23. Un secreto

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—¿Puedo saber como lo conseguiste? -preguntó la rubia viendo el video en el teléfono de Armand con un sonrisa. —así que es cierto. Penélope Featherington es la puta de un millonario.

—Eso puede ser beneficioso para nosotros. Tú quieres llegar al señor Bridgerton y tomar su lugar, y yo quiero joderle la vida a esa niña. Y desde que mencionaste los particulares gustos de ese hombre pienso exponerlo. Así que tu trabajo es chantajearla, si conozco a Penélope ella va a querer protegerlo así que lo dejará para que tú ni nadie exponga a su querido Colin Bridgerton. Así que tendrás el camino libre. -Y eso había hecho Cressida. En cuanto tuvo oportunidad puso su parte del plan en marcha.

***

Y luego Armand. Antes de que Penélope pudiera terminar su turno en su trabajo, él se acercó a ella. —¿Podemos hablar, Penélope? -ella dejó varios libros en una mesa y se giró al reconocer su voz y negó. —por favor.

—¿Sobre qué? ¿Estás buscando la manera de humillarme aún más?  No voy a caer esta vez.

Sus ojos azules brillaron y sonrió. Penélope recordó como había caído en su primer año con aquella sonrisa tan libertina y desarmadora pero ya las cosas eran diferentes. —Lo siento. -contestó él con "sinceridad" —Lo digo en serio. Lo que te hice fue imperdonable, y dejarte sola y burlarme de ti... no es de caballeros.

Penélope no supo como contestar así que solo torció los labios en algo parecido a una sonrisa. Escuchó el reloj y asintió. —Okay, yo ya me voy. Que todo quede en el pasado, ya no puedes hacerme daño con lo que pasó, yo sigo mi vida, tú la tuya. Y si eso es todo lo que ibas a decir, debo irme.

—Claro, nos vemos mañana.

Ella recogió su bolso, se puso su chaqueta y sin decirle nada  salió de la sala tan rápido como pudo. Afuera el aire frío y neblinoso de Londres le parecía más relajado. Puede que Armand se estuviera disculpando pero se sentía pesado, forzado.

Y también estaba pensando en Cressida.

Sentía un vacío en el pecho muy extraño, con la necesidad de proteger a Colin de cualquier cosa así como él la cuidaba a ella. Caminó hacía la parada de buses mientras miraba sus pies en sus tacones de color negro y al llegar, esperó. Sacó su celular y comenzó a ver las notificaciones que tenía sin revisar sin notar que una persona, más bien dos, la seguían.
Llegó a su apartamento encontrándolo vacío, por lo que intuyó que Eloise debía estar en casa de Phillip, así que se quitó la chaqueta y se lanzó al sofá encendiendo la televisión.

"Llegué a casa. ¿Qué tal tu día?"

Envió el mensaje a Colin y se sacó los zapatos subiendo los pies al mueble sobre un cojín. Debía decirle de Cressida, pero no quería mencionar eso por teléfono. —Ay Dios, ¿Qué voy a hacer?

El timbre de la puerta la sacó de golpe de su cansancio y se levantó rápido a abrir encontrándose con Colin justamente y en sus manos un enorme ramo de rosas blancas. —Así que llegaste a casa.

—¡Colin! -la emoción terminó ganándole y así, descalza, con la cola de caballo de su cabello desecha se lanzó a sus brazos parándose de puntillas para besarlo y abrazarlo. —Estás aquí.

—¿Dónde más podría estar? Mi trabajo termina a las cinco, como el tuyo. -le respondió el beso y le sonrió. —¿me dejas pasar? Puedo cocinar para ti.

Y con solo mirarlo, sus preocupaciones habían desaparecido. Le dejó entrar y tomó las rosas en cuanto se las dió, observándolas como si fueran  las primeras rosas que le daban. —Me alegra mucho que hayas venido. En serio. -dijo mientras diligentemente buscaba un jarrón para ponerlas en agua. —son divinas.

Title and SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora