1. Fantasía

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Debe ser bastante patético ser la chica por la cuál apuestan la virginidad. Y más patética aún ser la chica que iba a buscar problemas en la oficina de un hombre mayor y también hermano de su mejor amiga, pero así estaban siendo las cosas por las decisiones que había tomado.
Se había arreglado para aquel encuentro ya que casualmente solía vestir como una universitaria ordinaria, chandal, jeans, converses, el cabello en una cola, sin casi maquillaje y sus lentes de estilo carey color rojo, por lo que al verse en el espejo no se sentía del todo ella misma. Los tacones eran altos, plateados. La camisa le quedaba más ajustada de lo que solía acostumbrar y con un escote en "v" que dejaba ver sus pechos y la falda de tubo se ajustaba a sus caderas.

Era bastante curvy y aquel disfraz la hacía sentir incómoda.
Pero podía decir que su maquillaje era impactante, con el delineado haciendo más felinos sus ojos azules y su cabello, suelto y peinado de tal manera que, parecía una muñeca Barbie.

"Tranquila, Penélope. Conoces a Colin. Todo irá bien."

—Señorita Featherington. -dijo la recepcionista haciendo que se sobresaltara en su asiento. —el señor Bridgerton ya puede recibirla.

Asintió levantándose y acomodándose la falda preguntándose por centésima vez que estaba haciendo allí. Si bien Colin, el hermano de su mejor amiga manejaba una editorial independiente que estaba expandiéndose y ella quería ser escritora, no había ido por asesoramiento editorial.
Al otro lado de la puerta estaba su más oscura fantasía y solo debía cruzarla para hacerla realidad.
Caminó pensando que todo parecía sacado de "Cincuenta Sombras de Grey" y se sintió orgullosa de que no le temblaran las piernas y menos las manos. Abrió la puerta y cruzó.

Paso uno: LISTO.

Colin Bridgerton había sido su crush desde la adolescencia, pero nunca tuvo más que una perversa fantasía a su lado, nunca las confesó porque sabía que jamás se harían realidad. Lo vio sentado en su escritorio de cristal tecleando en su laptop. No levantó la vista, no redujo el ritmo.

No decía nada.

Penélope estaba nerviosa y solo bajó la vista, por si acaso, quedándose muy quieta tan solo aguardando. Veía sus zapatos y lo pequeños que se veían sus pies dentro de ellos.

Tic, toc, tic, toc.
El reloj le hacía recordar el paso del tiempo y su respiración se volvía cada vez más difícil. Por el ventanal se veía caer el sol y la lámpara del escritorio proyectaba una luz cada vez más intensa.
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Quince minutos? ¿Veinte?
Estaba contando sus respiraciones y tratando de que no se escuchara el ritmo de su corazón completamente alocado y acelerado.
¿Treinta minutos?
El tiempo parecía detenerse y él seguía tecleando en la laptop.

Hasta que dejó de hacerlo y todo se quedó en silencio. —Penélope Featherington. -dijo Colin con una voz firme y Penélope solo que quedó en su lugar con la mirada fija en sus zapatos.
Escuchó como apiló algunos papeles sin buscar siquiera levantar la cabeza.
El paso dos para ser una sumisa estaba más que listo.
Era una prueba que debía pasar.
Silencio nuevamente.
Escuchó la silla y como él se levantó, los pasos de sus zapatos en el parqué del suelo hasta que se posicionó tras ella.
"Centrate, Pen".
Sintió su mano en su cuello para echarle el cabello a un lado y rozó lentamente su oreja a la altura de su pendiente. —No tienes ninguna referencia.
Y no, no las tenía, porque aquella fantasía había aparecido hacía unos meses atrás. ¿Debía decirle? No. Tenía que estar en silencio. —Penélope, quiero que sepas que no estoy interesado en entrenar sumisas. Además que tu situación lo hace todo más complicado. -Ella sabía que era una locura, que estar allí era una desfachatez y un problema de juicio. Sin embargo, el deseo de estar bajo el control de Colin la tenía en vilo.
Lo necesitaba. —¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Penélope? -Y solo se enroscó parte de su cabello para jalarlo suavemente en un tirón y alzar su rostro dejando expuesto su cuello. —Tienes que estar segura. -No respondió. Se quedó quieta hasta que él se puso frente a ella después de soltarla. —Mírame, Penélope.

No era la primera vez que veía su cara. Todo el mundo conocía a los Bridgerton, ella era amiga de su hermana menor. Había ido a su casa y almorzado en su mesa. Estar ahí era una locura. Sus ojos eran azules e intensos, su cabello espeso y castaño y aquella piel siempre lucía bronceada pues a Colin le encantaba viajar. Se lo quedó mirando porque era su orden, aún así, no le había dicho que hablase por lo que decidió quedarse callada a pesar de que las rodillas le temblaban.

Silencio una vez más hasta que él habló:
—No me interesa saber por qué me enviaste tu solicitud, tampoco importa tu relación con mi familia ni tu pasado. Si te elijo y aceptas este contrato nada de eso tendrá importancia. Ya sé todo lo que necesito saber de ti.
La solicitud para sumisa era bastante detallada. Había incluso pedido análisis de sangre, métodos anticonceptivos, pruebas de ITS, límites infranqueables, juegos, etc.
Nuevamente silencio. Colin sonrió al verla bajar la mirada otra vez y quedarse en su lugar. —No estás entrenada, pero eres muy natural. Mírame. -Lo hizo otra vez, ella alzó la cara y él sonrió. —Sí, eres buena. -Sus miradas se cruzaron y Penélope desvió la suya pues era demasiado intenso. —Me gustas bastante, Penélope Featherington. No te di la orden que apartaras la vista. -Y aquella pelirroja volvió a alzar la mirada para sostener la de él tal como había exigido. —Tendremos un fin de semana de prueba. -dijo mientras se quitaba la corbata y su chaqueta para dejarla sobre un sofá. —si aceptas, el viernes dejarás la facultad, irás a mi departamento exactamente a las cinco de la tarde. Cenarás conmigo y empezaremos a partir de ahí. -Penélope sintió la boca seca de pronto al verlo desabrocharse el botón superior de su camisa. —Debo advertirte que tengo expectativas. Conocerte me ayuda a crear un regimen para ti para que te adaptes a todo lo que pueda hacer. Mientras estés conmigo comerás lo que te diga, harás lo que te diga. Tendrás menús equilibrados para aumentar tu fuerza física y resistencia. Harás ejercicios al menos tres veces a la semana. No hago esto porque sea aburrido o porque no tengo responsabilidades que atender. Quiero tu bienestar y que disfrutes de la experiencia. ¿Alguna duda?

Penélope no habló y al ver su determinación, Colin sonrió. —Puedes hablar. -dijo mucho más relajado.

—No soy atlética.

—Lo sé. Pero esto es sobre disciplina. No puedes dejar que te dominen tus debilidades, Penélope. ¿Alguna cosa más? Puedes contestar.

Negó y bajó la mirada haciendo que Colin sonriera de nuevo. —Ninguna.

—Perfecto. Te escojo, te veré este viernes. Ese día no eres Pen, la amiga de mi hermana. Eres Penélope, mi sumisa. -Se acercó dándole algunas hojas y sonrió. —Esto es todo lo que necesitas saber. -Penélope tomó la carpeta y quedó en silencio frente a él. Colin sonrió complacido. —Puedes irte.
Penélope asintió y dio algunos pasos atrás antes de darse la vuelta completamente extasiada e ir a la salida.

Aquella fantasía si que era una locura absoluta.

***

Title and SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora