No tears left to cry

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Suguru Geto

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Él debía esperar por una princesa, la cual desde que nació, se ordenó que se casaría con ella.

Toda su vida estuvo en contacto con ella y pocas veces la vio en persona, siendo amor a primera vista. Sus padres estaban felices de saber que su hijo cumpliría su palabra sin objeción alguna.

Entonces, ¿cuál podía ser algún impedimento?

—¡Buenos días!— decía una amable mujer la cual iba repartiendo pan a los lugares destinados.

—Te lo agradezco ________— dijo una señora.

—No hay de que— siguió con sus pedidos hasta que terminó.

Regresó caminando a casa, no tenía mucho tiempo de haberse mudado a este reino, esto luego de que sus padres fallecieran. Vivía con sus abuelos los cuales fueron panaderos desde jóvenes y todo el pueblo los conocía.

Estaba por llegar, se distrajo viendo el camino de tierra ya que un pequeño conejo había salido de entre la maleza —Ven conejito—

El relinchar de un caballo la detuvo y asustó al mismo tiempo, el conejo salió corriendo de ahí asustado.

—Lo siento señorita— ________ alzó la vista, no pudo apartar los ojos de aquel hombre el cual tampoco la dejaba de ver.

—Está bien, no se preocupe— _______ siguió su camino, volteo a verlo cuidadosamente dándose cuenta que aquel hombre hizo lo mismo por lo que regresó rápidamente su mirada al frente.

Después de ese día, sus pensamientos cambiaron por completo. La princesa ya no estaba ahí, ahora era aquella mujer noble la que acaparaba toda su mente.

Estaba a tan solo un mes y medio de llevar acabo su compromiso, no los ser esto justo. Esa mujer debía desaparecer de su mente, eso se decía una y otra vez pero otra parte de si le pedía saber más de ella.

De aquella mujer noble que su único pecado, había sido cruzarse en su camino.

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—Suguru— su madre entraba a su habitación con algunos sobres —Llegaron cartas de Charlotte— dejó las cartas sobre su escritorio.

—Te lo agradezco mamá— se acercó a ella.

—No sabes cuan feliz me hace saber que muy pronto, ustedes unirían sus vidas para ser unos grandes reyes— tomó sus manos.

—Así será mamá— la miró y sonrió.

—Te dejo que las y después bajas a comer, por favor— la reina salió de su habitación dejándolo solo.

Suguru tomó las cartas las cuales tenían impregnado su perfume de rosas y estaban selladas con cera color roja. Solo le dio un repaso a las cartas, viendo las palabras: "te quiero y amor"

Las dejó a un lado y miró por el gran ventanal, aún pensaba en aquella mujer noble que se cruzó en su camino hacia una semana. Cada día cruzaba ese camino con la esperanza de volver a verla y charlar con ella, estaba cometiendo un gran error al hacerlo.

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