CAPITULO VI

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HYUJIN.

Aquel día me levanté con ganas, a decir verdad, siempre me había considerado una persona bastante enérgica, que siempre quiere hacer cosas y mantenerse activa. Pero llevaba un tiempo sintiéndome con muchas idas y venidas, y con días de altibajos.

¿La razón?

Bueno, la respuesta es demasiado cliché incluso para mí, pero estaba así por un chico.

Habían pasado ya... ¿nueve meses? Sí, nueve largos e interminables meses en los que no dejaba de tener pesadillas con mi expareja, el cual no tuvo nada mejor que hacer que pedirme matrimonio, a lo que dije que sí convencida de que lo hacía porque me quería y porque lo nuestro iba completamente en serio. Pasando por alto que había estado todo ese tiempo ciega e ilusionada. Pero días después, lo que parecía ir tan en serio para mí, no parecía que lo fuera para él. Lo que sí que parecía ir en serio, de una manera sobrenatural, eran las embestidas que le estaba proporcionando a la chica menuda con la que le pillé acostándose en mi piso, en mi habitación y en mi cama. Así como lo leéis, con todas sus letras, comas, espacios, puntos y signos de exclamación. Aunque para exclamar ya estaba ella, porque cuando entré al piso pensaba que estaban matando a alguien, y me faltó poco para llamar a la policía. Pero a lo que llamé fue a la pizzería de debajo para pedir toda la carta, después de soltar una cantidad inmensa de insultos que no sabía que conocía. Quiero decir, ¿quién usa en su sano juicio palabras como "mequetrefe" o "merluzo" en una situación como aquella? Pues yo lo hice. También mencioné en algunos de los insultos a familiares de él que no tenían nada que ver en aquella pelea, espero que me lo perdonen.

"Si sigo pensando en él creo que voy a ponerme mala", me dije a mí misma.

El transcurso de la mañana fue bastante bueno. Salí a correr como todas mañanas, colocándome un chándal a juego de color gris, y me cubrí la cabeza con la capucha de la sudadera, despidiéndome de mi compañera, que me lanzó un beso y me dijo antes de salir algo como "tú y yo tenemos que hablar luego" mientras me señalaba con su dedo juzgador, y salí por la puerta con miedo a que me hubiera pillado escondiendo dulces en el último cajón de mi mesita de noche. Pero es que la cerda se los comía todos y no me dejaba ni uno.

Perdón por lo de cerda, en el fondo la quiero demasiado.

Cuando mis pies tocaron los adoquines de aquella acera, estiré un poco antes de empezar a trotar, me coloqué los auriculares que tenía conectados a mi móvil y le di al play, cuando empezó a sonar Should've said it de Camila Cabello. Comencé a correr a un ritmo intermedio, recorriendo las calles tanto con mis pies como con mis ojos, echando un vistazo rápido a todos los lugares por los que pasaba, prestando atención a lo que me rodeaba y gozando el aire dándome en la cara. Me encantaba sentirme de aquella manera, tan libre y despreocupada, sin nadie en mi vida que decidiera lo que tenía o no tenía que hacer, sin nadie que decidiera si podía o no podía salir, que decidía con quién podía o no podía quedar. Porque sí, efectivamente, habéis acertado. Así era mi ex. Un completo y auténtico imbécil, de los de manual. Pero es que no se saltaba ni un solo paso para ser el capullo de los capullos.

Me solía preguntar a menudo por qué no me daba cuenta de que aquellas cosas, no eran cosas que yo tuviera por qué soportar. Pero trataba de convencerme a mí misma que eran cosas normales, que hacían las personas que te querían y te protegían. Claro que, luego me di cuenta de que aquello más que querer, era poseer. Y yo no era un trozo de carne que pudieras sazonar a tu antojo para comértelo cuando quisieras y después tirar las sobras como si al haberte saciado, lo demás ya no valiera para nada.

Pero me seguía doliendo. No porque le siguiera queriendo, probablemente si lo viera en ese momento, le daría la bofetada que no le di en ese momento, porque estaba más preocupada por echarlos a los dos que por desfigurarle la cara de un puñetazo.

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