonaban como música perfecta para sus oídos. El sabor de ambos, al mezclarse hacían algo perfecto, un conjunto que nació para estar junto.

Esa noche dos almas se entregaron con la obsesión más grande que pudo haber existido. Fue tan efímero el tiempo que estuvieron, pero lo disfrutaron tan lento que lo sintieron como un dominio sempiterno. Creando un equilibrio perfecto.

El efímero sempiterno. 

El Efimero SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora