7. Límites

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Apenas se creía lo que estaba mirando.
Estaba de traje al pie de la escalera mirando bajar a una diosa preciosa que debía ser adorada. Aquel vestido de satén verde esmeralda se ceñía a sus curvas de forma perfecta. Sus pechos se veían realmente apetecibles en aquel escote corazón con las mangas caídas. Cada paso que daba dejaba ver su pierna tras la abertura de la falda. Sus pies incluso se veían perfectos en aquellos zapatos.

Y Colin no dudó en anotar mentalmente que en la noche solo se la follaría  mientras ella usaba solo su collar y esos tacones.

Y  hablando del collar, ese único diamante engarzado en la gargantilla de plata le quedaba espectacular. Brillaba  en medio de su piel y se veía absolutamente perfecta. Su cabello rojizo iba suelto y con apenas un broche plateado a un lado combinando con el resto de su joyería y al llegar al pie de la escalera, le sonrió.

Y era la misma sonrisa que había visto años atrás y que lo había enamorado por completo.

***

Y así había comenzado todo.

Eran las cuatro de la tarde cuando el teléfono sonó. Había dado instrucciones de no ser interrumpido pues después de un arduo día de trabajo quería volver a concentrarse en su vida privada. Apretó el intercomunicador viendo las listas frente a él de potenciales sumisas. —Dime, Louisa.

—El señor Arrow lo llama.

Era el hombre que conseguía las mujeres para él, era un experto en reuniones de amos y sumisas y contactaba a varios entre ellos. Le había enviado las listas de tres mujeres y eran las que iba a estudiar. No sabía para que lo llamaba. —Gracias, Louisa, lo atenderé. Comúnicalo conmigo. -Y en cuanto le pasaron la siguiente llamada lo atendió de inmediato. —¿Qué sucede, Arrow?

—Lamento llamar así pero recibió una solicitud de último momento y la quise incluir.

—Entiendo. -Y sabía que era su culpa porque aunque se había dado una fecha límite para recibir nuevas sumisas, esas mujeres nunca habían sabido de sus propios planes. —¿De quién se trata? Ya recibí tres.

—El sobre debe llegar pronto con el mensajero. Pero debo advertirle que no tiene experiencia ni referencias.

Echó la cabeza hacía atrás en su silla mientras seguía con el teléfono pegado a la oreja y rodó los ojos. —Ya sabe que pienso de las inexpertas.

—Lo sé, señor Bridgerton. Pero esta es distinta, preguntó específicamente por usted.

—Todas preguntan por mí.

—Pero, aunque intenté persuadirla de tomar a otro dominante, cualquiera dispuesto a entrenarla, ella insistió  en que solo lo quería a usted. No quiere servir a nadie más.

—¿Sí? ¿Y por qué? -Eso si que lo había intrigado. Si hubiera sido una sumisa experta entendería el porqué lo quería solo a él. Después de todo, tenía una reputación intensa que lo precedía. Una nueva buscaría algo más suave, sencillo, no iría directo a la boca del lobo.

—Y en su solicitud especificó que solo quería someterse a su voluntad.

—Establecí normas sobre la experiencia previa, y las referencias. No tengo tiempo de entrenar a nadie, y quiero a una mujer que se adapte a mi modo de forma rápida.

—Creo que esta chica tiene mucho potencial.

—Y supongo que rellenó las listas de forma correcta.

—De hecho, lo hizo.

Aquella chica sin rostro lo tenía cada vez más intrigado. Quería saber de quien se trataba y ya que tenía la solicitud ¿Por qué no verla? —Okay. Recibiré el sobre y le echaré un vistazo. Gracias, Arrow.
Y colgó el teléfono. No pasó mucho tiempo hasta que un mensajero le diera el sobre. La editorial había quedado vacía pues la hora final del día de trabajo había llegado.

Title and SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora