XII 시큼한 Sabor agrio

137 16 0
                                    

Jungkook era una caja de sorpresas que manipulaba como si respirara. El viaje que emprendió tenía ciertas cosas verdaderas, su plan para Gangpae necesitaba de su liderazgo porque todos eran unos pendejos sin sentido común. La fase en donde el intervenía había llegado. Bang PD logró entrar al corazón de su jefe o más bien a su pene.

El viejo le contó que JinYoung cayó ante él en menos de un mes, y estaban a punto de llegar a la siguiente etapa. Ahí era donde él entraba en juego, ahora era momento de atacar los planes del jefe de su némesis. Robaría sus documentos para hallar los planes secretos del jefe, y eso lo lograría con Bang PD dándole acceso a la caja fuerte de J.Y.P.

Su viaje tenía esa meta, pero quería buscar algo importante, para él, una promesa que dejo hace años y hoy debía empezar a cumplirla. Manejo durante tres horas directo a Seúl, encontrando su destino.

Se detuvo en una casa vieja y arrumbada con un patio mal cuidado, el pasto tenía una gran altura, se notaba que no era habitada la casa desde hace años. Se encaminó dentro de esta, al abrir la puerta principal salieron ratas y cucarachas, esto no le causa nada más que asco, avanzó viendo telarañas por doquier.

El aire se siente denso, cargado del olor a humedad y polvo acumulado por años. Cada paso que da siente a la madera rechinar bajo sus pies, por las tablas desgastadas. Las paredes que antes las cubría una pintura blanca ahora se hallaban descascaradas y llenas de moho con telarañas. Con cada pisada que daba retrocedía a los tiempos de dicha que compartió ahí.

Las ventanas en donde siempre encontraba a su rubio ahora se veían rotas, con trozos de vidrio regados en todo el cuarto. El día era nublado por lo que se creaban sombras escalofriantes en la casa. El azabache contemplaba expectante la dulce desdicha que apreciaba, era su sueño hecho realidad, pero no tenía sentido ya que la persona con la que soñó esto ya no estaba.

Esa casa perteneció hace mucho tiempo a un pequeño rubio que convivía a cada rato con él, su pequeña obsesión desde que cumplía catorce años. Aquí habitaban un sin fin de aventuras prohibidas que desencadenaron la condena de ambos, la vida que perdió y nunca encontró la hallaba en la sangre seca que reposaba en la madera.

Subió por las escaleras empinadas que siempre traicionaban, para encontrarse con tres puertas, cada una con un secreto diferente que se mantuvo en silencio por años. La primera habitación era de su pequeño rubio, la puerta tenía una imagen de un lindo payaso bañado en sangre con la frase más hermosa del mundo.

"Nadie es bienvenido a excepción de mi Jk, quien ose entrar lo mataré"

Se comenzó a carcajear, adoraba esos tiempo en donde solo podían jugar mucho. Siendo dos pequeños inocentes, queriendo desaparecer a sus padres de la manera más magnifica, para ellos.

Se adentro al lugar, viendo el suelo lleno de sangre seca, el techo agujerado, la cama solo tenía almohadas de un color amarillento con moho. Había partes de lo que antes fueron dibujos, fueron destrozados por el tiempo, pero aún se veían pegados a la pared. Sus nombres escritos en diferentes lados de las paredes con corazones alrededor, demostrando en mutuo amor que se profesaban.

La cama estaba en un estado deplorables, pero Jungkook se lanzó en esta con nula importancia. En su locura la cama olía a pasión y lujuria, en ese pequeño espacio dos almas se entregaron con vesania. El sudor de su acto, la sangre de su forma de evidenciar su amor y las lágrimas de placer, hacían al azabache recordar todo con nostalgia.

El latente sentimiento de encontrar a su chico favorito lo llenaba de fuerzas, anhelaba con fervor ver a su pequeño siendo todo un hombre. Con el rubio siendo una persona mayor, podrían cumplir todas esas fantasías que pensaron, la madurez que vendría los haría imparables. Debía encontrarlo cuanto antes.

El Efimero SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora