Capítulo 7

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Me despierto sobresaltado al oír el tintineo del enrejado sobre la pared. No he dormido bien. Mi sueño recurrente, otra vez. Esta vez estaba en la tienda ecológica. Sentía el metal frío del carrito de la compra en las piernas. Y lograba avistar varias torres de latas de comida y las gigantescas puertas marrones, con sus topes de goma en el suelo. Pero hoy he logrado bajarme del carrito y, cuando he empujado las puertas, no he visto los pasillos que esperaba, tan solo túneles infinitos hacia todas direcciones, pasadizos serpenteantes y oscuros que no parecían llevar a ningún sitio.

Nunca he pasado tanto miedo.

Una vez, ya hace bastante tiempo, oí a mi abuela decirle a mamá: «Mantén a ese lobo bien atado. Ve demasiadas cosas por la noche». Siempre he odiado las pesadillas, pero mi abuela las detestaba todavía más, lo cual es bastante curioso porque jamás le conté lo que sucedía en ellas. Pero no hacía falta, porque ella siempre lo sabía. Ojalá mi madre hubiera encontrado el modo de atarme.

Entre la pesadilla y el espectro del señor Peterson todavía merodeando por mi mente, ya no consigo volver a conciliar el sueño, así que salgo de la cama de un brinco y voy directo a la ventana, decidido a enfrentarme a la amenaza que está sacudiendo el enrejado.

Pero ahí no hay nadie.

—Habrá sido un gato —me digo a mí mismo. Los gatos del vecindario se han aficionado a trepar por las rejas, un juego entretenido y divertido que me crispa y me enerva todavía más.

Y justo cuando me dispongo a volver a la cama, oigo el crujido de un papel, como si alguien estuviese arrugándolo. Abro la ventana y aparto la mosquitera para poder asomarme por el marco, pero sin correr el peligro de desplomarme y romperme la crisma. Ahí, atrapado entre un listón de madera y las enredaderas que cubren la rejilla hay un trozo de papel de libreta, doblado con mucho cuidado. No lo dudo ni un instante; me encaramo a la ventana y empiezo a descender a toda prisa. Cuando apoyo el pie en el último listón, resbalo, así que me aferro a la rejilla como si mi vida dependiera de ello. Aunque he conseguido no caerme de bruces al suelo, no salgo ileso. Una astilla que sobresalía de uno de los tablones me ha dejado un arañazo bastante profundo.

Pesco la nota y la sostengo entre los labios. Trepo por la rejilla, me escurro por el agujero y coloco de nuevo la mosquitera.

 Trepo por la rejilla, me escurro por el agujero y coloco de nuevo la mosquitera

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  Sonrío, aún me tiemblan las manos y siento un escozor terrible en el brazo. Otro rasguño. Estoy un poco atolondrado y en mi mente ruedan visiones de túneles oscuros e infinitos.

* * *

Llego a las 19:50. Aaron ya está allí. Está sentado, esperándome y con una ganzúa en la mano.

—¿Preparado? —pregunta.

—Ni idea —respondo.

—A ver, respóndeme a esto: ¿te ves capaz de trabajar con sigilo, en un silencio casi sepulcral?

Hello Neighbor Colección 1-3Where stories live. Discover now